miércoles, 30 de abril de 2025

Mañana será otro día. Capítulo 61. Warfare. Tiempo de guerra.

 

Wardfare: Tiempo de guerra

Hace cosa de veinte años viajé por primera vez a Roma. Impresionante. Lo clásico y renacentista se fusionan de una manera perfecta. En aquel viaje me hospedaba en el mismo centro de la ciudad, en un pequeño piso de los padres de Francesco, novio italiano de mi hermana, en aquel momento. En ese pequeño piso apenas pasaba las noches, después de largas caminatas, pero al llegar, siempre me llamaban la atención las fotografías que decoraban cada una de sus paredes. Creo que fue la tercera noche cuando, por fin, me di cuenta de que aquellos retratos no eran fotografías, sino pinturas hiperrealistas que realizaba el padre de mi ex cuñado. Lo cierto es que de aquella no entendía el formato. ¿Para qué hacer algo tan laboriosos habiendo cámaras? Con el tiempo fui, poco a poco, entendiendo, valorando la intención de este tipo de trabajos. Hoy vibro cuando mi pintor favorito, el ferrolano Andrés Gabarres, aplica esta técnica a sus obras. Digo todo esto porque la película en cuestión que hoy traigo a esta sección cinematográfica es absolutamente hiperrealista.

Wardfare nos sumerge en una emboscada sufrida por un pelotón norteamericano en el año 2006, en plena guerra de Irak. Tranquilos, no es una película patriótica. Ni mucho menos. Estamos con los soldados. Somos uno de ellos. Pero con el ser humano, no con su intención o ideología. Comienza el filme con la tropa, antes de entrar en misión, motivándose viendo un videoclip noventero de corte erótico. Después el aburrimiento. La guerra, en su mayor (y mejor) parte debe ser aburrida. Casi nunca pasa nada. Mejor. Los soldados con los que nos encontramos parecen ser ingenieros de telecomunicaciones o gamers de videojuegos. Y todo estalla y la realidad nos agarra tanto como a ellos.

Alex Garland firma la dirección de esta peculiar película junto a Ray Mendoza, ex militar que vivió en primera persona los hechos que se nos cuenta y que intenta recrear, a pies puntillas, cada minuto vivido en la misión en la que fueron encerrados por varios comandos iraquís. De repente, ante nosotros, algo horrible, de lo más horrible que nos encontramos a lo largo de nuestras vidas. Hombres matando hombres, hombres matando mujeres, hombres matando niños. Garland no se recrea en las imágenes, pero no se corta a la hora de mostrarnos semejante crudeza. ¿Y qué hacen esos militares cuando el terror entra en forma de bombas y metralla? Lo que pueden, sin más. Algunos actúan según se les ha entrenado, otros, paralizados, esperan que les rescate o que, sin sufrir más, acaben con ellos.

Wardfare es un proyecto tan minimalista como hiperrealista. Con un guion de una sencillez apabullante, una vez que nos sumergimos en él, difícil, imposible escapar. Su ambiente, su ritmo, la tensión que se le ha impregnado nos agarra, para no soltarnos, a las butacas. Y el sonido...por favor, el sonido. Imprescindible disfrutarla en una sala de cine. Es un protagonista más de la cinta. Te aplasta. Garland entiende su importancia, más allá de la banda sonora. Esas ráfagas que percibimos parece que acabarán rozándonos. Esas bombas, esos gritos, esos cazas volando a ras de suelo…magnífico. Si la propuesta ya era notable, el sonido eleva la propuesta a cerca del sobresaliente.

Alex Garland, a los cinéfilos, nos dio un gran susto el pasado año cuando dijo, tras estrenar para mí la mejor película del 2024, Civil War, que sería su última obra dirigida y que se limitaría a escribir guiones. Casi me da algo. No sé lo que le habrá hecho cambiar de opinión, pero fuera lo que fuera, me alegro. Para mí, es de los cineastas más interesantes del panorama actual y de los pocos que siguen sorprendiendo, propuesta a propuesta. Se ha aliado, además, a la muy interesante productora A24, donde parece que ha encontrado la necesaria libertad creativa para, llevar a cabo sus películas.

Wardfare no es la mejor película de Garland, pero no importa, pues cada una de ellas es de lo más interesante. Para mí, Civil War irá ganando adeptos con el paso del tiempo, por mucho que los diferentes premios la hayan desechado. Además, tristemente, me parece realmente premonitoria y lo que en ella veíamos, no nos sorprendería nada que en apenas unos años acabase siendo real. ¿Os acordáis de Contagio de Soderbergh? Pues lo mismo. El otro título de su filmografía que me fascina es la miniserie DEVS. Su entramado tecnológico-filosófico me parece de lo más original visto en el siglo XXI. Está hilada perfectamente. Su guion es redondo y nos plantea un sinfín de preguntas sobre el futuro y sobre la existencia. Tantas como las que nos hacemos en la actualidad debido al velocísimo avance de la inteligencia artificial. Una gozada. Si te gusta el cine, no olvidaría el nombre de este director: Alex Garland. Es muy bueno.

Para finalizar, una pregunta. ¿Es Warfare una película antibelicista? Yo digo que sí. La realidad que muestra, la guerra, es absolutamente terrible. Si en lo que se ve no hay ni un ápice de épica, entendemos entonces la intención de su autor.


sábado, 19 de abril de 2025

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La cuadrilla de las olas rotas. ¿Qué dice de ella la prensa?

 

 

La voz de Galicia habla del lanzamiento.

 Diario de Ferrol habla de la presentación 

Ferrol 360 habla del lanzamiento de la novela.

Entrevista escrita en la Cope 

Entrevista a Miguel Castro de Raúl Salgado, Cadena Ser.

Entrevista a Miguel Castro por Ada Romero en la Cadena Cope. 

Entrevista de Patricia Hermida para La voz de Galicia. 

 Diario de Ferrol. Entrevista de Pepe Fandiño

Presentación de la novela

 

 




Mañana será otro día. Capítulo 60: Adolescencia.

 

Adolescencia

 

De formación soy maestro de primaria y educador infantil. Algo más de quince años de mi vida los dediqué a ser profe en un cole de la ciudad y ahora llevo tres como educador en centro de menores. Entre medias, tuve la oportunidad, durante tres años, de trabajar como voluntario en el centro penitenciario de Monterroso, donde, junto a los compañeros de la Asociación Melissa y las compañeras de la asociación Aliad Ultreia, montamos una radio comunitaria. Digo todo esto porque, con mi perfil, tiene lógica que me interese por la mini serie de cuatro capítulos Adolescencia. La serie se ha convertido en un fenómeno a nivel internacional. Yo me alegro. Me parece un trabajo realmente importante, más allá de cualquier otra consideración, por acercarnos a un mundo del que es necesario hablar.

Adolescencia, propuesta producida por Brad Pitt y Stephen Graham, actor protagonista de la serie que también está involucrado en el guion, está dirigida por el director británico Philip Barantini (Boiling point). Consta de cuatro capítulos independientes que, a modo de las diferentes temporadas The wire, trata diferentes temas. El primero, la detención de un menor de trece años acusado de homicidio, el segundo capítulo nos lleva a su instituto para conocer el caldo de cultivo de todo el caso, el tercero, a modo teatral, se nos presenta al menor, ya recluido en un centro de menores, entrevistado por su psicóloga y en el cuarto y último la cámara se centra en la familia, tiempo después del hecho, intentando reconstruir sus vidas sin su hijo. Cada uno de los capítulos está grabado en plano secuencia, es decir, sin ningún tipo de corte. Este recurso me parece un tanto arriesgado, sobre todo al estar hablando de un drama donde se pretende profundizar en cómo ha podido suceder el asesinato por parte de un niño. Sin duda, funciona, pero, en mi opinión, el recurso elegido brilla en el tercer y cuarto capítulo, donde se prima la actuación de los protagonistas sobre los alardes técnicos mostrados (véase el capítulo del instituto). En el tercer capítulo vivimos unos de los momentos más tensos que hemos visto en una pantalla en muchísimo tiempo. El actor protagonista, Owen Cooper, nos abre los ojos con su actuación. Conversando con su psicóloga, conocemos mejor al personaje que interpreta y percibimos el niño que es. Ha hecho lo que ha hecho, una auténtica salvajada cargada de odio, pero sigue siendo un niño. Una personita perdida con graves problemas de autoestima y de identidad. Su gran inteligencia se mezcla con distorsiones emocionales adquiridas en el ámbito familiar, imágenes de sexo que llegan desde internet (el primer contacto con el porno, en la actualidad, se estima que es a los ocho años) y con mensajes populistas, rancios y de ultraderecha que ha recibido gracias a sus influencer de referencia.

Capítulo a capítulo, según avanzamos con la familia protagonista, nos damos cuenta que la serie, en vez de ofrecernos respuestas, cada vez nos plantea más y más preguntas. Ese es su gran acierto. Ante nosotros aparecen temas que se reproducen en cada uno de nuestros hogares. La falta de tiempo más allá del trabajo (vivimos en una sociedad donde se nos vende que a los menores hay que ofrecer tiempo de calidad como bálsamo a la falta de tiempo tendremos hacia ellos), la apatía de un sistema educativo al cual se le pide demasiado (los profes como malabaristas que tienen que simular que saben de psicología, de sociología, de filosofía compartiendo espacio con otros “profesionales” que miran hacia otro lado) … También nos habla de ese agujero negro que es internet. No es que no sepamos apartar a nuestros hijos de esas pantallas, sino que no sabemos nosotros alejarnos de ellas…. Todo muy difícil.

La serie gana más en sus silencios que en algún que otro diálogo demasiado subrayado. La madre del menor homicida, en un momento dado, dice que deben asumir que debían haberlo hecho mejor con su hijo, pero claro, no entiende cómo habiendo ofrecido la misma educación a su hijo y a su hija, ella sea una persona absolutamente funcional y él ha hecho tal barbaridad. Ella dice que “estaba en casa, en su habitación. Pensaba que así estaba protegido”. Qué curioso. Una pantalla de ordenador, o un pequeño móvil, puede ser la puerta a una despiada jungla.

La educación de un menor es un acto absolutamente complejo donde hay multitud de aristas donde fijarse. Nunca va a ser perfecto, pero lo que sí es cierto, como dice el psicólogo Rafael Guerrero, es que los años de adolescencia, para un ser humano, son tan importantes como los tres primeros años de vida. En ellos todo cambia. En esos momentos hay que estar, día a día, mes a mes, año a año, junto a ellos. Siempre. Sin rendirse, sin abandonarlos. En la adolescencia se están creando personas a golpes de ampliación de libertad, con nuevas relaciones entre iguales que cada vez toman más fuerza, también es el omento de curtirse a base de errores cometidos… Debemos acompañar a esas personas en construcción que son los adolescentes, por mucho que, en ocasiones, nos cueste. Soltarles la mano, no mirarlos, no intentar comprenderlos, nunca será la solución.

Cuando comencé la profesión de maestro tenía veintiséis años, es decir, les llevaba quince años a mi alumnado. Los podía entender mejor que hoy, sin duda. Uno de los puntos más interesantes que nos plante la serie es que si ya de por sí, esta etapa de la vida, siempre supone una ruptura generacional con sus mayores, en la actualidad, la distancia entre ellos y nosotros es muchísimo mayor. Hay un abismo. Gracias al nuevo universo virtual, no tenemos ni idea de lo que ven, de lo que escuchan, de su forma de relacionarse a través de las pantallas…No entendemos ni su lenguaje.

Si creo que a un preadolescente es importante mostrarle películas como La tumba de las luciérnagas para que comprendan el horror de la guerra, también pienso que visualizar con ellos una serie como Adolescencia puede, de alguna manera, nos acerque e incluso facilite un diálogo necesario para ellos y para nosotros.


viernes, 4 de abril de 2025

La cuadrilla de las olas rotas

 Aquí tenemos la nueva novela de Miguel Castro Serantes, publicada por la Asociación Cultural Fuco Buxán.


A continuación, la sinopsis.

 

E información del autor


 

miércoles, 2 de abril de 2025

Mañana será otro día. Capítulo 59: Sin perdón.

 

Sin perdón

Acaba el filme. Suena el tema de Claudia. Ha sido compuesto por el mismísimo Clint. Dios, qué hombre tan emocionante tras esa piel que parece cuero. De repente, la dedicatoria de tan magistral obra. A Don y a Sergio. Con Don Siegel se hizo muy grande, aprendió mucho del oficio. A sus órdenes protagonizó filmes como Harry el sucio o Fuga de Alcatraz. Con Sergio Leone se hizo leyenda. La trilogía del dólar, lo aupó al estrellato y también a la imposibilidad del olvido. Aun así, el western que acabamos de ver muy poco tiene que ver con los excesos del italiano. Ni rastro de la locura, suciedad, luz y color que tenían sus filmes, casi comics, que revolucionaron el género. Bueno, en Sin perdón, también hay porquería, pero es otro tipo de mugre. No hay polvo, tampoco calor. Todo es lluvia, frío y barro. La luz se ha vuelto oscuridad y parece que los temas que trata son mucho más cercanos al crepuscular Peckinpah: La muerte, la amistad y el paso del tiempo. A el loco de Sam le obsesionaban, a Clint Eastwood parece que también, pero de otra manera.

Una prostituta se ha reído de un vaquero al ver el pequeño pene que escondía su entrepierna. Tras la sonrisa, los navajazos. La desfigura. La cara, las tetas, las orejas…Las prostitutas quieren venganza, pues el sheriff del lugar, Little Bill (Gene Hackman), cree que con el pago, por parte de los dos sádicos que cometieron semejante agresión, de un par de caballos al dueño del burdel, todo arreglado. Las chicas hacen bote y ofrecen mil dólares de recompensa por sus cabezas. Así conoceremos al resto de los protagonistas. Bunny (Clint Eastwood) es un antiguo forajido que pasados los sesenta, cuida de sus dos pequeños hijos. Es viudo. Su mujer murió hace apenas dos años de viruela, cuando apenas contaba con veintinueve. Ella lo sacó de la mala vida, de la muerte, del alcohol que acompañaba sus barbaridades. El joven Kid llega a su casa. Le reclama para ir en busca de esa recompensa. Ha oído todo tipo de leyendas de ese tipo que ahora parece un vulgar granjero. Bunny no quiere saber nada de matar a nadie más, pero su limitada situación económica y el hecho de la barbaridad cometida sobre la joven acuchillada, le hacen, de alguna manera, recordar a su mujer. Tiene que ayudarla. Se une a Kid, no sin antes llamar a su antiguo compañero de “aventuras” y asesinatos de juventud, Ned Logan (Morgan Freeman).

Tenemos ya montado nuestro arco actoral protagonista. Qué nivel. Qué maravilla. Clint Eastwood, Morgan Freeman, Gene Hackman…Para. Todavía queda otra estrella para hacer más grande la propuesta. Aparece por el poblado Bob el Inglés, un auténtico fanfarrón con fama de gran asesino. Es Richard Harris quien lo interpreta. Impresionante. El inglés lleva un biógrafo a su nuevo viaje. Va matando chinos, por encargo, a lo largo de los pueblos que une el ferrocarril. Bob le cuenta grandes historias de valentía y proezas. Todo mentiras. El personaje de Harris nos ayuda a desmitificar el viejo oeste. Son todos unos pobres diablos que sobrevivieron, como dice al final de la película el propio Bunny, porque tuvieron suerte. Aquí, la línea entre buenos y malos es bastante difusa. No hay uno que se salve. Gene Hackman, antes de morir, le dice al grandioso Clint: “Nos veremos en el infierno”. Clint le dice que sí.  Pobres diablos. También gracias a Bob el inglés conocemos mejor a Little Bill. Un tipo sin escrúpulos que encontró al otro lado de la ley, una placa que validara su instinto de violencia.

¿Y qué papel tiene Kid (Jaimz Woolvet) en toda la historia? Él aprenderá que matar no es un juego de niños. No es fácil. Marca. Que los cadáveres que Bunny y Logan han dejado por el camino, los persiguen en cada una de sus pesadillas.

Clint Eastwood, como hace siempre, llena sus personajes desde la sencillez. Parecen básicos, pero son universales. No necesitan decir mucho. Con dos o tres frases los entendemos.

Llega el final. Todo lo que antes era lento y pesado estalla, como una tremenda tormenta. El asesinato de Logan a manos de Little Bill, hace que aparezca un Bunny que solo intuíamos en las historias que se cuentan de él. Ya no queda nada de ese casi anciano que a duras penas podía subir a su caballo. Kid ya no quiere ser cómo él. Le tiene miedo. Le pide que por favor no lo mate. ¿Pero cómo lo va a matar si es ya su único amigo?

Bunny va al poblado solo con el propósito de vengar a su amigo. Miento. Lo acompaña, de nuevo, tras diez años sin hacerlo, una botella de whisky. Entra en el prostíbulo donde se reúnen todos los matones junto a Little Bill. Pregunta, como a todos nos encantaría hacer en demasiadas ocasiones, ¿Quién es el dueño de esta pocilga? Se lo escuchas a Clint y vibras. Se lo escuchas a Constantino Romero y también. Todo explota. La bestia hace lo que mejor sabe hacer. Lo hace por justicia, pero sobre todo por Logan. A un amigo no se le olvida. A un amigo no se le da la espalda. A un amigo no se le humilla.

Se cierra la travesía de Bunny y solo nos preguntamos cuándo, en qué ocasión, o en qué compañía, volveremos a ver tremenda película. Emocionados, sabemos que hemos visto algo grande, muy grande.

Gracias Clint por habernos hecho felices en tantas ocasiones. Ya te echamos de menos.