domingo, 14 de julio de 2024

Mañana será otro día. Capítulo 26: Matar un ruiseñor

 

Matar un ruiseñor (1962)

En 1960 Harper Lee publicaba Matar un ruiseñor, única novela que escribió en sus 89 años de vida (Ve y pon un centinela se publicó poco antes de su muerte, pero no deja de ser un primer borrador de la anteriormente citada). Ganó el premio Pulitzer y se convirtió en un gran best seller leído por decenas de millones de personas. Es una maravilla, sin duda una obra maestra de la literatura. Harper Lee novelaba su infancia y la transformaba en una ficción absolutamente real. Qué gran escritora.

Dos años después, en 1962, Robert Mulligan la adaptó al cine y fue nominada a 10 estatuillas. Se llevó tres de los Óscar principales. Otra obra maestra, esta vez del séptimo arte. Completa el trío de ases, la novela gráfica del mismo nombre, adaptada por Fred Hormam en el 2018.

Maycomb, Alabama, principio de los años 30 del siglo pasado. Dos hermanos, Scout y Jem (de 6 y 10 años cuando comienza la historia), entablan amistad con Dill, recién llegado a Maycomb que, tras este primer verano, los irá acompañando en esta temporada estival y en su crecimiento. Si el personaje de Scout representa a la propia escritora, Lee Harper, el de Dill resulta ser el escritor Truman Capote, amigo desde la infancia de Harper.

Lee Harper narró como nadie la visión infantil del trío protagonista. Reconoces las voces infantiles en el relato. No son ñoñas, no son estúpidas, son simplemente infantiles. Mágico y dificilísimo. La primera parte de la obra sigue a estos tres jóvenes protagonistas en la búsqueda de respuestas al caso del misterioso Boo Radley. Este, de joven, tuvo problemas con la policía y sus padres. Estos últimos, fervientes religiosos, lo mantuvieron prisionero en su hogar. Ya nadie sabe de él y en el pueblo, con el paso del tiempo, se ha creado toda una mitología sobre su figura.

Los niños no paran de tener trepidantes aventuras. Mientras, en escena, poco a poco, con toda la calma del mundo, comienza a emerger uno de los mejores y más increíbles personajes secundarios que ha dado la literatura: Atticus Finch, el padre viudo de Scout y Jem. Atticus, en la película del 62, es interpretado con grandiosidad por Gregory Peck. En el film, Atticus ya no es secundario. Mulligan sabiendo, sin duda, que tenía una auténtica joya entre las manos, decidió ponerlo en el mismo nivel (y en muchos parajes de la película por encima) que el de los propios niños. El estrellato de Gregory Peck seguro que también influyó en esto.

Atticus es el personaje de la razón, de la amabilidad, de la templanza por excelencia. El padre que todos quieren tener y que Scout y Jem irán poco a poco descubriendo, pues al fin y al cabo esta es una historia de descubrimientos.

Un día, con la inocencia que le caracteriza, Scout, le preguntará a su padre por qué es tan viejo (ronda los 50). Atticus le responde que es muy viejo porque empezó a vivir muy tarde. Quizás mi recién llegado hijo Álex, un día, me haga la misma pregunta. Por suerte, ya tengo respuesta.

Comienzan a insultar a los hermanos en la escuela cuando su padre, honrado abogado, de los que cobran de los más necesitados en especias, comienza a defender a un hombre negro acusado de violación. Scout, día sí, día también, se mete en peleas a causa de este hecho. Atticus le pide que, por favor, no se pelee. Al fin y al cabo, esos niños no saben lo que hacen. Ella le pregunta por qué defiende a ese hombre si por ello, todo el mundo, se pone en su contra y en la de sus hijos. Él dice que no todo el mundo lo odia. Calpurnia, mujer negra que trabaja en su casa, está contenta con este hecho. De todas formas, le dice a Scout que él lo defiende porque si no lo hiciese, no podría mirarlos a ellos, a sus hijos, a los ojos. También le dice a la pequeña que no hay opciones, que va a perder el juicio. Entonces, ¿por qué lo haces?, pregunta la niña. “El hecho de saber que hayamos perdido la batalla de antemano, no es motivo para que no intentemos vencer”.

Scout descubre un día, ante un perro rabioso, con un rifle en sus brazos, que su padre es el mejor tirador de Maycomb. Nunca lo había visto con un arma, mientras el resto del pueblo presume de ellas. Su hermano Jem entiende por qué nunca les había hablado de esta facultad: “Un hombre de bien no se enorgullece de sus talentos”. Jem crece frente a los ojos de Scout. El padre también le explica que él no quiere armas porque no quiere utilizarlas. Ese día también descubren que se pueden cazar todo tipo de pájaros, excepto a los ruiseñores. Estas pequeñas aves no se comen los huertos ni anidan en los graneros de maíz, lo único que hacen los ruiseñores es cantarnos para alegrarnos la vida.

La parte final de la historia se bifurca en dos.  Por una parte, la resolución del juicio del negro Tom, donde los pequeños, sentados en el público junto a la población de color de Maycomb, descubren el magnífico abogado que es su padre, desmontando toda la falsa acusación al negro Tom. También verán con sus propios ojos el injusto sistema en el que viven, lleno de clasismo, machismo y racismo. Y entre todo eso…su padre Atticus, una persona repleta de dignidad. Cuando el juicio ha finalizado, encontramos a Scout, tras escuchar la sentencia, pulverizada. Solamente quedan en el juzgado las personas de color y ellos. De repente, le exclaman: “Scout, levántate”. ¿Por qué?, pregunta ella. “Su padre abandona la sala”.

La resolución del juicio se entrelazará con el caso que los críos llevan años escarbando. Boo Radley (interpretado por un jovencísimo Robert Duvall) saldrá por fin de casa y, curiosamente, lo hará en ayuda de los niños. Será el único día que Scout lo vea en su vida. La pequeña comprenderá que Boo Radley no sale de su casa porque no quiere. No puede enfrentarse a un mundo en el que constantemente sería señalado por ser diferente. A Scout todavía le queda un aprendizaje. Para salvar al pobre Boo, su padre y ella, van a tener que mentir. A los dos les cuesta, pero no hay otra opción. El bien, en ocasiones, no es cómo lo imaginamos. Scout, la cual bebe y bebe de su padre en valores, en personalidad, en claridad, en amabilidad, en empatía…percibe que es lo justo. Si no lo hacen, de alguna manera, acabarán con el pobre Boo…

Sería, como bien dice Scout, como matar un ruiseñor.

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