La casa
Me gustan las novelas gráficas. Desde hace décadas las intercalo con la lectura de una narrativa de ficción más tradicional (ensayos, apenas leo). Considero que es un arte, un tanto, entre cine, pintura y literatura. Me gusta. Además, la duración de la lectura de una novela gráfica cubre apenas unas horas y, en determinados momentos, en los que estoy saturado, o no tengo tiempo apenas para nada, recurro a ellas. Hay auténticas joyas. Una buena novela gráfica se debe sustentar en un buen guion, no demasiado extenso, e ilustraciones que sujeten el texto en perfecto equilibrio.
En este mundo tenemos a Paco Roca (Valencia, 1969), el cual siempre nos regala historias realmente emotivas que logran retorcernos de emociones, nostalgia y que, de una u otra manera, nos provoca una lectura/visionado de su obra siempre reflexiva. Arrugas es su trabajo cumbre. Decenas de miles de comics vendidos junto a todo tipo de premios y reconocimientos. Paco Roca fue capaz de tratar con solvencia, con ternura y con delicadeza, un asunto tan duro (y pocas veces llevado a la pantalla) como es el Alzheimer o la demencia senil (Bicicleta, cuchara, manzana, documental del 2011, también es altamente recomendable). Trató el tema con elegancia y madurez y, como en las mejores historias, también con humor. Maravillosa. Más adelante se llevó la novela gráfica al cine con la adaptación de Ignacio Ferreras, dando resultado a una película conmovedora y ganadora, en la edición correspondiente, de dos premios Goya. El resultado de la película de animación era casi calcado al que nos habíamos encontrado en la novela. Excelente adaptación, sin duda. Absolutamente rigurosa y con un respetuoso trabajo de animación.
En 2016, Paco Roca saca La casa, obra que tuve la suerte de leer el año de su publicación. Bendita biblioteca pública, la de la Plaza de España de Ferrol, la cual cuenta con una impresionante colección de novelas gráficas de todo tipo de géneros. A los lectores de las susodichas nos facilita la vida, pues el precio de estas suele ser bastante elevado. La lectura de La casa, en cuanto a tono y temática, se aproximaba a otra joya de la narrativa llamada La casa del álamo, escrita en 1997 por la escritora japonesa Kazumi Yumoto (buscadla, esa novela merece, también, muchísimo la pena). La casa, de Paco Roca, me sorprendió. Consigue sacar emociones, dulzura, de lo cotidiano y del humilde pasado con el que todos contamos. En la obra se relata el regreso de tres hermanos a la casa familiar, un año después de la muerte del padre. La historia, con un fuerte carácter autobiográfico, te agarra desde sus primeras páginas. La intención de los hermanos es vender la casa y solventar “ese problema”. Allí, en ese espacio común, todos juntos, aparecen los recuerdos, la infancia, el amor familiar…Hablaba, al fin y al cabo, de todas las marcas que quedan grabadas, para siempre, en esos momentos que fuimos niños. Hablaba de la familia, esa que, de una u otra forma, hace que seamos quienes somos en la actualidad. La infancia, sin duda, para bien y, para algunas personas, para mal, es la patria, es la raíz, es el único lugar en donde podemos encontrar respuestas a nuestras preguntas actuales. Paco Roca, de nuevo, victorioso. Qué preciosidad.
Pues esta semana, buscando peli en la renovada cartelera, me encuentro el estreno de esta adaptación cinematográfica de la que no sabía nada. Qué alegría.
La película la dirige Álex Montoya. Creo que cuando nos enfrentamos a películas que son una adaptación literaria a la cual, de una u otra manera, amamos, lo que se espera de ellas, la impresión generada por la obra inicial, marca sin duda el resultado del visionado. Casi siempre es así.
El punto de partida de La casa parece el mismo que el de la novela gráfica, pero nada más lejos de la realidad. Cada una de las versiones tiene un enfoque diferente en cuanto a la narración de la misma. En la novela gráfica, el hermano mediano, José, era el claro hilo conductor. Hijo que, por sorpresa para el resto de la familia, ha encontrado el éxito como escritor. Este siente remordimientos por el poco caso que hizo a su padre en los tiempos donde el anciano ya se estaba yendo. En el transcurso de la novela, José, va recorriendo el pasado de su familia a través de ese edificio que su padre había construido con tanto esfuerzo, cuando él apenas levantaba un palmo del suelo. En un proceso de descubrimiento personal, junto a su novia y sus hermanos, se sumerge en la búsqueda del sentido de eso que llamamos familia. También a la relación que tuvo con su padre fallecido, para luego avanzar en la familia que queda, ya sin los mayores. Es decir, lo que a todos nos ocurre tarde o temprano.
Álex Montoya calca, imagen por imagen, muchas escenas del cómic. En cambio, toma de referencia para contar la historia a cada uno de los hermanos, pasando los secundarios al primer plano. Es una obra mucho más coral y ahí, en mi humilde opinión, se pierde. Esta visión más global, aunque con momentos brillantes, realmente tiernos, no ayuda a darle sentido a lo que estamos viendo en pantalla. La película nos deja retazos de algo amable y agradable, sin ir más allá. Creo que la forma de acercarse a algo tan complejo como “la familia” es más creíble, más certero, cuando se intenta desde un solo punto de vista. Los que tenemos hermanos sabemos que cada uno tiene su forma de ver, de entender, el nido donde crecimos. Cada uno con su verdad, con su interpretación de lo vivido. Esas “verdades” nos acercan a una más universal. La visión más amplia, el querer abarcarlo todo, hace que se diluya el fondo de lo tratado. La película es una obra menor a la originalmente planteada por Paco Roca.
Si no hubiese leído el relato, si apareciese virgen antela película, estoy seguro que hablaría mucho más de sus virtudes. De esas pequeñas conversaciones familiares que aparecen en la película que, de alguna manera, nos llevan hasta nuestras familias. Hablaría de la capacidad de La casa para reflejar los recuerdos en espacios físicos, sea debajo de una higuera o en un trozo de cemento firmado por “los nosotros niños” de hace décadas. Qué bonito y que bien retratado. Sin duda hablaría del maravilloso cuadro actoral de la película. Empezando por David Verdaguer, con el cual ya había alucinado con la notable Saben aquell de David Trueba, biopic del gran Eugenio, con un maravilloso regusto dulce y melancólico a la vez. Espléndido Óscar de la Fuente, como Vicente, el hermano mayor y María Romanillos que hace de su hija. Mencionar también al padre muerto, siempre vivo en los recuerdos de sus hijos, interpretado por Luis Callejo. Lo conoceremos en diferentes flashbacks a lo largo de más de treinta años. Gran trabajo de maquillaje, por cierto.
Quizás debería haber hablado de todo esto último, pero es que no puedo quitarme de la cabeza el trabajo sobresaliente de Paco Roca en la novela gráfica, frente a este buen trabajo de Álex Montoya (en determinantes momentos notable).
Si no hubiese leído antes la novela gráfica… me habría perdido una obra magistral de la sencillez, de lo común, de la familia, de los adioses, del paso del tiempo. Con temas tan complejos como los citados, Paco Roca encontraba respuestas, más bien, su respuesta que, de alguna manera, era la de cada uno de nosotros. En la película solamente llegamos a hacernos preguntas, eso sí, buenas preguntas.
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