jueves, 20 de marzo de 2025

Mañana será otro día. Capítulo 58: Un completo desconocido.

 

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Un completo desconocido

Lo reconozco, no me gustan los biopics. En demasiadas ocasiones, este género, presenta productos encorsetados, en los que se perciben multitud de miedos en torno a lo que se pretende contar, no vaya a ser que se nos enfaden los descendientes o los espectadores ante la figura de turno. La estructura de estos, en demasiadas ocasiones, es casi idéntica y, con facilidad, podemos prever el porvenir de la película en cuestión. Es cierto que, cuando se trata de una figura musical, es de agradecer escuchar temas musicales con el buen equipo de sonido que nos ofrece el cine. Un ejemplo de esto serían los biopics de Bob Marley, de Amy Winehouse, o incluso el de Queen. Aunque “reguleros”, tenían una soberbia banda sonora. Dicho esto, decir que Un completo desconocido, película que recrea los años mozos de Bob Dylan (de 1961-1965) donde, tras llegar a la cumbre como cantante folk, se va acercando, poco a poco, al mundo del rock, me ha encantado. La he disfruta mucho e, incluso, por momentos, me ha emocionado.

Dirige el filme James Mangold, artesano de Hollywood que, aun siendo hombre de industria, ha dirigido un puñado de muy buenas películas: El tren de las 3:10, Inocencia interrumpida, Logan, En la cuerda floja… El director se acerca a la historia desde una estructura clásica, pero la deja respirar, centrándose en lo especial del personaje que aborda. Acierta al apoyarse en lo mejor que tiene entre sus manos:  el material musical de Bob Dylan, el cual nos ha dejado infinidad de himnos a lo largo de su carrera y los actores y actrices con los que protagonizan la cinta. Así, los 141 minutos que dura la película, pasan en un abrir y cerrar de ojos.

Mónica Barbaro nos ilumina interpretando a una joven Joan Baez, icono de la música folk y que tuvo un idilio de diferentes episodios con el cantante (y actor en la maravillosa Pat Garret y Billy el niño de Sam Peckinpah. En ese filme, además de dar vida al extraño Alias, componía la banda sonora que incluía, para la ocasión, el clásico Knocking on heaven´s door). Edward Norton sorprende con su interpretación del veterano cantante Pete Seeger. Nunca lo habíamos visto en este registro. Lo domina a la perfección. Cuesta, en muchos momentos, reconocerlo. Y luego está Timothée Chalamet. Sin él, no podría construirse este filme. Tras haberlo visto en grandes papeles en Dune, Call me by your name o Hasta los huesos, nos asombra desde el primer minuto de metraje. Timothée, como él mismo ha declarado, quiere estar entre los más grandes y, a ciencia cierta, si continúa este camino, lo va a conseguir. No pretende copiar a Bob Dylan, intenta creerse él, sentirse como él en los momentos de composición, en aquellos años donde la fama comenzó a acosarle, donde la juventud se mezclaba con el emergente éxito. Según avanza el filme, sentimos como acertado que tanto Mangold como Chalamet no pretendan explicar a un personaje, absolutamente poliédrico, como Bob Dylan. Sería imposible intentar formarnos una idea de un ser que, al largo de su dilatada carrera, ha ido cambiando de máscara cuando le ha venido en gana, que se ha subido a los escenarios en ocasiones con pasión y otras veces a espaldas de un público que nunca lo ha logrado comprender del todo. Un completo desconocido se centra en que disfrutemos de un artista de este calado que, en los cuatro años que transita el filme, fue capaz de escribir eternos himnos como Blowin´ in the wind o Like a Rolling Stones. Y vaya que se disfruta.

Pues bien, estamos ante un acertado y notable film que sabe centrarse en lo importante, en reconocer en el fondo de la música de Dylan la verdad del relato. Su director, Mangold, se pone al servicio de Timothée Chalamet y dejar que haga lo que quiera, pues sabe que lo hará muy bien. Chalamet es quien canta. No es Dylan, pero no nos importa. De alguna manera sí que lo es. Y alguno de vosotros o de vosotras se preguntará ahora… ¿si no me gusta mucho Dylan? Entonces, ¿qué me puede ofrecer la película? Yo apuesto que tras el visionado de Un completo desconocido te gustará un poquito más. También querrás saber qué fue de este genio en vida tras aquel 1965, momento en el que acaba el filme.

Por cierto, otra de las relaciones que aborda la película es la relación que mantuvo Bob Dylan con el músico Jonhy Cash (interpretado para la ocasión por Boyd Holbrook). Qué delicia. Cada uno de los cruces que presenciamos tienen una chispa, una química, de la que solo podemos pedir más. Puro Rock and Roll.

Los biopics todavía pueden asombrarnos.

 

 

lunes, 3 de marzo de 2025

Mañana será otro día. Capítulo 57: Los años nuevos.

 

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Los años nuevos

La producción española del pasado 2024 ha sido espectacular. En este mismo espacio hablé de las muy buenas películas, ganadoras ex aequo al premio a mejor película en la última edición de los Goya, La infiltrada y El 47. En cuanto a las series, si cabe, la cosecha todavía ha sido mejor. Celeste, con Carmen Machi a la cabeza, nos sorprendió gratamente. Con humor negro a raudales y tono de thriller, nos presentaba a una peculiar inspectora de hacienda en su, quizás, último trabajo. Querer de Alauda Ruiz de Azúa, directora de la maravillosa y emotiva película Cinco lobitos, nos apabulló con esta miniserie de cuatro capítulos que nos presentaba un caso de violencia de género en el ámbito familiar, ejercido durante décadas. Su directora, al presentar la terrible historia, no se apoya en el texto para contar lo importante. Está tan bien rodada que somos nosotros, los espectadores, quienes vamos conformando nuestra propia idea según avanzamos con la narración y el desarrollo de los diferentes personajes. Nagore Aranburu está ante el papel de su vida. Sobresaliente.

Quizás Querer sea una serie más redonda que Los años nuevos de Rodrigo Sorogoyen. Quizás sea más estable, más compacta en sus cuatro episodios; más perfecta…pero en mi opinión, Los años nuevos es más especial, más arriesgada, valiente, pretenciosa…Un salto al vacío repleto de riesgos, del que Sorogoyen ha sabido salir de una pieza y que sube al autor, todavía más, en la escalera hacia la maestría. El reino, Antidisturbios, ese primer capítulo de Apagón que nos dejó boquiabiertos, As bestas… Menuda filmografía que nos está regalando este hombre.

Óscar, en el primer capítulo de la serie, cumple 30 años el día de Nochevieja. Conoce en una noche loca de juventud a Ana, que cumple 30 años el día de Año Nuevo. A vueltas con una maleta roja, los conocemos. Él es médico. Tiene su vida encauzada. Una persona muy de tener los pies bien sujetos a la tierra. También con muchas inseguridades potenciadas en su infancia. Ana es muy viva. Le gusta improvisar, soñar, reír… Ha llegado a la treintena y sigue teniendo sueños de post adolescencia. Dice que emigrará a países lejanos y allá encontrará su quimera. Cada capítulo, una nueva Nochevieja, un nuevo año. Sorogoyen nos enseña el devenir de estas dos personas que, en ocasiones son pareja, en otras no, mostrándonoslos durante ese día tan especial donde cada uno de nosotros y nosotras, a su manera, hace balance de los pasados 365 días y aventura nuevos propósitos para los que vendrán.

De primeras, al leer esta sinopsis, puede venirnos a la cabeza Secretos de matrimonio (1973) de Ingmar Bergman, en la cual conocíamos el nacimiento, progreso y final de una pareja a lo largo de sus respectivas etapas. O quizás la trilogía de Antes de…de Richard Linklater, donde veíamos el punto en el que se encontraban dos enamorados, Céline y Jesse, cada diez años. Los años nuevos abre una nueva vía. Veremos la evolución de Óscar y Ana en un margen tan pequeño como lo es un año. Los acompañaremos en esa década tan importante que es la de los 30 a los 40, en la que todos decimos, poco a poco, adiós a la juventud. También nos deja retazos generacionales, de los nacidos entre finales de los 70 y principios de los 80. La amistad, la relación con las drogas, la maternidad tardía, el paso del tiempo…Los protagonistas también sabrán los que es perder seres queridos. Es lo que tiene crecer. Y la música. Siempre la música, acompañándolo todo.

Si ya de por sí la narrativa de la serie se antoja pretenciosa, todavía más la parte técnica de la misma. Los primeros cuatro capítulos son luminosos, con mucho movimiento de cámara, como la pareja protagonista en su encuentro con el amor. Alrededor de ellos siempre hay mucha gente. En el quinto capítulo, el de Berlín, el del estancamiento, la cámara siempre está fija. Mira a derecha o izquierda, pero nunca se mueve. En el décimo y último capítulo, Sorogoyen ya no muestra a más personas que a Óscar y a Ana. Ha ido despojándonos del resto de protagonistas, casi sin nosotros percibirlo. Están los dos en un plano secuencia, rodado casi entero en una habitación de hotel, donde los espectadores acabaremos de abrazarlos. Portentoso.

Este 2024 se estrenó Volveréis, de Jonás Trueba. En este filme, conocemos a una pareja que cuando ponen punto y final a su relación, después de casi toda una vida juntos, deciden hacerlo con la celebración de una gigantesca fiesta. Poco a poco, se lo van contando a sus amistades. Alos de él, a los de ella, a los de ambos. La protagonista acude a un rodaje para encontrarse con uno de sus mejores amigos, que es actor. De repente, nosotros vemos, a lo lejos, una pareja con una maleta roja. No puede ser, pero sí. Estamos en la grabación de Los años nuevos y el amigo en cuestión es Francisco Carril, que hace de Óscar en nuestra serie. Se juntan y él le cuenta cómo se estructura Los años nuevos: un capítulo por año, del personaje de Ana interpretado por Iria del río… La protagonista de Volveréis le dice: “En el último capítulo seguro que se dejan”. Francisco Carril le responde que no lo sabe. El devenir de los protagonistas se irá marcando según avanza la grabación. Ana y Óscar irán eligiendo su propio camino. Qué bonito. Y tanta gente atenta a los multiversos de Marvel…


viernes, 21 de febrero de 2025

Mañana será otro día. Capítulo 56: La caza

 

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La caza (2012)

Conocí a Thomas Vinterberg, danés de 55 años, en el año 98 gracias a Celebración. Muchos jóvenes de aquella época, yo incluido, hambrientos de cine, devorábamos clásicos y alucinábamos al conocer propuestas artísticas como la de David Lynch. Apareció, de repente, el movimiento Dogma 95. Celebración, primer trabajo de Vinterberg, fundador junto a Lars Von Trier del citado movimiento, posee uno de los giros emocionales más fuertes que he visto en el séptimo arte. Nuestra generación quedó marcada por ella para siempre. Otra ronda (2020), su última joya, nos metía un chute de vitalidad impresionante. Nos presentaba a un grupo de cincuentones, con una fuerte crisis existencialista, que abrazan el alcohol como forma de recuperar la chispa perdida. Fue grabada a golpe de corazón, tras la muerte de su joven hija en un accidente. Entre estos peliculones, para mí obras maestras, estrenó La caza (2012), quizás su obra más completa y compleja.
Lucas (Mads Mikkelsen) es maestro en una escuela infantil. Su alumnado le adora, sus compañeras también. Cuarentón, divorciado, está reconstruyendo su vida tras una complicada separación. Comienza a salir con una compañera de trabajo. Se gustan mucho. Su hijo, adolescente, por fin va a vivir con él. Todo comienza a encauzarse. De repente, en un suspiro, el equilibrio se rompe. Ocurre lo peor. Una alumna muy pequeña de la escuela, con un afecto tremendo por Lucas, confundida, hija de su mejor amigo, le cuenta a otra maestra que le ha visto el pene y que este apuntaba hacia el cielo. En realidad, había visto un video porno de su hermano mayor. En la escuela, tras escucharla, la directora ejecuta el protocolo de abusos sexuales. Lo hace mal, muy mal, fatal. El centro se encamina en un ir, sí o sí, hacia adelante, sin dar opción al hecho de que, quizás, no sean ciertas las palabras de la pequeña. Las entrevistas a la niña son pésimas. La guían y ella se pierde entre su mentira y la verdad que le dicen los adultos que ha ocurrido. Un desastre. Se señala a Lucas como culpable, con celeridad, sin reflexión. Lo hacen público incluso antes de llamar a las autoridades. Toda la comunidad comienza a posicionarse. Ejercen de policías, de jueces, de torturadores, sin que haya comenzado un juicio real. De un día para otro, el resto del alumnado también fue abusado por Lucas. Está solo. La niña, ante la presión, se encuentra perdida. No sabe separarse de todas las locuras que ocurren a su alrededor. Por no haber ningún indicio de abuso sexual, por no ser coherentes los relatos, Lucas es puesto en libertad. No importa. El juicio paralelo que se ha dado en su comunidad lo ha perdido y a partir de ahora comenzará lo peor. Será señalado. Para siempre. Deberá convivir eternamente con esa duda que tiene el resto de vecinos sobre él. Lucas, como si se tratase de un venado, ha estado y estará para siempre en el punto de mira de los cazadores.
Vinterberg, hace más de diez años, acertó plenamente en su propuesta, anticipándose a lo que, hoy por hoy, se ha magnificado gracias a las redes sociales. En ellas, una acusación da lugar a una lapidación casi inmediata, antes de que se haya comprobado o no la veracidad de los hechos. Lo más terrible es que, al igual que ocurre en La caza, si se demuestra la inocencia del acusado, siempre quedará la sospecha, la duda sobre él y para muchos seguirá siendo culpable. Terrible. En la época Covid veíamos como vecinos gritaban desde sus ventanas a la gente que veían por las calles. Yo, que tengo perro, en alguna ocasión los padecí. En la visionaria obra de Orwell, 1984, nos encontrábamos una sociedad llena de cámaras para que nada se le escapase al “Gran hermano”. Creo que el autor británico nunca pensó que, quizás, no se necesitasen esas cámaras, que la presión sobre un ciudadano, en muchas ocasiones, no hace falta que venga de arriba, sino que en muchas ocasiones el peligro lo tenemos en nuestros iguales, sean reales, como en La caza, sean virtuales, como lo son en las redes sociales.  

A propósito de la temática de La caza, debo hablar de la lapidación pública a la que se está sometiendo a Karla Sofía Gascón, protagonista de la buena película Emilia Pérez, de la cual ya he realizado crónica en este diario. Todo viene a cuento de unos tweets de la actriz, publicados hace unos años, de carácter racista y clasista. A mí, sus comentarios, no me gustan nada. Aun así, la violencia de los mensajes hacia ella y la imposibilidad de competir por la estatuilla debido a ellos, cuando se supone que lo que se valora es si la actuación merece el premio, me parece una barbaridad, toda fuera de lugar. Lo que dijo, tristemente, se escucha casi a diario, en el mundo real, en la calle…Puede salir de la boca de alguno de nuestros amigos, quizás de nuestros compañeros de trabajo… La ignorancia, que yo sepa, de momento no es un delito. Yo no comparto esas ideas, pero comparto todavía menos la opción de convertirme en juez y verdugo, del señalamiento, de la aplicación popular de una mal llamada justicia donde todo vale. Así, mal vamos.

Para finalizar, remarcar que Vinterberg supo, con La caza, entender su presente y anticiparse, de alguna manera, a lo que venía. Además, nos regaló una de las mejores interpretaciones de, sin duda, uno de los mejores actores vivos que existe, el gran Mad Mikkelsen. Su mirada dice tantas cosas…Sabe convertirse en Lucas, entenderlo y, como gran actor que es, llevarnos de la mano a lo largo de la historia, haciendo que suframos con las desdichas del personaje que interpreta. Un grande.