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miércoles, 4 de junio de 2025
martes, 3 de junio de 2025
lunes, 12 de mayo de 2025
Mañana será otro día. Capítulo 62: Los pecadores.
Los pecadores
Qué sorpresa. Qué grata sorpresa. Es realmente difícil, en el actual panorama cinematográfico de las grandes producciones, el de Hollywood, que aparezcan trabajos innovadores, frescos, originales. Ese mundo de las estrellas se mueve, casi únicamente, entre remakes, reboots y sagas interminables de súper héroes. Y así, de repente, aparece en nuestra cartelera el nuevo trabajo de Ryan coogler y, sino llega a ser por el “rum rum” que se generó sobre esta película, nunca me hubiese dirigido a la sala de cine a verla.
Ryan Coogler es un director de grandes producciones conocido por dirigir las dos películas de Black Panther (sí, de súper héroes) las cuales no vi y de una más que buena película de la saga de Rocky Balboa llamada Creed. En ella, el hijo del legendario Apollo Creed, interpretado por el actor Michael B. Jordan, es entrenado por Rocky para llegar, como su entrenador, al estrellato del mundo del boxeo. Cuando la vi, me sorprendió. Tiene mucha fuerza. Sin duda, de las mejores secuelas de la saga, bebiendo de lo mejor de esta y dándole nuevos aires a todo lo visto. Hasta aquí mi conocimiento sobre este director que, en esta ocasión, me ha dejado boquiabierto.
Los pecadores nos lleva a 1931, al sur de Estados Unidos. Dos hermanos gemelos regresan de Chicago a su población natal. Le dicen a su primo, joven cantante de blues, hijo de un predicador, que no se engañe, que segregación también la hay en el norte, solo que con altos edificios que la camuflan. Los hermanos (Michael B. Jordan interpreta ambos) quieren montar un local nocturno el mismo día de su llegada. Aquí comienza nuestra película. Antes ya nos avisaron que, en ocasiones, determinadas personas, bendecidas por la magia de la música, son capaces de acercar al hoy espíritus del antes y del mañana. También, incluso, pueden llegar a atraer demonios de otros mundos. Los gemelos contratan a golpe de talonario a un montón de vecinos para que les ayuden en la propuesta. Con ellos, inmersos magistralmente en la recreación de una época plagada de desigualdad, esclavitud y Ku Klux Clan, nos adentramos en un mundo de gánsters, vivio y blues. Al llegar la noche, el despiporre.
Los pecadores es un filme maravillosamente imperfecto. Sus 130 minutos nos dejan entrever que en ella hubo bastantes tijeretazos y que el filme originalmente pensado abarcaba más en las historias de los lugareños. No importa. No se resiente. La película cambia de tono, de género, una y otra vez, sin nuca desencajar ni verse extraña. Hay quien habla de ella como de la nueva Abierto hasta el amanecer. Seguro que recuerdan aquel divertido filme de Robert Rodríguez por donde también andaba Tarantino. Entiendo el símil. Una historia, un local y vampiros. Pero si aquella noventera película se dividía en dos filmes totalmente diferentes, en Los pecadores no es eso lo que encontramos. Todos los géneros se fusionan de una manera compacta, sustentados, sobre todo, por el amor a la música, a la de raíz, a la auténtica que sale del pueblo, del corazón. DE principio a fin funciona. Quédense en la sala a ver uno de los epílogos más bonitos y divertidos de los últimos tiempos. El ayer y el hoy se funden con todo el sentido del mundo. La película tiene ecos de películas como El color púrpura y de Entrevista con el vampiro, pero lo que vemos resuena fresco, a original.
En Los Pecadores disfrutamos de una maravillosa fotografía, de unos planos secuencias realmente logrados tanto en los momentos más costumbristas como en los de acción pura y dura. También encontramos un guion mordaz, fuerte, donde el sexo está muy presente. La película no se corta nunca nada. Su humor es curioso, atrevido. Y entre tanto fogonazo, entre tanta diversión, como digo, la música. En Los pecadores aparecen tres más que improbables números musicales que nos dejan estupefactos. Vemos lo que nunca creímos que pudiera suceder en un filme ambientado en los años 30 (y no hablo de los vampiros). Cuando suenan las guitarras eléctricas todo sube de escalón y sentimos la suerte de verla en una pantalla grande del cine. Luego, más adelante, también veremos la “fiesta” de los malos. Al vivirla, nos ponemos en duda. Ya no sabemos el lugar donde nos gustaría estar. Impresionante. Qué jolgorio.
Los Pecadores es, para mí, la película más sorprendente de este 2025 y, también, la que más me ha gustado. Me parece increíble decir esto de un producto que viene de los grandes estudios, pero sí. Es tan arriesgada como divertida, tan loca como pasional, tan grandes estudios como un Serie B de John Carpenter. Alucinante que al amigo Ryan Coogler le hayan dejado 100 millones de dólares para hacer esto. La suerte es que el filme ya lleva recaudados más de 200 y, quizás, los grandes estudios vuelvan a arriesgar su dinero con propuestas así.
Los pecadores es una orgía de sensaciones. Una fiesta del cine, del entretenimiento más salvaje. Todo bien hilado por otro arte que no es el séptimo: La música. Ella es la gran protagonista y la que hace que todo vibre, que emocione. El compositor Ludwig Goranson (40 años) ha hecho un trabajo espectacular. Ha sabido llenar y encajar las piezas de un complejo puzle narrativo para que esta historia, tan loca, cobre sentido.
miércoles, 30 de abril de 2025
Mañana será otro día. Capítulo 61. Warfare. Tiempo de guerra.
Wardfare: Tiempo de guerra
Hace cosa de veinte años viajé por primera vez a Roma. Impresionante. Lo clásico y renacentista se fusionan de una manera perfecta. En aquel viaje me hospedaba en el mismo centro de la ciudad, en un pequeño piso de los padres de Francesco, novio italiano de mi hermana, en aquel momento. En ese pequeño piso apenas pasaba las noches, después de largas caminatas, pero al llegar, siempre me llamaban la atención las fotografías que decoraban cada una de sus paredes. Creo que fue la tercera noche cuando, por fin, me di cuenta de que aquellos retratos no eran fotografías, sino pinturas hiperrealistas que realizaba el padre de mi ex cuñado. Lo cierto es que de aquella no entendía el formato. ¿Para qué hacer algo tan laboriosos habiendo cámaras? Con el tiempo fui, poco a poco, entendiendo, valorando la intención de este tipo de trabajos. Hoy vibro cuando mi pintor favorito, el ferrolano Andrés Gabarres, aplica esta técnica a sus obras. Digo todo esto porque la película en cuestión que hoy traigo a esta sección cinematográfica es absolutamente hiperrealista.
Wardfare nos sumerge en una emboscada sufrida por un pelotón norteamericano en el año 2006, en plena guerra de Irak. Tranquilos, no es una película patriótica. Ni mucho menos. Estamos con los soldados. Somos uno de ellos. Pero con el ser humano, no con su intención o ideología. Comienza el filme con la tropa, antes de entrar en misión, motivándose viendo un videoclip noventero de corte erótico. Después el aburrimiento. La guerra, en su mayor (y mejor) parte debe ser aburrida. Casi nunca pasa nada. Mejor. Los soldados con los que nos encontramos parecen ser ingenieros de telecomunicaciones o gamers de videojuegos. Y todo estalla y la realidad nos agarra tanto como a ellos.
Alex Garland firma la dirección de esta peculiar película junto a Ray Mendoza, ex militar que vivió en primera persona los hechos que se nos cuenta y que intenta recrear, a pies puntillas, cada minuto vivido en la misión en la que fueron encerrados por varios comandos iraquís. De repente, ante nosotros, algo horrible, de lo más horrible que nos encontramos a lo largo de nuestras vidas. Hombres matando hombres, hombres matando mujeres, hombres matando niños. Garland no se recrea en las imágenes, pero no se corta a la hora de mostrarnos semejante crudeza. ¿Y qué hacen esos militares cuando el terror entra en forma de bombas y metralla? Lo que pueden, sin más. Algunos actúan según se les ha entrenado, otros, paralizados, esperan que les rescate o que, sin sufrir más, acaben con ellos.
Wardfare es un proyecto tan minimalista como hiperrealista. Con un guion de una sencillez apabullante, una vez que nos sumergimos en él, difícil, imposible escapar. Su ambiente, su ritmo, la tensión que se le ha impregnado nos agarra, para no soltarnos, a las butacas. Y el sonido...por favor, el sonido. Imprescindible disfrutarla en una sala de cine. Es un protagonista más de la cinta. Te aplasta. Garland entiende su importancia, más allá de la banda sonora. Esas ráfagas que percibimos parece que acabarán rozándonos. Esas bombas, esos gritos, esos cazas volando a ras de suelo…magnífico. Si la propuesta ya era notable, el sonido eleva la propuesta a cerca del sobresaliente.
Alex Garland, a los cinéfilos, nos dio un gran susto el pasado año cuando dijo, tras estrenar para mí la mejor película del 2024, Civil War, que sería su última obra dirigida y que se limitaría a escribir guiones. Casi me da algo. No sé lo que le habrá hecho cambiar de opinión, pero fuera lo que fuera, me alegro. Para mí, es de los cineastas más interesantes del panorama actual y de los pocos que siguen sorprendiendo, propuesta a propuesta. Se ha aliado, además, a la muy interesante productora A24, donde parece que ha encontrado la necesaria libertad creativa para, llevar a cabo sus películas.
Wardfare no es la mejor película de Garland, pero no importa, pues cada una de ellas es de lo más interesante. Para mí, Civil War irá ganando adeptos con el paso del tiempo, por mucho que los diferentes premios la hayan desechado. Además, tristemente, me parece realmente premonitoria y lo que en ella veíamos, no nos sorprendería nada que en apenas unos años acabase siendo real. ¿Os acordáis de Contagio de Soderbergh? Pues lo mismo. El otro título de su filmografía que me fascina es la miniserie DEVS. Su entramado tecnológico-filosófico me parece de lo más original visto en el siglo XXI. Está hilada perfectamente. Su guion es redondo y nos plantea un sinfín de preguntas sobre el futuro y sobre la existencia. Tantas como las que nos hacemos en la actualidad debido al velocísimo avance de la inteligencia artificial. Una gozada. Si te gusta el cine, no olvidaría el nombre de este director: Alex Garland. Es muy bueno.
Para finalizar, una pregunta. ¿Es Warfare una película antibelicista? Yo digo que sí. La realidad que muestra, la guerra, es absolutamente terrible. Si en lo que se ve no hay ni un ápice de épica, entendemos entonces la intención de su autor.
sábado, 19 de abril de 2025
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La cuadrilla de las olas rotas. ¿Qué dice de ella la prensa?
La voz de Galicia habla del lanzamiento.
Diario de Ferrol habla de la presentación
Ferrol 360 habla del lanzamiento de la novela.
Entrevista a Miguel Castro de Raúl Salgado, Cadena Ser.
Entrevista a Miguel Castro por Ada Romero en la Cadena Cope.
Entrevista de Patricia Hermida para La voz de Galicia.
Diario de Ferrol. Entrevista de Pepe Fandiño
Presentación de la novela
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Mañana será otro día. Capítulo 60: Adolescencia.
Adolescencia
De formación soy maestro de primaria y educador infantil. Algo más de quince años de mi vida los dediqué a ser profe en un cole de la ciudad y ahora llevo tres como educador en centro de menores. Entre medias, tuve la oportunidad, durante tres años, de trabajar como voluntario en el centro penitenciario de Monterroso, donde, junto a los compañeros de la Asociación Melissa y las compañeras de la asociación Aliad Ultreia, montamos una radio comunitaria. Digo todo esto porque, con mi perfil, tiene lógica que me interese por la mini serie de cuatro capítulos Adolescencia. La serie se ha convertido en un fenómeno a nivel internacional. Yo me alegro. Me parece un trabajo realmente importante, más allá de cualquier otra consideración, por acercarnos a un mundo del que es necesario hablar.
Adolescencia, propuesta producida por Brad Pitt y Stephen Graham, actor protagonista de la serie que también está involucrado en el guion, está dirigida por el director británico Philip Barantini (Boiling point). Consta de cuatro capítulos independientes que, a modo de las diferentes temporadas The wire, trata diferentes temas. El primero, la detención de un menor de trece años acusado de homicidio, el segundo capítulo nos lleva a su instituto para conocer el caldo de cultivo de todo el caso, el tercero, a modo teatral, se nos presenta al menor, ya recluido en un centro de menores, entrevistado por su psicóloga y en el cuarto y último la cámara se centra en la familia, tiempo después del hecho, intentando reconstruir sus vidas sin su hijo. Cada uno de los capítulos está grabado en plano secuencia, es decir, sin ningún tipo de corte. Este recurso me parece un tanto arriesgado, sobre todo al estar hablando de un drama donde se pretende profundizar en cómo ha podido suceder el asesinato por parte de un niño. Sin duda, funciona, pero, en mi opinión, el recurso elegido brilla en el tercer y cuarto capítulo, donde se prima la actuación de los protagonistas sobre los alardes técnicos mostrados (véase el capítulo del instituto). En el tercer capítulo vivimos unos de los momentos más tensos que hemos visto en una pantalla en muchísimo tiempo. El actor protagonista, Owen Cooper, nos abre los ojos con su actuación. Conversando con su psicóloga, conocemos mejor al personaje que interpreta y percibimos el niño que es. Ha hecho lo que ha hecho, una auténtica salvajada cargada de odio, pero sigue siendo un niño. Una personita perdida con graves problemas de autoestima y de identidad. Su gran inteligencia se mezcla con distorsiones emocionales adquiridas en el ámbito familiar, imágenes de sexo que llegan desde internet (el primer contacto con el porno, en la actualidad, se estima que es a los ocho años) y con mensajes populistas, rancios y de ultraderecha que ha recibido gracias a sus influencer de referencia.
Capítulo a capítulo, según avanzamos con la familia protagonista, nos damos cuenta que la serie, en vez de ofrecernos respuestas, cada vez nos plantea más y más preguntas. Ese es su gran acierto. Ante nosotros aparecen temas que se reproducen en cada uno de nuestros hogares. La falta de tiempo más allá del trabajo (vivimos en una sociedad donde se nos vende que a los menores hay que ofrecer tiempo de calidad como bálsamo a la falta de tiempo tendremos hacia ellos), la apatía de un sistema educativo al cual se le pide demasiado (los profes como malabaristas que tienen que simular que saben de psicología, de sociología, de filosofía compartiendo espacio con otros “profesionales” que miran hacia otro lado) … También nos habla de ese agujero negro que es internet. No es que no sepamos apartar a nuestros hijos de esas pantallas, sino que no sabemos nosotros alejarnos de ellas…. Todo muy difícil.
La serie gana más en sus silencios que en algún que otro diálogo demasiado subrayado. La madre del menor homicida, en un momento dado, dice que deben asumir que debían haberlo hecho mejor con su hijo, pero claro, no entiende cómo habiendo ofrecido la misma educación a su hijo y a su hija, ella sea una persona absolutamente funcional y él ha hecho tal barbaridad. Ella dice que “estaba en casa, en su habitación. Pensaba que así estaba protegido”. Qué curioso. Una pantalla de ordenador, o un pequeño móvil, puede ser la puerta a una despiada jungla.
La educación de un menor es un acto absolutamente complejo donde hay multitud de aristas donde fijarse. Nunca va a ser perfecto, pero lo que sí es cierto, como dice el psicólogo Rafael Guerrero, es que los años de adolescencia, para un ser humano, son tan importantes como los tres primeros años de vida. En ellos todo cambia. En esos momentos hay que estar, día a día, mes a mes, año a año, junto a ellos. Siempre. Sin rendirse, sin abandonarlos. En la adolescencia se están creando personas a golpes de ampliación de libertad, con nuevas relaciones entre iguales que cada vez toman más fuerza, también es el omento de curtirse a base de errores cometidos… Debemos acompañar a esas personas en construcción que son los adolescentes, por mucho que, en ocasiones, nos cueste. Soltarles la mano, no mirarlos, no intentar comprenderlos, nunca será la solución.
Cuando comencé la profesión de maestro tenía veintiséis años, es decir, les llevaba quince años a mi alumnado. Los podía entender mejor que hoy, sin duda. Uno de los puntos más interesantes que nos plante la serie es que si ya de por sí, esta etapa de la vida, siempre supone una ruptura generacional con sus mayores, en la actualidad, la distancia entre ellos y nosotros es muchísimo mayor. Hay un abismo. Gracias al nuevo universo virtual, no tenemos ni idea de lo que ven, de lo que escuchan, de su forma de relacionarse a través de las pantallas…No entendemos ni su lenguaje.
Si creo que a un preadolescente es importante mostrarle películas como La tumba de las luciérnagas para que comprendan el horror de la guerra, también pienso que visualizar con ellos una serie como Adolescencia puede, de alguna manera, nos acerque e incluso facilite un diálogo necesario para ellos y para nosotros.