martes, 27 de agosto de 2024

Mañana será otro día. Capítulo 32: Alien Romulus.

 

Alien Romulus

La saga de Alien, sin duda, es una de las más influyentes del séptimo arte. En 1979, su director, Ridley Scott nos encerró en la nave Nostromo junto al metamórfico monstruo espacial y la inmensa heroína Ripley. El cine de ciencia ficción, desde entonces, no ha vuelto a ser el mismo. La increíble epopeya ideada por Dan O´Bannon junto a los fálicos diseños imaginados por H.R. Giger marcaron un antes y un después en el imaginario espacial y, como había ocurrido en el caso del Tiburón de Spielberg, crearon un nuevo monstruo para habitar nuestras pesadillas. Siete años después, James Cameron, en Aliens, supo darle una vuelta de tuerca a la historia, ampliar majestuosamente el universo creado por Scott, convertir el terror en acción y transformar a Ripley ya en una súper heroína, con traje mecánico y todo. En la secuela llegaba a luchar mano a mano contra una madre Alien (monstruo también magnificado y maravillosamente personalizado para la ocasión). Desde aquella, década tras década, han ido apareciendo diferentes secuelas más o menos acertadas, pero que nunca llegaron a la excelencia de estas dos maravillas del cine fantástico y de terror. Cada quien puede tener su favorita. Las dos son joyas y, sin duda, debemos agradecer a Scott lo servido y a Cameron el haber realizado una secuela a la altura de su predecesora. Por cierto, Aliens tuvo 7 nominaciones a los premios Óscar. Se llevó dos estatuillas de carácter técnico pero también estaba nominada Sigurney Weaver como mejor actriz principal. Digo esto porque los grandes premios nunca tienen en cuenta las películas de género y el trabajo interpretativo que se realiza en ellas. Nuestra teniente Ripley se merecía ese Óscar.

En 2024, junto a una inmensa promoción, aparece en nuestras salas de cine la novena parte de la franquicia (si incluimos los dos filmes donde Alien se enfrentaba a Predator). La carta de presentación no es mala. Su director, Fede Álvarez, nos sorprendió con el oscurísimo remake de Evil Dead y nos hizo disfrutar con su original No respires. Ya no tenemos a Sigurney, pero ante nosotros aparece la actriz Cailee Spaeny. Esta nos deslumbró en el Civil War de Alex Garland. Para mí, de largo, la mejor película de este año (ojalá haya alguna sorpresa durante el otoño).

Comienza la película. Promete. Mucho, la verdad. Nos encontramos en una triste y dura estación espacial. Sus ciudadanos malviven en ella, trabajando, trabajando y trabajando más. Todo lo que vemos es físico, real y muy fiel al universo presentado (sobre todo) en el Aliens de Cameron. Se agradece el cuidado diseño de producción. También nos alegra la bonita presentación de la pandilla de jóvenes que serán nuestro intento de héroes y, a la postre, merienda para los Aliens. Ellos quieren salir de la podredumbre a la que han sido abocados y se aventuran a una misión, casi suicida, para conseguir cápsulas de hiper sueño, las cuales les faciliten la huida de su terrible destino. Hasta aquí perfecto. La presentación es original, se disfruta y promete algo nuevo. De la pandilla de jóvenes destacan, de largo, los personajes de Rain (Cailee Spaney) y su “hermano” sintético Andy (David Jonsson). Este es un androide defectuoso. Fede no busca la sorpresa con este personaje como hicieron tantas películas de la saga. Sabemos que es un sintético desde el principio. El factor que le da un plus a Andy es la doble personalidad del personaje que lo hace realmente atractivo.

Ha pasado una hora de película y ya nos encontramos, al igual que sucedía en la Nostromo, encerrados en una nave espacial con nuestros amigos humanos, con los androides y con los Aliens. Muy de la saga, sin duda. A partir de aquí, un metraje siempre entretenido. Tiene garra y acompañamos a nuestros héroes con gusto. Le perdonamos a Fede algunas tonterías, pues el espectáculo es agradable. Un ejemplo: la nave cada cierto tiempo se pone en gravedad cero y todo comienza a flotar. Es un hecho interesante que será clave en el desarrollo de la trama. Fede, si tenemos tanto interés en el tema, no me pongas al entrar en el laboratorio un vaso lleno de agua, por favor. La gravedad no tiene tanta puntería.

A partir de aquí, los problemas del filme. Alien Romulus muestra desde su punto intermedio demasiada pleitesía al fan. Su director (o seguramente de los productores) busca la repetida fórmula de buscar que cada espectador relacione lo que ve con lo visto (y amado) en anteriores películas de la saga (en especial las dos primeras). El último tercio de la película es una asociación de ideas, de planos, de recursos, que ya hemos visto en otros filmes de la saga. Incluso hay un momento del metraje donde podemos interpretar que cambiamos de la claustrofobia que viven nuestros protagonistas, al igual que en Alien el octavo pasajero, a los músculos y adrenalina de Aliens el regreso. En la película de Cameron, los protagonistas eran expertos marines entre los que destacaba la eterna Vasquez (Jenette Goldstein). Aquí, para justificar que los chavales manejen expertas armas automáticas se nos dice que jugaban a videojuegos. A ve…para eso, no digas nada.

Llegamos a la parte final entretenidos, pero sin fuerza. La película está bien, pero su esmero en parecerse tanto a aquellas dos obras maestras, le resta puntos. Cuando, en su comienzo, Alien Romulus, era libre, nos gustaba más. Era nueva, original. El empeño en copiar escenas que antaño nos resultaron fascinantes hace que todas aquellas promesas iniciales se queden huecas, vacías, sin fondo. Las promesas incumplidas son las peores.

Salí del cine valorando, si cabe más, el tono serie b de Alien Resurrection de Jeunet o el Prometheus de Scott. Estos acercamientos a la saga aun siendo imperfectos, se perciben curiosas y contienen ideas en las que nos seguimos sumergiendo tiempo después de su visionado.

Con Alien Romulus pasaréis un buen rato un par de horas de vuestras vidas, pero tengo la sensación de que pronto, muy pronto, vosotros y yo, nos olvidaremos de la película como de tantas otras de la saga.

 

 

 

 

lunes, 19 de agosto de 2024

Mañana será otro día. Capítulo 31: La trampa

 

La trampa

En 1958, Don Alfred Hitchcock, nos mostraba, en el comienzo de una de sus numerosas obras maestras, Vértigo, a un detective, interpretado por James Stewart, corriendo junto a un policía por el tejado de un edificio. En un momento dado, nuestro protagonista, queda colgado en el canalón del tejado del inmueble, de al menos 6 pisos de altura. El agente, tratando de ayudarlo, cae al vacío. Nosotros, espectadores, gracias a esta escena inicial, entenderemos el miedo a las alturas que perseguirá al pobre detective. Lo más increíble de todo es que la escena acaba con Stewart colgado de ese tejado. Segundos después, ya en otra escena y lugar, la vida continúa para él como si nada. ¿Pero vamos a ver? ¿Pero cómo ha logrado salir de esa situación? Muy pocos seres humanos podrían hacerlo y, desde luego, James Stewart no tenía un cuerpo superdotado. ¿Qué hizo el amigo Alfred? Una trampa. Una que debemos aceptar. No nos la debemos plantear si queremos seguir disfrutando del metraje. Esta trampa, este agujero del guion, se encuentra al servicio del entretenimiento. ¿A qué viene todo esto? Para poder disfrutar de la nueva película de M. Night Shyamalan, tendréis que aceptar muchas trampas de guion; muchas de ellas mucho menos elaboradas que la anteriormente citada de Vértigo.

Shyamalan, a finales de los 90, nos ilusionó con su frescura y buen hacer. Todo gracias a su magnánimo éxito, El sexto sentido. Las alabanzas tras aquella sorprendente película, donde Bruce Willis nos brindaba uno de sus mejores papeles, con un giro de guion marca de la casa que a todos nos dejó boquiabiertos, hicieron que al bueno de Shyamalan se le pusiese a la altura de genios del séptimo arte como Alfred Hitchcock o Steven Spielberg. Estas comparaciones, desde luego, no ayudaron, más bien lo contrario (lo mismo le ocurrió a Alejandro Amenábar). Shyamalan no es un genio, pero sí un director realmente. En la primera parte de su carrera nos brindó títulos que todavía nos acompañan como referentes del cine de intriga y terror. El protegido, Señales, El bosque... En cada una de ellas Shyamalan se esforzaba en crear películas a la altura de El sexto sentido y, ¿por qué no?, rebasarla. Con todas ellas fuimos al cine para disfrutar de la sorpresa que, película sí, película también, aparecía como ilustre giro final.

Tras una época por el desierto, intentando ser lo que no era (véase After Earth o Airbender), el bueno de Shyamalan apareció en las pantallas de cine con proyectos más pequeños, mucho más cercanos a la serie b. En ellos había buenas ideas, bajos presupuestos y no eran pretenciosos. Así, en mi opinión, resurgió este director que por fin hace lo que mejor sabe hacer. Ahí tenemos La visita, Tiempo o Llaman a la puerta. Películas pequeñas, todas ellas muy entretenidas. Entre estas, la producción y dirección (junto a su hija), de la serie Servant, en mi opinión el proyecto más interesante que ha realizado en última década. Quienes la hayan visto recordarán para siempre el durísimo séptimo capítulo de la primera temporada, donde descubrimos, por fin, el por qué la madre de familia protagonista cuida de un muñeco “reborn” como si se tratase de su hijo. Buff, qué fuerte.

Y ahora, en nuestras salas, La trampa. Nos encontramos a un hombre (Josh Harnett) acompañando a su hija al concierto de la estrella del pop del momento. Ya en el enorme pabellón, el hombre descubre que todo el espectáculo es un gran operativo para cazar a un asesino en serie apodado “El carnicero”. Ya lleva 18 víctimas, todas asesinadas y descuartizadas. Este hombre, que parece un padre de familia ejemplar, es el famoso asesino en serie. Todo bien hasta aquí. Interesante la puesta en escena, también la trama y el punto de vista acompañando al “psycho killer”. Entonces,  ¿cuál es el problema? Problema ninguno. Lo que ocurre con La trampa es que deberemos hacer, mientras la visionamos, un ejercicio de “perdón” hacia el amigo Shyamalan, para poder disfrutarla. Perdonarlo por la cantidad de trampas que nos deja en el camino en forma de giros de guion. Algunos bien llevados, otros casi ridículos (además, en esta película, los ofrece sin tregua, sin dar un respiro). Perdonarle también a Shaymalan por el poco cuidado que tuvo con el guion, al cual le falta trabajo y pulido. Algunos diálogos no son para nada creíbles y crean cierta vergüenza ajena. Por último, perdonarle el amor de padre. La cantante de la función que se ve en la película es Saleka, una de las hijas de Shyamalan (la otra es Ishana, directora de la poco conseguida Los vigilantes. Una pena pues en Servant había rodado buenos capítulos). Es tal el amor por ella que la película, en ocasiones, parece una promoción de la figura de su hija. No sé si escucharemos como 8 o 9 temas musicales de ella. Si le perdonamos todo esto, nos encontramos con un thriller realmente entretenido, de los que nos sumergen en la historia sin titubeos. Si es así, durante 90 minutos nos iremos fuera de nuestra realidad y disfrutaremos en nuestra sala de cine. Por cierto, todos los personajes secundarios del filme están a trazo grueso; son bastante malos. En cambio, el personaje protagonista y su actor, Josh Harnett, está realmente bien.

La trampa es un buen producto de entretenimiento. Posee tantas virtudes como defectos. Si nos dejamos ir por la propuesta, logra que pasemos un buen rato e, incluso, si nos la encontramos en el futuro en alguna plataforma, casi con total seguridad, la volveremos a ver en alguna tarde de domingo de otoño.


lunes, 12 de agosto de 2024

Mañana será otro día. Capítulo 30: Longlegs

 

Longlegs

Debo de comenzar esta crónica cinematográfica dedicada a la sorprendente Longlegs hablando de su director, Oz Perkins. Su apellido, sin duda, es de los más reconocibles si hablamos de cine de terror. Su padre, Anthony Perkins, nos regaló el icónico personaje del asesino en serie Norman Bates de Psicosis. Norman, de manera enfermiza, asumía la personalidad de su madre para cometer sus terribles crímenes. Pues sí, Oz Perkins es hijo de esta leyenda del séptimo arte e, incluso, antes de comenzar su carrera como director (Longlegs es su cuarta película; todas ellas de terror) hizo sus pinitos como actor estrenándose, siendo niño, junto a su padre, en la segunda parte de la citada Psicosis (llamada en España El regreso de Norman). Esperen, todavía hay más Perkins en Longlegs. El hermano de Oz, Elvis Perkins, es el compositor de su banda sonora. Seca, fría, en ocasiones casi invisible, apoya a la perfección el tono lúgubre, terrorífico y triste de la película. Tuve la oportunidad, en el 2018, de acudir a uno de sus conciertos. Me cautivó con un estilo folk rock muy innovador. A modo de curiosidad decir que la vida de estos dos hermanos está marcada por las tragedias familiares. Su padre, Anthony Perkins, moría en 1992 a causa del Sida cuando apenas eran unos niños. Su madre, el 11 de septiembre de 2001, falleció cuando el avión en el que viajaba se estrelló contra las torres gemelas de Nueva York.

Una vez que conocemos a sus creadores (por cierto, Oz Perkins también firma el guion de la película), hablemos un poco, solo un poco, de la película, pues casi mejor acudir virgen a la sala de cine. Lee Harker (Maika Monroe) es una joven y muy talentosa agente del FBI. Tiene una especie de hiper intuición. Esta le facilita resolver con facilidad las misiones en las que se involucra. Le asignan un complicado caso de un asesino en serie. Los asesinatos siempre han tenido la misma pauta. Una familia al completo ha sido asesinada por el padre de familia para luego este suicidarse. Han sido 10 familias a lo largo de tres décadas. Lo más extraño de todo es que en cada una de las masacres efectuadas por el padre de familia, aparecieron en las escenas del crimen misteriosos mensajes los cuales demuestran la relación entre cada uno de los casos, más allá de la distancia entre las familias asesinadas, el año en que se han cometido o el hecho de que haya diferentes ejecutores.

Longlegs, desde el inicio, perturba al espectador con un ambiente pesadísimo, angustioso, desesperanzado. No hay una sonrisa a lo largo de la película; miento, mediada la cinta sonríe la madre de la protagonista y se hace extraño e incómodo. Tal gesto no cabe en el mundo que se nos presenta. Oz Perkins, para lograr tal ambiente, se apoya en unos peculiares tonos de fotografía y sobre todo en unos planos, fijos y generales, perfectamente montados, con los cuales nos sumerge, escena tras escena, en el oscurísimo universo creado. Todo fluye bien engrasado en el transcurso de la investigación, y también del filme, hasta que por fin conocemos al asesino en serie. No podía ser interpretado por otro actor. Nicolas Cage, una vez que lo vemos, permanecerá, tras el visionado de Longlegs, en nuestros recuerdos como uno de los monstruos más terribles contemplados en una pantalla de cine. Lo logra apareciendo apenas unos 10 minutos en la película, al igual que ocurrió en su día con el Hannibal Lecter de El silencio de los corderos. Nicolas Cage también produce la película y así podemos entender que este monstruo es creación suya, solo suya. Con su actuación, Cage eleva la película, ya de por sí interesante. Nicolas Cage, en los últimos años, ha demostrado que ha regresado a su mejor versión, apostando en muchas ocasiones por directores prometedores. Él, así, ha aportado la financiación y algunas de sus mejores interpretaciones (Dream Scenario, El insoportable peso de un talento descomunal, Pig, Mandy…). Su asesino de Longlegs será recordado para siempre. Sería imposible tal histrionismo y mal rollo si fuese interpretado por otro actor, fuese quien fuese.

Longlegs es una propuesta certera. Sabe a dónde quiere ir y te mantiene pegado a la pantalla hasta su desenlace. La investigación inicial de la agente Lee pasa a terrenos de terror puro en la segunda parte del metraje. En todo momento resulta interesante y lo que vemos nos provoca una enfermiza curiosidad. En Longlegs resuena el eco de producciones como El silencio de los corderos, Seven o Hereditary. También, quienes hayan jugado al videojuego Alan Wake 2, encontrarán escenas prácticamente calcadas. Estas cercanías, sea en planos, personajes o giros de guion, en ocasiones se hacen demasiado evidentes y junto a un desenlace un tanto precipitado, hacen que la propuesta no llegue al sobresaliente. El homenaje, la cita, en ocasiones es demasiado evidente. Lo que podría ser virtud se convierte en defecto por exceso de forma. Aun así, la película se mantiene sólida y no queda otra que dar las gracias a Nicolas Cage por el regalo (en conjunto) brindado.

Longlegs es una nueva demostración de que con buenas ideas, mucho trabajo y mucha imaginación se puede compensar un ajustado presupuesto. Es cierto que estas semanas se habla de las exuberantes cifras recaudadas por la entretenida Deadpool y Lobezno. Costó 200 millones de dólares y va camino de los 1000 millones recaudados. Longlegs, con un presupuesto de 10 millones de dólares, lleva recaudados el día que esto escribo 80 millones solamente en Estados Unidos. Echen cuentas.