jueves, 3 de octubre de 2024

Mañana será otro día. Capítulo 37: No hables con extraños.

 

No hables con extraños

“Hija mía, puedes pensar lo que quieras, pero hay cosas que no se pueden decir”. Esta frase se la dice Louise Dalton (Mackenzie Davis) a su hija al poco de comenzar la película. Las dos se encuentran junto a su marido Ben (Scoot McNairy), pasando un fin de semana (que se hará eterno), al sur de Inglaterra, en casa de una familia que conocieron de vacaciones por Italia; al fin y al cabo, unos extraños. Aun así, decidieron aceptar la invitación. ¿Qué podría fallar?

Ben, el padre de familia, se quedó fascinado por la personalidad de Paddy (enorme, en todos los sentidos, James McAvoy). Aun teniendo personalidades claramente opuestas, Ben se ve engatusado, hasta el límite por una personalidad tan apabullante como la del personaje de James McAvoy . Ben es sobrio, algo tímido, culto, un hombre con “problemas de ricos” que, de repente, se siente abrumado por la personalidad tosca, directa, sin complejos de Paddy. También le impresiona el “feeling” que tiene con su pareja Clara (Aisling Franciosi). 17 años juntos y se están comiendo a besos continuamente. Esta peculiar pareja que los cobija tiene un hijo con una discapacidad (no tiene lengua), que de alguna manera también les toca la fibra. Desde el primer momento, en la enorme casa de campo, se verán avocados al desastre que supone la pareja anfitriona. Todo se les antoja extraño en ella: sus peculiares rutinas, sus costumbres…Serán, entonces, conscientes, plenamente, de que no tienen ni idea de quienes son las personas que les alojan.

La película que hoy os traigo, No hables con extraños, de James Watkins, es un remake de la película danesa Speak no evil (2022), pero el filme no copia, no calca descaradamente el filme original, sino que el director, con acierto, intenta hacer su propia versión de la historia y centrarse en los asuntos que le parecieron más relevantes de esta. No hables con extraños explota, con acierto, el papel de las convenciones sociales en la vida actual. ¿Cuántas veces nos hemos callado una opinión por no molestar, por no crear conflicto? En cuántas hemos aceptado comportamientos que nos parecen fuera de lugar, bajo nuestros valores, por un supuesto respeto al libre albedrio del que tenemos enfrente. ¿En cuántas ocasiones nos hemos quedado callados ante comentarios racistas, machistas, clasistas…? La tensión que se va generando minuto a minuto, según avanza el metraje, llega a ser asfixiante. Cada una de las secuencias en las que se ven inmersas las parejas, la tirantez entre ellos, la incomodidad que se nos presenta, siempre lleva a plantearnos cómo actuaríamos nosotros ante tal situación. En la película original, la danesa, muchas de ellas ya estaban, pero en esta ocasión se apuesta en explotarlas hasta el límite en los dos primeros tercios del metraje. Quienes hayan “disfrutado” de la película original, verán en esta el mismo hilo conductor, escenas que ya hemos visto, pero con visiones diferentes. Otro de los grandes cambios respecto a la notable (pero durísima) película danesa, es que Speak no evil tiene una visión profundamente pesimista, perturbadora, terrorífica y dolorosa en conjunto; de las que solamente son aptas para los espectadores con mucho estómago y también mucho callo. No hables con extraños se centra más en el suspense y en una tensión que nos ahoga por momentos. Posee un tono (también el de la fotografía y banda sonora de la película) más cálido y más digerible para el personal que la película madre. Además, en la propuesta, Watkins, decide en su último tercio modificar absolutamente el desenlace, convertir la película en algo diferente, hasta el punto de generar nuevas opciones en la visión de los personajes. Destacar en esta última parte el desarrollo de Louise, la mujer de Ben y madre de la pobre pequeña que se huele el mal en aquella casa. En su “despertar”, no tiene ninguna duda a la hora de ponerse a defender, sí o sí, a su familia que, aunque no tiene nada de perfecta, es la suya.

No hables con extraños me ha parecido una película siempre interesante y con momentos de tensión psicológica muy estresantes. El filme avanza con ritmo de la mano de todos sus personajes, incluido ese pobre niño sin lengua que, de alguna manera, nos va desvelando toda la intrahistoria de la familia anfitriona. Su desenlace nos acerca, en muchos aspectos, a una de las películas más molestas de la historia del cine: Perros de paja de Sam Peckinpah. Todos los elementos mostrados, según se van sumando, nos llevan hacia ella.

De alguna manera, la película logra que nos veamos representados en la pareja acomodada y su hija. Ellos, como nosotros, nos podríamos dejar arrastrar en una situación similar. En un momento dado, toda la construcción social que llevan dentro, se rompe y solo cabe actuar guiados por lo que les dictan sus instintos más primarios. Curiosamente en Speak no evil, la pareja que sufre a tan terribles anfitriones, también se rinde a instintos primitivos; en su caso a la sumisión y rendición absoluta a sus dominadores

Nunca hables con extraños es una demostración de que se puede plantear un remake siendo original en la propuesta, conservar aun así la esencia de la película madre, respetarla y dejarnos a los espectadores dos películas igual de buenas, cada una de ellas en su formato. La que hoy tenemos en nuestras salas está realizada para un público más amplia, pero no es peor por ello. Los dos filmes, curiosamente, son lo mismo y, a su vez, radicalmente diferentes. Por cierto, James McAvoy es un increíble actor y esta vez, como tantas otras, lo borda.

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