El castillo ambulante (2004)
Regresa a las pantallas de nuestros cines la maravillosa película de animación, realizada por el genio Miyazaki, El castillo ambulante. A dos décadas de su estreno, la distribuidora Vértigo films ha decidido reestrenarla en salas por su aniversario, como hizo hace pocas semanas con otro clásico del director: Nausicaa del valle del viento (en el caso de esta película eran 40 los años cumplidos).
Un año después del éxito de Nausicaa, en 1985, Hayao Miyazaki y su amigo Isao Takahata fundan los estudios Ghibli, los estudios de animación más famosos en todo el mundo oriental. Takahata nos había traído a nuestros ochenteros televisores series que nos hicieron reír y llorar como Heidi y Marco. Marca de la casa. Todo el mundo, con una edad, las ha visto y pocas de estas personas saben el nombre de su autor.
Los dos artistas, con el paso del tiempo, han ido sacando sus obras bajo el paraguas del estudio Ghibli. Mis favoritas de Miyazaki son Mi vecino Totoro(1988), La princesa Mononoke (1997) y El viaje de Chihiro(2001). De Takahata lo tengo claro. Hay un filme que destaca en su filmografía. Su visionado lo considero fundamental para comprender lo que supone una guerra y sus consecuencias. Estoy hablando de La tumba de las luciérnagas (1988). Este filme, tan lleno de amor como de dureza y tristeza, fue estrenado en su momento en sesiones dobles junto a Mi vecino Totoro, la obra más amable de los estudios Ghibli. No sé a quién se le ocurrió, la verdad. Las caras de los pobres espectadores (no quiero pensar en la de los más pequeños de las salas) al finalizar la sesión debieron de ser un poema. En mi opinión, sin duda, es un filme necesario, una obra maestra del cine y de la animación. Aun así, debe de ser visto a una edad donde haya suficiente madurez (hacia los 12 años) y acompañado de una persona adulta, que con anterioridad haya visto la película. Un infante no debe recorrer el viaje (hacia la muerte) de Seita y Setsuko en soledad. El adulto debe estar junto a él para responder a las preguntas que vayan surgiendo al verla. La tumba de las luciérnagas requiere de diálogo y reflexión para que la experiencia no se convierta en traumática. Si Pixar hace películas tanto para niños como para adultos desde hace unos cuantos años, Ghibli las ha realizado desde su fundación.
Miyazaki, en la edición del 2002, había ganado el Óscar a la mejor película de animación por El viaje de Chihiro. Estaba en la cima de su carrera. El castillo ambulante, su siguiente trabajo, apenas estrenado dos años después de Chihiro, comparte ideas con su hermana mayor. Si el anterior filme de Miyazaki bebía con claridad de Alicia en el país de las maravillas, en este caso la historia de referencia es El mago de Oz. Encontramos al mago Howl al que le falta el corazón, un espantapájaros nos acompaña en determinados momentos de la aventura y también está la bruja del páramo.
Sophie es una joven sombrerera. Un día se cruza con la bruja del páramo y esta le lanza un hechizo que la convierte en una anciana de casi 90 años. Así comienzan las aventuras de Sophie, en busca de su juventud perdida. Es patético encontrarse a personas intentando recuperar una juventud que no disfrutaron (podrás cambiar de vida, tener diferentes experiencias, … pero los tiempos de cuerpos tersos y sin arrugas nunca van a volver), pero es más triste ver a la pobre Sophie en la búsqueda de una juventud que nunca tuvo, que no pudo disfrutar porque se la han arrebatado. Por este motivo se dirige al castillo ambulante de Howl, conocido mago de un mundo imaginario con sorprendentes máquinas futuristas que funcionan a vapor.
Como siempre, en las historias de Miyazaki, el género de los protagonistas no los definirá. Sophie es mujer. En ocasiones es una aventurera, en otras tiene miedo. A veces es simpática, a veces insoportable. Howl es egocéntrico, caprichoso, pero también bueno y honorable. Hasta la bruja del páramo, que se nos presenta como malvada, tiene sus aspectos positivos y será parte fundamental de toda la historia. Miyazaki nos regala en sus apasionantes mundos personajes tan mágicos como imperfectos. Como la vida misma…Los que parecen enemigos para siempre…se ayudan y se protegen. Hayao Miyazaki es un ser humano impresionante. Desprende humanidad por cada uno de sus poros. Sus películas nos enternecen y nos enseñan la magia que también habita en nuestro mundo y, sobre todo, en las personas que formamos parte de él.
El castillo ambulante es de las mejores películas de los estudios Ghibli. Una joya que, sin duda, vale la pena disfrutar de nuevo en pantalla grande. Si no está en el altar de las otras producciones anteriormente citadas, es por poco, medio peldaño por debajo; sin más. Además, como en casi cada una de las películas de Miyazaki, cuenta con la impresionante música del compositor Joe Hishaisi, el “Ennio Morricone asiático” que sabe tocar todos los géneros y que, siempre sale triunfador de la tarea en la que se ha sumergido. Hishaisi ha sabido meternos en los mundos oníricos del maestro Miyazaki, tanto como lo hizo en las películas de mafia de otro maestro japonés como es Takeshi Kitano. Qué grande.
Para finalizar, recomendaros también el visionado de El chico y la garza (2023), la última película del maestro Miyazaki en la que, de alguna manera, revisa toda su obra y en la que incluso se concede uno de los papeles protagonistas.
Y decían que los dibujos animados eran para niños…
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