Alien Romulus
La saga de Alien, sin duda, es una de las más influyentes del séptimo arte. En 1979, su director, Ridley Scott nos encerró en la nave Nostromo junto al metamórfico monstruo espacial y la inmensa heroína Ripley. El cine de ciencia ficción, desde entonces, no ha vuelto a ser el mismo. La increíble epopeya ideada por Dan O´Bannon junto a los fálicos diseños imaginados por H.R. Giger marcaron un antes y un después en el imaginario espacial y, como había ocurrido en el caso del Tiburón de Spielberg, crearon un nuevo monstruo para habitar nuestras pesadillas. Siete años después, James Cameron, en Aliens, supo darle una vuelta de tuerca a la historia, ampliar majestuosamente el universo creado por Scott, convertir el terror en acción y transformar a Ripley ya en una súper heroína, con traje mecánico y todo. En la secuela llegaba a luchar mano a mano contra una madre Alien (monstruo también magnificado y maravillosamente personalizado para la ocasión). Desde aquella, década tras década, han ido apareciendo diferentes secuelas más o menos acertadas, pero que nunca llegaron a la excelencia de estas dos maravillas del cine fantástico y de terror. Cada quien puede tener su favorita. Las dos son joyas y, sin duda, debemos agradecer a Scott lo servido y a Cameron el haber realizado una secuela a la altura de su predecesora. Por cierto, Aliens tuvo 7 nominaciones a los premios Óscar. Se llevó dos estatuillas de carácter técnico pero también estaba nominada Sigurney Weaver como mejor actriz principal. Digo esto porque los grandes premios nunca tienen en cuenta las películas de género y el trabajo interpretativo que se realiza en ellas. Nuestra teniente Ripley se merecía ese Óscar.
En 2024, junto a una inmensa promoción, aparece en nuestras salas de cine la novena parte de la franquicia (si incluimos los dos filmes donde Alien se enfrentaba a Predator). La carta de presentación no es mala. Su director, Fede Álvarez, nos sorprendió con el oscurísimo remake de Evil Dead y nos hizo disfrutar con su original No respires. Ya no tenemos a Sigurney, pero ante nosotros aparece la actriz Cailee Spaeny. Esta nos deslumbró en el Civil War de Alex Garland. Para mí, de largo, la mejor película de este año (ojalá haya alguna sorpresa durante el otoño).
Comienza la película. Promete. Mucho, la verdad. Nos encontramos en una triste y dura estación espacial. Sus ciudadanos malviven en ella, trabajando, trabajando y trabajando más. Todo lo que vemos es físico, real y muy fiel al universo presentado (sobre todo) en el Aliens de Cameron. Se agradece el cuidado diseño de producción. También nos alegra la bonita presentación de la pandilla de jóvenes que serán nuestro intento de héroes y, a la postre, merienda para los Aliens. Ellos quieren salir de la podredumbre a la que han sido abocados y se aventuran a una misión, casi suicida, para conseguir cápsulas de hiper sueño, las cuales les faciliten la huida de su terrible destino. Hasta aquí perfecto. La presentación es original, se disfruta y promete algo nuevo. De la pandilla de jóvenes destacan, de largo, los personajes de Rain (Cailee Spaney) y su “hermano” sintético Andy (David Jonsson). Este es un androide defectuoso. Fede no busca la sorpresa con este personaje como hicieron tantas películas de la saga. Sabemos que es un sintético desde el principio. El factor que le da un plus a Andy es la doble personalidad del personaje que lo hace realmente atractivo.
Ha pasado una hora de película y ya nos encontramos, al igual que sucedía en la Nostromo, encerrados en una nave espacial con nuestros amigos humanos, con los androides y con los Aliens. Muy de la saga, sin duda. A partir de aquí, un metraje siempre entretenido. Tiene garra y acompañamos a nuestros héroes con gusto. Le perdonamos a Fede algunas tonterías, pues el espectáculo es agradable. Un ejemplo: la nave cada cierto tiempo se pone en gravedad cero y todo comienza a flotar. Es un hecho interesante que será clave en el desarrollo de la trama. Fede, si tenemos tanto interés en el tema, no me pongas al entrar en el laboratorio un vaso lleno de agua, por favor. La gravedad no tiene tanta puntería.
A partir de aquí, los problemas del filme. Alien Romulus muestra desde su punto intermedio demasiada pleitesía al fan. Su director (o seguramente de los productores) busca la repetida fórmula de buscar que cada espectador relacione lo que ve con lo visto (y amado) en anteriores películas de la saga (en especial las dos primeras). El último tercio de la película es una asociación de ideas, de planos, de recursos, que ya hemos visto en otros filmes de la saga. Incluso hay un momento del metraje donde podemos interpretar que cambiamos de la claustrofobia que viven nuestros protagonistas, al igual que en Alien el octavo pasajero, a los músculos y adrenalina de Aliens el regreso. En la película de Cameron, los protagonistas eran expertos marines entre los que destacaba la eterna Vasquez (Jenette Goldstein). Aquí, para justificar que los chavales manejen expertas armas automáticas se nos dice que jugaban a videojuegos. A ve…para eso, no digas nada.
Llegamos a la parte final entretenidos, pero sin fuerza. La película está bien, pero su esmero en parecerse tanto a aquellas dos obras maestras, le resta puntos. Cuando, en su comienzo, Alien Romulus, era libre, nos gustaba más. Era nueva, original. El empeño en copiar escenas que antaño nos resultaron fascinantes hace que todas aquellas promesas iniciales se queden huecas, vacías, sin fondo. Las promesas incumplidas son las peores.
Salí del cine valorando, si cabe más, el tono serie b de Alien Resurrection de Jeunet o el Prometheus de Scott. Estos acercamientos a la saga aun siendo imperfectos, se perciben curiosas y contienen ideas en las que nos seguimos sumergiendo tiempo después de su visionado.
Con Alien Romulus pasaréis un buen rato un par de horas de vuestras vidas, pero tengo la sensación de que pronto, muy pronto, vosotros y yo, nos olvidaremos de la película como de tantas otras de la saga.