Un lugar tranquilo: Día 1
Qué gran año el 2018 para el Cine. Todavía no había aparecido ese maldito virus que se llevó por delante a tantas y tantas personas, transformó nuestra normalidad (ya extraña de por sí) y, de alguna manera, dio un empujón hacia el vacío a las amadas salas de cine. Cierto que las plataformas ya habían cogido mucho terreno en nuestros hogares anteriormente, pero, sin duda, esa época en la que tuvimos que pasar tiempo en casa ayudó a moldear nuevos hábitos. Peleemos por nuestros cines. La experiencia televisiva, por muy grande que sea la pantalla de nuestra morada, nunca es igual ni se le acerca.
Ese 2018, los amantes del género de terror, y del cine en general, nos alegrábamos ante dos estrenos cinematográficos que marcaban un antes y un después para el cine de género del siglo XXI. El nuevo cine de terror ofrecía buenas ideas, mucha imaginación y muy buen hacer con bajísimos presupuestos.
Por un lado, el estadounidense Ari Aster se daba a conocer mundialmente con su primer largometraje, Hereditary (10 millones de dólares de presupuesto). Con él nos “volaba la cabeza” (ups, no debería haber utilizado esta expresión para hablar de esta película) abriendo el (mal) llamado terror elevado y presentándose ante nosotros como un director con gran proyección y, sin duda, a seguir. Por otro lado, casi a la par, se estrenaba una pequeña película dirigida por John Krasinski, más conocido como actor (The office, por ejemplo) que por su faceta como director. Un lugar tranquilo se llamaba la película. Aparte de dirigirla, la protagonizaba. Él como padre de familia. A su mujer la interpretaba Emily Blunt, también su mujer en la vida real. Como veis, un proyecto de lo más familiar. Con 17 millones de dólares de presupuesto (ínfimo para la industria estadounidense), logró recaudar 340 millones de dólares en todo el mundo. Todo un bombazo. La película nos cuenta las andanzas de la familia Abbott, tiempo después de la llegada al planeta tierra de una raza de alienígenas que ha diezmado la población mundial. Estos extraterrestres no ven, pero tienen un oído súper fino con el cual descubren con facilidad a sus presas. Esta familia sobrevive, apartada del mundanal ruido, en una finca del estado de Nueva york. Se comunican gracias al lenguaje de signos, conocido por la familia debido a que una de las hijas, Regan, interpretada por Millicent Simmonds, es sorda. La actriz también lo es en la vida real y este hecho se percibe durante todo el metraje y es uno de los grandes filones de la película. Habiendo monstruos, que los hay, y un terror atmosférico realmente agobiante, Un lugar tranquilo es una película que trata sobre el cuidado de la familia. Del sacrificio de los padres hacia sus hijos que, sin duda, puede llegar hasta los límites. Peliculón y toda una sorpresa. PD: La escena del parto en silencio de Emily Blunt ha quedado grabada en la memoria de cada una de las personas que han disfrutado el film.
Ante el éxito recibido por crítica y público, no tardó mucho en llegar una secuela más enfocada a la acción. Sin la capacidad de sorpresa de la primera, continuaba la historia de supervivencia de la familia Abbot y, la verdad, aparte de entretener, poco nos decía.
De repente se anuncia esta tercera parte de la saga: Un lugar tranquilo: Día 1. Krasinski solamente se queda con las funciones de productor y guionista. De primeras el proyecto asustaba, pero no por los monstruos. Un halo de esperanza surge cuando vemos que el director elegido para la ocasión es Michael Sarnoski. Su primer trabajo había llegado de la mano de Nicolas Cage en el 2021 y nos había sorprendido gratamente. Se llama Pig y la podéis encontrar en las plataformas más populares. En este film se nos cuenta el secuestro de la cerda de un magnífico cocinero retirado (Cage). Él se marcha en su búsqueda. Parece una historia de venganza y mamporros (a lo Mandy, 2018, también con Cage) que se convierte según avanza en un maravilloso tratado sobre el duelo. Buenísima. Pig es todo lo que parece que no va a ser.
Un lugar tranquilo: Día 1 pertenece al mismo universo que las dos películas anteriores de la saga, pero en ella aparecen nuevos personajes con los que asomarnos a los primeros días de la llegada de los extraterrestres. Nueva York es una protagonista más. Comparte planos con los excepcionales Lupita Nyongó (ganadora del Óscar por 12 años de esclavitud) y Joseph Quinn (popular por interpretar a Eddie en la última temporada de Stranger Things. Sí, el chavalito que interpreta el tema de Metallica: Master Of Puppets).
Lupita tiene que sobrevivir al ataque alienígena casi sin ganas. Tiene los días contados. Es joven pero un cáncer terminal está acabando con ella, al igual que hizo con su padre cuando apenas era una niña. Cosas del destino. La depresión la tiene cautiva y para qué sobrevivir con tales perspectivas... En la segunda escena de la película nos vemos envueltos en el primer ataque alienígena a la tierra. Terriblemente espectacular; nunca lucieron tanto como aquí los alienígenas en la saga. Las imágenes de este nuevo Nueva York nos recuerdan a las vistas del inolvidable ataque a las torres gemelas en el 11-S. Lupita y Quinn, los dos juntos, son conscientes a lo largo de los 100 minutos que dura el metraje (perfecto, gracias), que quizás mañana estarán muertos, pero hoy no, hoy están vivos y eso es lo único importante. De esto realmente trata la película, de aprovechar cada uno de los suspiros que emitimos. El mañana nunca existe. Viéndola en el cine apareció en mí el recuerdo de mi abuela. Pocas horas antes de morir, ya muy desgastada por los años, disfrutaba de unas jugosas gominolas italianas. Estaba viva.
Entremezclada con unos impresionantes “sets pieces” de acción, encontramos un precioso y maravilloso drama de supervivencia. La pareja protagonista se luce en todo momento. El director Michael Sarnoski nos ofrece algunas escenas propias del mejor cine mudo (véase la escena del pub). Recuerden que en este mundo no se puede hablar ni emitir sonidos. Muy emocionante, al finalizarla ya no sabemos si fue mejor esta tercera parte o la película que iniciaba la saga. Ya con reposo, creo que las dos son muy diferentes y absolutamente complementarias. Cierto que en esta tercera parte también actúa un gato y lo hace realmente bien.
Por cierto, en la última escena de la película escuchamos el eterno tema de Nina Simone: Feelin Good. En pocas películas hemos escuchado un tema musical que encaje de manera tan precisa con las imágenes que llegan a nuestros ojos. Perplejo, inmóvil, me quedé un buen rato pegado a mi butaca. Vayan a verla.
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