Diez de la mañana.
Sentada en una silla de un hospital de Vigo se encuentra Ana. No está
escribiendo, ni viendo la televisión. Una máquina trabaja por ella
desde hace cuatro años. Día sí, día no. Tiene veinticinco años y
la relación con esta extraña compañera ya se hace duradera.
El día es de la más
normal, pero algo raro nota en las enfermeras que le
atienden(cuchichean demasiado). Cuando hablan con ella, lo hacen con
una media sonrisa. Se muestran de lo más intrigante. Ella tan solo
espera que acabe la diálisis, pues como de costumbre se encuentra
muy cansada.
A poco más de 100 km. Se
encuentra Pablo, tiene 15 años y vive en A Coruña. Él, en su
habitación recibe la visita de la misma compañera. Mira el reloj
con insistencia, quiere acabar para poder estar con sus amigos. El
fin de semana pasado no pudo salir con ellos, pues tenía que
madrugar para dializarse.
La madre de Pablo no para
de dar vueltas por la casa sin decir una palabra.
Ana acaba la diálisis y,
en ese preciso momento, observa que su padre se encuentra fuera de la
sala. Se le hace extraño a esas horas, debería estar trabajando. Se
acerca a ella. Detrás, las enfermeras sonríen ya claramente.
Pablo acaba también.
Mientras, su madre sigue dando vueltas. El novio de ella entra en
casa.
- Pero cómo, ¿ no se lo has dicho?
- No pude, no pude- dice ella.
Él se acerca a Pablo. Le
comunica que hay un riñón para él y que la ambulancia viene de
camino.
Ana recibe la misma
noticia. Ella es charlatana pero no sabe qué decir. Suspira.
Siete de la tarde. Todo
preparado. El el hospital, en dos salas paralelas, se encuentran dos
equipos médicos dispuestos a comenzar la operación.
Tras ésta, si no se
producen complicaciones, Pablo y Ana darán comienzo a otra batalla.
Sus cuerpos deben responder ahora al nuevo órgano, pero siempre con
la ilusión de una vida mejor para ellos.
El trasplante es, hoy en
día, una técnica muy desarrollada que tiene muy buenos resultados
para los receptores de órganos. Eso sí, está siempre condicionada
por la solidaridad de los donantes. Sin éstos, no hay trasplantes.
España es el país con
mayor tasa de donación de todo el mundo. Desde que se realizó el
primer trasplante en nuestro país, se llevan realizados más de
53.000 de órganos, y alrededor de 200.000 de tejidos o células.
El proceso comienza al
producirse un fallecimiento. Primero se valoran los órganos y
tejidos del cuerpo que puedan ser válidos( corazón, pulmones,
hígado, páncreas, riñones, piel, córnea, huesos o médula ósea
son revisados meticulosamente para decidir si son aptos).
A continuación, la parte
más delicada. Se le consulta a la familia del fallecido, pocas horas
después de su muerte, sobre la voluntad de éste en relación con la
donación. Se formula la pregunta más difícil, en el momento más
complicado, pero esa respuesta es clave para otras personas.
Si los allegados dan el
visto bueno, se ponen en marcha todos los mecanismos para llevar a
cabo la donación, buscando los receptores más adecuados, en una
gestión donde pueden llegar a participar más de cien personas.
El proceso acaba en una
sala de operaciones como la de Ana y Pablo.
A la hora de recibir un
trasplante, todos tenemos el mismo derecho y las mismas
posibilidades.
Hace unos años, un
anciano, ya cerca de los noventa años, me dijo algo que me hizo
reflexionar. Decía que la vida, sin duda, es un paso agradable si no
se sufren en ella grandes desgracias. La suya lo había sido, y así
pasaba tranquilo sus años de vejez.
Efectivamente, la suerte
en la vida no es la misma para todos y, desde luego, hay quien sufre
carencias o deficiencias físicas que marcan su trayecto vital.
Quienes tienen la gran suerte de tener salud, el pararse un minutos
de sus vidas en pensar en quien no la tiene, debería ser un acto
lógico y responsable.
Convertir la desgracia del
que fallece y la del posible receptor en esperanza, se pude llevar a
cabo a partir de una decisión tomada en vida. Esta decisión de
futuro va mucho más allá que un bonito “nicho” o un funeral
bien arreglado. Es una reflexión encaminada hacia dar vida. Los
avances científicos hacen que la fe no sólo sea una cuestión
religiosa.
Para donar, como los que
tiene la última palabra son los familiares del fallecido,
simplemente se debe hablar con ellos para expresarles nuestra
decisión y que ellos tomen conciencia de lo que hacer en caso de
defunción.
Debemos tener en cuenta
que hay una larga lista de espera de persona que confían en la
solidaridad de otros, para poder continuar con normalidad sus vidas.
Sin duda, la donación es
la única manera de aportar algo positivo a una muerte.