domingo, 17 de noviembre de 2024

Mañana será otro día. Capítulo nº 44: Jurado nº 2

 

Jurado nº2

Asistir a la despedida de uno de los grandes, de los más grandes, era una cita obligada en mi agenda. A sus 94 años, Clint Eastwood, dice adiós al arte al que ha dedicado su vida, tanto como actor, como director. Un autor mayúsculo que ha sabido tratar todo tipo de géneros imprimiéndoles un toque único y propio, siempre cargando los personajes de sus películas de una humanidad, de una honestidad, que solo él sabe plasmar en pantalla.

Es unánime la visión de que su última obra maestra fue Gran Torino. En ella, muy cerca de los 80, nos presentaba también su último gran papel protagonista, Walt Kowalski; una especie de Harry el sucio llegado a viejo. A lo largo de su extensa filmografía podemos encontrar auténticas joyas: El jinete pálido, Sin perdón, Mistic River, Un mundo perfecto, Million Dólar Baby…. Los últimos años ha seguido trayéndonos películas casi al ritmo de Woody Allen. Algunos buenos filmes, como Sully, Mula o Richard Jewell y otros realmente flojos que no parecían propios de él, como 15:17 Tren a París o su anterior película, Cry Macho. En ella suspirábamos al verlo tan mayor, interpretando un personaje que no soportaba sus ya frágiles huesos. Aparte del detalle de su actuación, Cry Macho no pasaba de mal telefilme. No era una digna despedida para el grandísimo Clint Eastwood. Jurado nº 2, por suerte, sí que lo es. Sin duda, aunque pequeña, una buena película.

Justin Kemp (Nicholas Hoult, el seguidor de Inmortan Joe en Mad Max Fury Road) va a ser padre. Cuando su mujer se encuentra a punto de salir de cuentas, es citado para ejercer como jurado. Debe decidir la culpabilidad o no de un hombre acusado del asesinato de su novia. Aun sin ganas, debe de hacerse cargo de la situación e intentar ser justo en la tarea que le ha tocado. Escucha el relato de los hechos. El 25 de octubre del año anterior, la pareja se encontraba en un bar. Tuvieron una discusión y ella se marchó sola. Después, sobr un puente, el presunto asesinato. Justin abre los ojos alucinado. Aquella noche, él también se encontraba en aquel bar. No vio a aquella pareja. Justin Kemp tenía un día muy complicado. Cogió su coche. Llovía mucho. Apenas había luz. Pasó por un puente y percibió que había golpeado algo. Salió y no vio nada. Seguro un ciervo, pensó. Ahora, al escuchar en el juicio el relato de los hechos, una gota de sudor frío pasa por su frente. ¿Pudo haber sido él quien la mató? Comienza el juicio y la verdadera película. ¿Qué hará? ¿Contará la verdad poniendo en peligro su futuro y el de su familia? ¿Sentirá la llamada de la justicia? ¿Buscará una tercera vía? Sin duda, una gran premisa.

Clint Eastwood, con Jurado nº 2, nos presenta un filme judicial con varias líneas temáticas a recorrer durante sus dos horas de duración. Aun siendo una película sencilla, sin grandes vueltas, sin personajes complejos y profundos, la decisión que tomará o no, Justin Kemp, nos persigue durante todo el metraje. Ahí tenemos la intriga, un suave suspense que logra que nos pongamos en el lugar del protagonista. Por otro lado, Clint Eastwood también nos habla de la fragilidad del sistema judicial estadounidense. Basado en un jurado popular, la vida de muchas personas depende del día, de la época que estén pasando esas personas, de sus prejuicios, de su capacidad para no dejarse llevar por la mayoría…En el caso de España, evidentemente no estamos en manos de un jurado y sus circunstancias, pero sí del juez o jueza de turno. La justicia siempre es, de alguna manera, frágil y delicada. Hay una tercera idea que el nonagenario marca en esta, su última, cinta: la moral. Este es un asunto que ha sabido tratar muy bien durante su filmografía y aquí está, de nuevo, encima de la mesa. La moral planea sobre los miembros del jurado, también sobre la fiscal, … Sin duda, hay profesiones, labores, que exigen de una constante atención, de un compromiso que no permite despistes, pues de estas labores depende la vida y el futuro de muchas personas.

Al visionar Jurado nº 2 recordaremos la obra maestra de Sidney Lumet Doce hombres sin piedad (1957). También, el mismo director nos trajo otra joya del mundo de los juicios, llamada Veredicto final (1982), con un impresionante Paul Newman interpretando a un alcohólico abogado frente al juicio de su vida. El pasado año, la directora Justine Triet estrenó Anatomía de una caída, interesantísimo filme donde se pone a los espectadores en la tesitura de decidir si lo que se juzga ha sido un asesinato o un accidente.

Clint Eastwood se despide del cine, de su mundo, con una humilde pero notable película. Rodeado de fantásticos actores y actrices, con un buen guion, nos dice adiós uno de los grandes autores tanto del siglo XX como del XXI; un gigante. Quedará en nuestro recuerdo un actor con gesto imperturbable, con una mirada de las que dicen tantas cosas… y un director con una profunda humanidad y con una peculiar visión de la sociedad americana y del ser humano. Único. Gracias por tanto, Clint.

 

 

domingo, 10 de noviembre de 2024

Mañana será otro día. Capítulo 43: Richard Stanley en La isla del Dr Moreau.

 



Richard Stanley en la isla del doctor Moreau

Del 25 de octubre al 2 de noviembre, en Vilagarcía de Arousa, los aficionados al cine tuvimos la ocasión de asistir a la 52 edición del Festival do imaxinario, Curtas Film Fest, el festival de cine más antiguo de Galicia. Durante esta semana hubo multitud de proyecciones, conferencias y actividades paralelas relacionadas con el mundo del cine. La edición de este 2024 estuvo dedicada a la figura de Batman y a H.P. Lovecraft. En lo referente al hombre murciélago, disfrutamos, en una cuidada exposición, del vestuario de películas y figuras a tamaño real de la saga. En la Plaza de Galicia de Vilagarcía también nos esperaba el famoso Batmovil del Batman de Tim Burton (1989). Para tratar a Lovecraft, el 1 de noviembre, acudió al certamen Richard Stanley, director de cine sudafricano que, además de experto en la citada materia, cuenta en su haber el haber iniciado un proyecto que desembocaría en una de las historias más increíbles del séptimo arte. En la epopeya que tuvo lugar en la producción y grabación de La isla del doctor Moreau (1996) estuvo acompañado por dos grandes estrellas del celuloide como son Marlon Brando y Val Kilmer. Tras dar la conferencia, abierta al público, pude entrevistarme con él, en exclusiva para el Diario de Ferrol, para repasar aquel rodaje que, sin duda, cambió su vida. A continuación, voy a relatar los increíbles acontecimientos de los que él fue protagonista. El documental Lost Soul: El viaje maldito de Richard Stanley a la isla del Dr. Moreau, cuenta la historia completa, aunque Richard me matiza “Lost Soul es una obra divertida, de entretenimiento… la realidad fue mucho más oscura. Estoy escribiendo ahora mismo una biografía donde cuento todo al detalle, excepto asuntos relacionados con Val Kilmer. Él está vivo y no tengo libertad para contarlo todo.”

Richard Stanley (Sudáfrica, 1966) es descendiente del explorador británico que se aventuró en África y pronunció la archiconocida pregunta: ¿Doctor Livingstone, supongo? Se inició muy joven en el cine, grabando dos pequeñas películas que llamaron la atención en el mundo del fantástico: Hardware, programado para matar (1990) y El demonio del desierto (1992). “Yo, de niño, bebí mucho del Spaghetti Western. Terence Hill y Bud Spencer eran ídolos en mi país. No fue hasta 1994, al ir a vivir a Europa, cuando conozco autores de la talla de Kurosawa o de Tarkovsky. Ahí cambian muchas cosas”. Tras estos filmes se obsesiona con la idea de realizar La isla del doctor Moreau de H.G. Wells. “A la hora de adaptar un clásico, es necesario plasmar lo esencial del espíritu de la obra y recrear sus escenas más importantes. En Color out of space (2019), pude mantener, incluso, partes del texto original de Lovecraft”.

Mediados de los 90. Richard comienza a mover en Hollywood un guion, realizado por él, de La isla del doctor Moreau, adjuntando un storyboard con diferentes ideas para el metraje. Hay interés y se consiguen los derechos de la obra. El proyecto va adelante y Stanley ya tiene la localización para la grabación. Se irán a una isla australiana que se presupone ideal para tal proyecto. De repente, este pequeño/mediano proyecto sufre un giro de 180 grados cuando los productores incorporan a Marlon Brando. Eran mediados de los 90 y esta inmensa figura del séptimo arte se paseaba por las películas agarrando cheque tras cheque, sin pretender mucho más. En estos proyectos, apenas aportaba su (perenne y enorme) presencia. Los productores, al contar con un actor de su talla y al aumentar considerablemente el presupuesto de la película (pasó de 30 a 70 millones de dólares de la época) dudaron de Richard Stanley para su dirección y tantearon a Roman Polanski. Richard, entonces, se reúne con Marlon Brando y este lo apoya de principio a fin. Sin Stanley no habría película. “De Marlon Brando se ha hablado mucho, pero era un buen tipo. Siempre amable. Lo de que no se leía los guiones, pues bueno, mi experiencia en el cine es que casi ninguna estrella se los lee al completo a la hora de elegir proyecto”. Continúa entonces la epopeya con Brando como estrella. El actor que lo iba a acompañar en la película era Bruce Willis. El asunto es que, en ese momento, Bruce se separa de Demi Moore y no va a poder acudir al rodaje. A Richard se le ocurre ponerse en contacto con la gran estrella del momento, que no era otro que Val Kilmer. Venía de rodar The Doors, Heat e incluso de ser Batman. Gran error. “Ya en la isla, preparados para grabar, me doy cuenta del tipo de persona que era Kilmer. Era un depredador. Pensaba que podía seducir a todas las mujeres que había en el plató. Así, acabó el rodaje contagiado de hepatitis. Horrible. Un auténtico dolor en el culo. Entiendo perfectamente que en aquellos tiempos su matrimonio colapsara”. El carácter de Kilmer, unido a un huracán que arrasó todo el decorado en la isla, hicieron que Richard Stanley se encontrara cada vez más solo. Aun así, todo podía ser peor…Ya comenzado el rodaje, se suicidó Cheyenne, la hija de Marlon Brando. Su padre entró en shock y no apareció en el rodaje. “El suicidio de Cheyenne fue un asunto terrible, realmente horroroso y oscuro. Lo cierto es que todo ese asunto fue espantoso”. Tras este suceso, Richard Stanley solamente tenía el apoyo de los actores que hacían de humanimales. Así, fue fulminantemente despedido. Eso sí, se le pagaría todo su contrato íntegro, con la condición de que abandonase la isla de inmediato. “Perdí la fe en la humanidad. No podía creer que me sacasen de mi propio proyecto. Todo salió mal por culpa de los productores”.

Tras el despido de Richard Stanley, la película fue asumida por John Frankenheimer (El tren, Ronin…). Con él nada mejoró; al contrario. Val Kilmer marcaba todo tipo de imposiciones en el rodaje y hacía la vida imposible al nuevo director y al resto de actores. Marlon Brando, finalmente, llegó al rodaje. Emocionalmente destrozado, imponía, a su antojo, surrealistas cambios en el guion. Dijo que su personaje debía de ir con su rostro pintado de blanco y, como hacía mucho calor, debía llevar una cubitera de hielo en su cabeza. Además, conoció en el rodaje a Nelson de la Rosa, el hombre más pequeño del mundo, de poco más de 40 cm de altura. Este iba a ser un extra que interpretaría al hombre rata. Brando, al conocerlo, impuso que apareciese en todas las escenas en las que salía él. Toda una locura que acabó con un rodaje de más de 6 meses lleno de problemas con un consumo de drogas desmesurado. El resultado final fue que La isla del Dr Moreau está considerada como una de las peores películas de la historia.

¿Y dónde estaba Richard Staley mientras se grababa “su película”? Se quedó en la isla a vivir en una cabaña, escapando de los ojos de los productores. Si estos se enteraban que seguía en la isla, podían no pagarle la millonaria indemnización. Al tiempo, acabó viviendo con los extras, con los humanimales, e incluso llegó a trabajar en la película, siempre totalmente tapado para que no lo descubrieran, vestido de hombre perro. “Con mi despido había perdido la fe en las personas. Yo estaba un poco loco en aquel momento. Destruido. Quedarme allí, en la naturaleza, fue lo mejor que pude hacer. Vivir con los humanimales, aquella experiencia, ahora lo recuerdo como uno de los momentos más felices de mi vida”.

¿Cómo te marcó toda la intensa experiencia en esta película? “Abandono el cine. No quiero saber nada de la industria durante muchos años. Me marché a vivir a los Pirineos franceses, alejado del mundo. Para curarme, como me habían pagado muchísimo dinero por el despido, me fui de voluntario a un santuario de chimpancés en el Congo, también trabajé con elefantes. Allí y en Haití grabé varios documentales para la BBC, incluido un documental sobre Vudú”.

Y de repente…casi 25 años después vuelves al cine, a la dirección, con Color out of space (2019). “Sí, regresé cuando los tentáculos de ese relato me atraparon. En ella trabajé con Nicolas Cage adaptando a H.P. Lovecraft. Me parece increíble que este tremendo autor, que lo devoré gracias a mi madre, siendo de dominio público, donde cualquiera, gratis, puede acercarse a su obra, no tenga más adaptaciones. El año que viene rodaré una nueva película basada de su obra y espero que James Wan Y Guillermo del Toro se animen a ello. Color out of space se rodó en Portugal. Teníamos a Nicolas Cage por un mes y la zona elegida de Estados Unidos estaba totalmente nevada. Entonces, decidimos grabar en el interior de Portugal, curiosamente con dinero chino. Cage es un ídolo en ese país y apuestan por él con la máxima decisión.

¿Cómo es Nicolas Cage en una grabación? “Un caballero. Gracias a él siempre llevábamos un día de antelación sobre la planificación del rodaje. Es tan profesional que cerca del final de la película, cuando su personaje se muere, decidió grabar él mismo las escenas donde reposaba su cuerpo tumbado, sin vida. Se podría haber utilizado un extra, pero él pasó la noche haciéndose el muerto”.

Muchas gracias Richard Stanley, todo un placer. ¿Algo más que añadir? “Solamente decir que aunque vivimos en la época de la cancelación, nunca nadie podrá censurar a Kthuhlu”.

Muchas gracias a Richard Stanley por su amabilidad y simpatía. También al Festival Curtas por tener una programación tan interesante. Por último a Roberto Castro y a Miguel Curveira, por ejercer de traductores simultáneos durante la entrevista.

domingo, 3 de noviembre de 2024

Mañana será otro día. Capítulo 42: La habitación de al lado.

 

La habitación de al lado

El cineasta Pedro Almodóvar, de nuevo, me ha sorprendido. Para bien; para muy bien. La habitación de al lado está a la altura de las siempre recordadas Todo sobre mi madre, Hable con ella o Volver y lo cierto es, que el que escribe, ya no contaba que Almodóvar pudiese presentar, de nuevo, una obra de tal magnitud.

La carrera del cineasta manchego es extensa y su filmografía abarca ya más de 4 décadas. En sus últimos trabajos encontrábamos en su cine una narración, una puesta en escena más pausada, menos chillona, menos colorida, con resultados un tanto desiguales. La habitación de al lado, aun manteniendo esta nueva cadencia, posee un pulso, una fuerza que, en mi opinión, la acerca a la excelencia y, sin duda, se sitúa, ipso facto, como una de las mejores películas de Almodóvar. El cine de Pedro, su universo, te puede gustar más o menos, pero me parece imposible (como le ocurre a algún crítico) no ver la maestría del manchego en sus momentos de lucidez. Sus encuadres, el manejo de sus actores y sobre todo de sus actrices, los recursos emocionales que utiliza y cómo los pone en marcha… Qué grata sorpresa.

La habitación de al lado cuenta con dos partes muy marcadas. El film comienza con el reencuentro de Ingrid (Julianne Moore) y Martha (Tilda Swinton). Son viejas amigas, pero hace mucho tiempo que no se ven. Ingrid es una reconocida escritora. En su última novela aborda un tema para ella muy complicado: La muerte. Al encontrarse con Martha, choca de bruces con esta. Ella ha sido reportera de guerra y ahora se encuentra muy enferma de un cáncer que la está devorando. En este comienzo repasan, en conversaciones, lo que fue su juventud, sus amores, …No importa el tiempo que no se han visto, son amigas. Estas conversaciones, tan livianas como profundas, están mantenidas con poderosos encuadres, planos preciosos, nada cargados, acompañados por la música del grandísimo Alberto Iglesias, el cual nos ofrece uno de sus mejores trabajos. Entre medias, los dejes que tiene el director. Flashbacks interesantes, pero un tanto forzados. Remarca tanto las ideas, que acaban subrayadas ante nosotros. Aun así, lo que en otras ocasiones sería causa de rechazo, aquí se le perdona, pues lo que vemos y escuchamos es demasiado bueno como para pararse ante los “defectos del animal”. La habitación de al lado es la primera película del autor grabada íntegramente en inglés. Sus típicos parajes castellanos son cambiados por bellas imágenes de Nueva York, cual si fuese el mejor Woody Allen.

Segunda parte de la película: La despedida. Una casa de campo, hamacas, una piscina que nunca se usará y bellas vistas para decir adiós a una buena vida que, como todas, ha tenido un poco de todo: belleza, amor, dolor, errores, cariño, sufrimiento, amistad. Me viene a la cabeza Melancolía, de Lars von trier, pues las dos están separadas en dos bloques, siendo el segundo, su tramo final, de mucha mayor potencia y compromiso con lo que se cuenta. El segundo bloque de La habitación de al lado hace que se eleve con potencia hacia el sobresaliente. La imagen de Ingmar Bergman aparece ahora ante mí. Almodóvar, como él, sabe tratar un asunto tan complicado como la muerte, la identidad, el qué somos y para qué estamos, con una delicadeza que, a pesar de la dureza del tema, nos acaricia. Generalmente, un tema como la muerte se suele abordar de dos maneras. La primera es forzar lo trágico de esta. Esto es peligroso, pues el melodrama puede causar estragos a cualquier trabajo que pretenda algo más que la lágrima fácil. El segundo recurso, que generalmente funciona mejor, es hablar de la vida para acercarse a su fin. La habitación de al lado abre una tercera vía, no tantas veces abordada, que es tratarla con ligereza. Acercarse con delicadeza y cotidianeidad a la dama de la guadaña.  El autor de esta maravilla, a sus 75 años, se revela sereno ante su llegada. Sin mayores dramas, con la inteligencia y el corazón puestos en el mismo plano. Magistral.

El preciso equilibrio de la película se sustenta gracias al impresionante trabajo de las dos actrices protagonistas. Julianne Moore y Tilda Swinton son maestras de la actuación. Seguro le estarán eternamente agradecidas a Almodóvar por los personajes que les ha regalado. El final de Martha llegará, como también lo hará, tarde o temprano, para nosotros; para todos. No pasa nada. El mundo seguirá girando y lloverá (en Ferrol llueve, no nieva) sobre vivos y sobre las tumbas de los muertos. El café de media mañana sigue teniendo el mismo gusto, aunque apenas queden horas para la eterna despedida. Antes de poner fin a la historia, escuchamos al autor, esta vez en boca de un monitor de gimnasia, reflexionando sobre esta época tan extraña donde ya no caben ni la confianza, ni los abrazos. Almodóvar sabe que ya no pertenece a este tiempo. Se siente un dinosaurio y nos lo dice sin que, esta vez, nada chirríe al hacerlo.

Cuando escribo esta crónica, han pasado cuatro días desde el visionado de La habitación de al lado. Cada día que pasa me gusta más.