Tiburón (1975)
El 5 de julio de 1974, tres hombres salían del puerto de Amity a cazar un tiburón a bordo de la embarcación “Orca”. No era un tiburón cualquiera. Era un tiburón blanco de 8 metros y tres toneladas que, hace casi 50 años, cambió la imagen de este noble animal convirtiéndolo, casi al instante, en un auténtico monstruo.
Todo es icónico en Jaws (sí, la traducción del nombre original es mandíbulas, pero aquí se estrenó como Tiburón y ya nos es imposible asociarla a otro nombre). Antes de nada, su director, de aquella casi un novato, llamado Steven Spielberg. Había rodado para cine Loca evasión, pero ya antes había destacado en algunos capítulos de la mega conocida serie Colombo y sobre todo con su telefilme Duel, aquí llamada El diablo sobre ruedas (1971), una auténtica joya, cercana, en muchos aspectos, a la película que hoy os traigo a esta sección cinematográfica.
Steven había cogido la novela homónima del escritor Peter Benchley, que había salido en 1974 creando sensación. La había ido desmenuzando hasta apenas conservar la última parte de esta, es decir, donde los protagonistas se introducen en el océano en busca del tiburón que, poco a poco, se había estado merendando a los habitantes de la isla de Amity. Esta última parte de la historia contiene una épica muy cercana a la de clásicos como Moby Dick (Melville) o El viejo y el mar (Hemingway).
La película comienza con el jefe de la policía de la localidad, Brody (Roy Scheider). Está realmente preocupado por los ataques que están sufriendo los bañistas de su isla. Quiere cerrar las playas, pero el alcalde no le deja. La localidad vive del turismo estacional y sería una catástrofe económica. Brody le tiene pánico al mar. En un momento dado le preguntan por qué con semejante miedo vive entonces en una isla. Él responde que solo si estás en el mar se sabe que es una isla. Tiene razón. El enorme pez sigue atacando y este hecho atrae a la zona al biólogo especialista Hooper (interpretado por un jovencísimo Richard Dreyfuss) y a un caza tiburones, prácticamente un pirata de antaño, llamado Quint (Robert Shaw).
Tenemos ante nosotros dos películas en una. En la primera veremos los entramados políticos que impiden a Brody salvar la vida de sus vecinos. También, poco a poco, gracias a la música de John Williams, iremos conociendo a ese nuevo asesino de colmillos puntiagudos. La melodía de Tiburón es de las melodías más reconocibles del séptimo arte. Spielberg, en esta primera parte de la película, demuestra ser un alumno aventajado de Alfred Hitchcock. No nos muestra al animal. Da más miedo una puerta entreabierta, lo que nos imaginamos tras ella, que el hecho de abrirla por completo y presenciar a la criatura. La imaginación humana es portentosa. En casi todos los ataques, nosotros somos, de manera subjetiva, el animal. Crea así incómodas imágenes repetidas hasta la saciedad en el futuro. Un contrapicado dentro del mar, a partir del estreno de Tiburón, significará ya para siempre peligro. Nuestro cerebro más primitivo nos indicará que esas juguetonas piernas pueden desaparecer de un momento a otro. También encontramos, en una escena en la playa de lo más paranoica, un zoom inverso del rostro del sheriff Brody al estilo de Vértigo. Brutal.
La segunda parte de la película nos dirige al océano. Spielberg conoció así, de primera mano, la locura de rodar en mar abierto y no en un estudio (Kevin Costner repetiría experiencia en Waterworld y, de alguna manera, acabaría con la carrera que tenía hasta ese momento). Se eternizó el rodaje y las maquetas de los tiburones se estropeaban constantemente. Mejor. Los problemas los convirtió en virtudes. Apenas mostró el tiburón al final de la película y este hecho la hace especial.
A bordo del barco del pirata Quint, “Orca”, nos adentraremos en el océano en busca de ese monstruo que acecha la costa de Amity y que, a partir del estreno del film, habitará en las pesadillas de tantos y tantos espectadores.
Antes de la caza, Brody, Quint y Hooper se emborrachan. Es la calma que precede al temporal. Quint y Hooper en un momento de hombría se enseñan sus cicatrices. La más dolorosa, dice Hooper, se la hizo una mujer que le arrancó de cuajo el corazón. Quint les cuenta un suceso que le ocurrió al regresar de transportar la bomba atómica en la segunda guerra mundial. Se encontraba bordo del acorazado Indianápolis. El barco fue abatido por un submarino japonés y 1200 hombres cayeron al mar, en espera de auxilio. Al rescate solamente llegaron los tiburones. 800 hombres fueron devorados en los días posteriores al hundimiento del barco. Él fue uno de los pocos supervivientes. Quint se recrea mientras nos cuenta tan fatídica experiencia. Odia a los tiburones desde aquella y ha dedicado su vida a cazarlos sin contemplación. Es algo personal. La que cuenta es una historia real, por cierto.
A partir de aquí la guerra contra ese fenómeno de la Naturaleza, convertido en monstruo desde el estreno de la película hace casi 50 años. El cartel, también icónico, lo seguimos llevando en nuestras camisetas. Tras Tiburón se realizaron infinidad de películas de animales asesinos; ninguna tan buena como de la que hablamos.
El 5 de julio de 1974, tres hombres salían del puerto de Amity. Lograron matar al tiburón, pero, de alguna manera, crearon un monstruo.
Tras el estreno de la película cambiaron dos asuntos. El primero fue que Steven Spielberg se convirtió en el director más deseado para los estudios. Tendría, a partir de ese momento, carta blanca para lo que quisiese hacer. El presupuesto ya no iba a tener ningún tipo de límite. Había convertido 13 millones de dólares de la época en casi 500. Todo lo que tocaba se convertía en oro. Con este éxito comenzó a pensar en extraterrestres…Encuentros en la tercera fase sería su siguiente película, también con Richard Dreyfuss. El segundo cambio, tras Tiburón, le pertenece a la industria de Hollywood. Hicieron una gran promoción de la película que incluía infinidad de merchandising y multitud de anuncios televisivos. A partir de este estreno veraniego, todos los años, la industria, tiene preparado un lote de películas que pelean por ser la película del verano.
Tiburón, un clásico entre los clásicos.
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