La trampa
En 1958, Don Alfred Hitchcock, nos mostraba, en el comienzo de una de sus numerosas obras maestras, Vértigo, a un detective, interpretado por James Stewart, corriendo junto a un policía por el tejado de un edificio. En un momento dado, nuestro protagonista, queda colgado en el canalón del tejado del inmueble, de al menos 6 pisos de altura. El agente, tratando de ayudarlo, cae al vacío. Nosotros, espectadores, gracias a esta escena inicial, entenderemos el miedo a las alturas que perseguirá al pobre detective. Lo más increíble de todo es que la escena acaba con Stewart colgado de ese tejado. Segundos después, ya en otra escena y lugar, la vida continúa para él como si nada. ¿Pero vamos a ver? ¿Pero cómo ha logrado salir de esa situación? Muy pocos seres humanos podrían hacerlo y, desde luego, James Stewart no tenía un cuerpo superdotado. ¿Qué hizo el amigo Alfred? Una trampa. Una que debemos aceptar. No nos la debemos plantear si queremos seguir disfrutando del metraje. Esta trampa, este agujero del guion, se encuentra al servicio del entretenimiento. ¿A qué viene todo esto? Para poder disfrutar de la nueva película de M. Night Shyamalan, tendréis que aceptar muchas trampas de guion; muchas de ellas mucho menos elaboradas que la anteriormente citada de Vértigo.
Shyamalan, a finales de los 90, nos ilusionó con su frescura y buen hacer. Todo gracias a su magnánimo éxito, El sexto sentido. Las alabanzas tras aquella sorprendente película, donde Bruce Willis nos brindaba uno de sus mejores papeles, con un giro de guion marca de la casa que a todos nos dejó boquiabiertos, hicieron que al bueno de Shyamalan se le pusiese a la altura de genios del séptimo arte como Alfred Hitchcock o Steven Spielberg. Estas comparaciones, desde luego, no ayudaron, más bien lo contrario (lo mismo le ocurrió a Alejandro Amenábar). Shyamalan no es un genio, pero sí un director realmente. En la primera parte de su carrera nos brindó títulos que todavía nos acompañan como referentes del cine de intriga y terror. El protegido, Señales, El bosque... En cada una de ellas Shyamalan se esforzaba en crear películas a la altura de El sexto sentido y, ¿por qué no?, rebasarla. Con todas ellas fuimos al cine para disfrutar de la sorpresa que, película sí, película también, aparecía como ilustre giro final.
Tras una época por el desierto, intentando ser lo que no era (véase After Earth o Airbender), el bueno de Shyamalan apareció en las pantallas de cine con proyectos más pequeños, mucho más cercanos a la serie b. En ellos había buenas ideas, bajos presupuestos y no eran pretenciosos. Así, en mi opinión, resurgió este director que por fin hace lo que mejor sabe hacer. Ahí tenemos La visita, Tiempo o Llaman a la puerta. Películas pequeñas, todas ellas muy entretenidas. Entre estas, la producción y dirección (junto a su hija), de la serie Servant, en mi opinión el proyecto más interesante que ha realizado en última década. Quienes la hayan visto recordarán para siempre el durísimo séptimo capítulo de la primera temporada, donde descubrimos, por fin, el por qué la madre de familia protagonista cuida de un muñeco “reborn” como si se tratase de su hijo. Buff, qué fuerte.
Y ahora, en nuestras salas, La trampa. Nos encontramos a un hombre (Josh Harnett) acompañando a su hija al concierto de la estrella del pop del momento. Ya en el enorme pabellón, el hombre descubre que todo el espectáculo es un gran operativo para cazar a un asesino en serie apodado “El carnicero”. Ya lleva 18 víctimas, todas asesinadas y descuartizadas. Este hombre, que parece un padre de familia ejemplar, es el famoso asesino en serie. Todo bien hasta aquí. Interesante la puesta en escena, también la trama y el punto de vista acompañando al “psycho killer”. Entonces, ¿cuál es el problema? Problema ninguno. Lo que ocurre con La trampa es que deberemos hacer, mientras la visionamos, un ejercicio de “perdón” hacia el amigo Shyamalan, para poder disfrutarla. Perdonarlo por la cantidad de trampas que nos deja en el camino en forma de giros de guion. Algunos bien llevados, otros casi ridículos (además, en esta película, los ofrece sin tregua, sin dar un respiro). Perdonarle también a Shaymalan por el poco cuidado que tuvo con el guion, al cual le falta trabajo y pulido. Algunos diálogos no son para nada creíbles y crean cierta vergüenza ajena. Por último, perdonarle el amor de padre. La cantante de la función que se ve en la película es Saleka, una de las hijas de Shyamalan (la otra es Ishana, directora de la poco conseguida Los vigilantes. Una pena pues en Servant había rodado buenos capítulos). Es tal el amor por ella que la película, en ocasiones, parece una promoción de la figura de su hija. No sé si escucharemos como 8 o 9 temas musicales de ella. Si le perdonamos todo esto, nos encontramos con un thriller realmente entretenido, de los que nos sumergen en la historia sin titubeos. Si es así, durante 90 minutos nos iremos fuera de nuestra realidad y disfrutaremos en nuestra sala de cine. Por cierto, todos los personajes secundarios del filme están a trazo grueso; son bastante malos. En cambio, el personaje protagonista y su actor, Josh Harnett, está realmente bien.
La trampa es un buen producto de entretenimiento. Posee tantas virtudes como defectos. Si nos dejamos ir por la propuesta, logra que pasemos un buen rato e, incluso, si nos la encontramos en el futuro en alguna plataforma, casi con total seguridad, la volveremos a ver en alguna tarde de domingo de otoño.
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