martes, 11 de junio de 2024

Mañana será otro día. Capítulo 21: Late night with the devil.

 

Late night with the devil

Me encanta el cine. No sé vivir sin él. Desde hace unos cuantos años mis vacaciones favoritas son mi visita anual a Sitges, al Festival internacional de cine fantástico de Cataluña. Es impresionante. Todos los octubres, esta pequeña localidad, ya de por sí especial, de no más de 30.000 habitantes, se convierte en la capital mundial del fantástico y el terror. Con el festival, este paraíso del turismo mediterráneo y lugar icónico del movimiento LGTB, es invadido por miles y miles de “locos” de este género cinematográfico que, no siendo para todos los públicos, son hordas los que lo adoran. Yo soy uno de ellos. En las últimas ediciones, en apenas cinco o seis días de festival, siempre he visionado más de 20 películas por edición. Sin duda, una experiencia.

Desde hace tiempo, Sitges, se ha abierto a más temáticas, o quizás es mejor decir que el género de terror y fantástico se ha abierto y en él encontramos temas cada vez más diversos. Este pasado año, junto a la justa vencedora, Cuando acecha la maldad, tuve la ocasión de ver el estreno de peliculones como Pobres Criaturas, La sociedad de la nieve o Dream Scenario (sí, la peli de Nicolas Cage en la que aparecía, por sorpresa, en los sueños de medio mundo). Aparte de contar con un gran y diverso material, es necesario decir que este festival es especial por la manera de vivirse, siempre muy campechana. Claro que hay alfombras rojas, pero estas las pisamos todos y todas. Es un festival más de camisetas de películas que de etiqueta. En él tienes la oportunidad de cruzarte por sus estrechas calles con personajes como Ed Harris, John Carpenter, Shyamalan... El pasado octubre de 2023, tuve la oportunidad de charlar y contactar con el argentino Demian Rugna, director vencedor de la edición. También allí me tropecé con Takeshi Mike. Sí, sí, me tropecé, literalmente, con él. Qué lujo.

Otro de los asuntos que te permite un festival de cine, de la importancia del citado, es el hecho de poder ver las películas mucho antes de salir al mercado. Un ejemplo de esto es el filme que hoy os traigo, estrenado hace poco más de una semana en nuestras salas.

Late night with the devil fue una de las grandes sorpresas de la quincuagésima séptima edición del festival de Sitges por diferentes motivos. Su idea es valiente, terrorífica y a la par divertida. También por ser una propuesta pequeña, con un limitado presupuesto, que sabe jugar a la originalidad y rompernos los esquemas en su hora y media de duración.

Comienza la película. Nos encontramos a principios de los años 70. Un narrador nos cuenta que lo que vamos a ver es la grabación del “late night” más visto en Estados Unidos. Además, en esta reposición, tendremos la oportunidad de ver, en primicia, lo que sucedía durante los intermedios. Ups.

Dirigida por los hermanos australianos Cairnes, nos cuenta la historia de un presentador de late nights (interpretado maravillosamente por David Dastmalchian) venido a menos desde la muerte por cáncer de su esposa. Él nunca ha logrado ser el número uno (Johnny Carson siempre estaba ahí) y, con todo ya perdido, decide hacer el “más difícil todavía” e intentar subir a lo más alto del podio a costa de exprimir al máximo el morbo, es decir, a costa del demonio. El muy imbécil entiende que contactar con Satán puede a ser un buen plan para ganar audiencia.

Todo el metraje lo vivimos como si viésemos un programa de televisión de medianoche. Con ese característico ritmo, con ese tono fanfarrón que los caracteriza y, por supuesto, con toda una galería de “frikis” rondándolo. Pero claro, quizás, jugar con el demonio sea pasarse. Los movimientos de las cámaras son idénticos a los utilizados en este tipo de shows televisivos. Todo nos suena. Pronto nos vemos sumergidos en la propuesta.

La película, en todo momento, se ve con gusto. El ambiente que desprende recrea a la perfección esa época tan llamativa, tan cinematográfica, que fue la década de los 70 del siglo pasado. Su fotografía también ayuda en la teletransportación hacia aquellos años. El último tercio de la película se pone cada vez más oscuro y logra que nos sintamos hasta mal por seguir viendo ese programa basura (esto nos ha pasado más veces, ¿verdad?). Según se acerca el demonio, la obra coge un tono cercano a El exorcista (hasta la niña protagonista tiene cierto aire). La explosión de la trama final, toda realizada con efectos prácticos, es impactante y reveladora. El citado presentador, por fin, conseguirá ser el más visto de la noche (mejor no cuento a costa de qué); nosotros conseguimos pasárnoslo realmente bien con esta pequeña película que supone toda una sorpresa.

Dos reflexiones para acabar. La primera es que quizás, productos como este, logren salvar la industria del cine. Me refiero a películas de presupuesto medio, ajustado, muy bien hechas, siempre originales, que son capaces de ser rentables sin muchos artificios. Todo es guion, ideas frescas, sin estar “tocadas” por un sinfín de productores con ganas de alterar la historia a su manera. Quizás se estén acabando los mega proyectos de 200 millones de dólares de presupuesto (bueno, salvo que kamikazes como Francis Ford Coppola con Megalópolis y Kevin Costner con Horizon, decidan vender gran parte de sus bienes y viñedos y se costeen tales producciones. Me gusta que los ricos tengan este tipo de excentricidades, lo reconozco).

La segunda reflexión va a encaminada a la temática de la que habla la película. En España, en los programas nocturnos (Esta noche cruzamos el Mississippi, Crónicas marcianas…), no hemos invocado al demonio…pero casi. ¿Os acordáis de la terrible “feria” montada por Pepe Navarro con el caso de las niñas de Alcasser? ¿Y de Nieves Herrero? El día después de encontrar los cuerpos de las pobres niñas asesinadas (1993), esta mujer se fue a su pueblo y realizó un programa en directo junto a familiares y vecinos que, en mi opinión, no sabían ni dónde se encontraban. Los espectadores, perplejos, veíamos cómo Nieves preguntaba a una niña amiga de las fallecidas, de unos 13 o 14 años, que cómo se sentía por haber podido ser también una de las niñas asesinadas y violadas. Qué barbaridad. Ver para creer. Según escribo, cada vez me parece menos fuerte la entrevista con el diablo. Tengo la sensación de que quizás, en los 90, el demonio también se encontraba en aquellos programas…en el lado de los entrevistadores. Buff, cuánto terror hemos visto en nuestros televisores.

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