Fin de verano, nuevo año para el estudiante y para el profesor, únicos adultos que conservamos esta estructura temporal. También buen momento para revivir experiencias vacacionales que darán respiro y fuerza para afrontar la vuelta al trabajo(los que, en la actualidad, tenemos la inmensa suerte de disfrutarlo).
Hace justamente un año, después de un viaje por Europa, comentaba al comienzo de un artículo, en este Diario, que antes de emprender un viaje vacacional, es imprescindible el pararse a reflexionar qué es lo que se busca en él, el motivo de éste. Esta vez, yo buscaba un turismo fuera de lo convencional, donde conocer una cultura desde dentro, con sus virtudes y dificultades, fuese la principal prioridad del viaje. ¿Dónde encontrarlo? En el programa “Vacaciones Solidarias”, forma de disfrutar de tu tiempo de ocio cambiando algunos de los elementos que muchas veces tememos como fijos a la hora de desplazarnos:
La agencia de viajes por una ONG; las comodidades y el lujo temporal, por un conocimiento de la sociedad del país visitado, y los complejos hoteleros por las barriadas que están, normalmente, a unos cientos de metros de éstos.
Desde hace más o menos diez años, diferentes ONG, ofrecen la posibilidad a la ciudadanía de sumarse a los proyectos que ellas desempeñan y así sensibilizar a la población al respecto. Normalmente quien se acerca, con curiosidad, a este tipo de proyectos, llega con la idea de coger un pico y una pala y de ponerse a trabajar, como un loco, en un país en vías de desarrollo. Equivocados están quienes vayan con esa idea. El mundo, desde luego, no se soluciona en un mes y , sin duda, la mayor labor que va a tener un viajero solidario va a ser a su vuelta, contando las experiencias vividas , informando de la labor y las iniciativas sociales que se está haciendo en estos países, siendo crítico con las situaciones conocidas( de las que tanta culpa tienen los países occidentales) y, en definitiva, sensibilizando, cada uno en la medida de lo posible, de la necesidad de un mundo más igualitario, donde cada una de las personas que lo integran, tengan las mismas oportunidades. A mí, como maestro de primaria, imaginaos la cantidad de recursos que me puede suministrar un viaje de estas características para luego poder tratar con mis alumnos.
Aquí vamos a hablar de vacaciones, pues eso son. Primero decir que la parte económica se soluciona desde aquí meses antes del viaje. Por supuesto, el vacacionista paga todo,
( ¿dónde se vio que nos pagasen las vacaciones?),es decir, pasajes, comida, estancia, …
Así, al llegar al destino no debe de preocuparse más que de conocer, vivir una realidad distinta a la suya, disfrutar de la estancia y aportar lo que se pueda en el proyecto y zona elegida.
Dependiendo de la ONG con la que se viaje puede variar en algo estas circunstancias. La organización con la que viajé, ya por segunda vez, después de una importante experiencia en Honduras, es “Solidad Internacional Galicia”. Este año ofertó la posibilidad de viajar a Nicaragua, Ecuador, Guatemala, Bolivia y El Perú.
Yo, elegí Bolivia. ¿Por qué? Múltiples factores: los Andes, cultura milenaria, movimiento indígena en plena efervescencia, situación política, esas estrellas del hemisferio Sur que tantas ganas tenía de ver,…
La persona que disfruta de estos proyectos, normalmente con una duración de entre 3 semanas y un mes, va a poder observar el trabajo que desempeñan los diferentes profesionales en cada sector, disfrutar de la convivencia con los beneficiarios de los proyectos, conocer la cultura y costumbres del lugar visitado codo con codo sus habitantes y llegar a lugares que, os aseguro, nunca podrías ir de una manera diferente.
Sin duda, una experiencia única e irrepetible, la cual, nunca dejará a nadie indiferente.
Pasado el largo trámite del viaje, llego a Bolivia. El Alto, ciudad pegada a La Paz a más de 4000 metros de altura totalmente caótica, pero, a su vez, encantadora. Lo primero que te sorprende en el aeropuerto es encontrarte con una sala de oxigenación la cual, por suerte, no necesité. No percibí los efectos de la altura hasta llegado al hotel. Fue subir doce escalones y ponerme a jadear como si hubiese estado corriendo varios kilómetros. Falta de oxígeno, claramente. Más tarde, la presión se acumula en la cabeza y, como remedio, los paceños ofrecen mate de coca. De hoja de coca, nunca confundir con la cocaína, pues no tienen nada que ver.
El pueblo boliviano, desde que el poder está en manos de los indígenas, principales consumidores de coca y mayoría en el país, lucha, día a día, para que se aclare este equívoco y se dé la posibilidad de comercializar la hoja de coca en el exterior. Por cierto, se comprende que los indígenas bolivianos y peruanos la hayan consumido durante miles de años, ya que no sólo oxigena la sangre y da un punto de energía, tan necesario a esas alturas, sino que, según los datos de la Organización Mundial de la Salud, 100 gramos de hoja de coca aportan 305 calorías, 40 gramos de carbohidratos, 18 de proteínas, así como la cantidad diaria recomendada de calcio, hierro, fósforo, vitaminas A y E. Hablamos de países que tienen grandes extensiones de terreno muy árido y que, sin duda, no poseen gran variedad de cultivos y así la coca les sirve como complemento alimenticio. Un ejemplo claro de lo integrada que está esta planta en la zona del Altiplano lo observé, en unas pequeño viaje que hice a Cusco (Perú). En el convento de Santo Domingo se encontraban pinturas de motivo religioso creadas por la escuela cusqueña (siglo XVII). El guía que nos acompañaba dirigió nuestra mirada hacia una obra donde la Virgen María observaba a Jesucristo crucificado. Todo normal, excepto por el hecho de que María tiene en la obra, una bola de coca en la boca. Cultura y religión pre y post-colonial mezcladas en todos los sentidos.
Mate de coca y solucionado el mal de altura. De todos modos, el corazón tardará algunos días más en adaptarse y mientras no es así, ante el mínimo esfuerzo, las pulsaciones llegan a ser altísimas.
Antes de adentrarme en el proyecto en el que estaba asignado junto con dos compañeros gallegos, realizamos una visita a uno de los lugares más impresionante que he visitado en mi vida. Un anochecer en La Isla del Sol, en pleno lago Titicaca, tan cerca del cielo, es inigualable. El mencionado lugar es el comienzo, según la leyenda, del Imperio Inca. Leyenda en la cual se cuenta que Manco Cápac y Mama Ocllo, hermanos e hijos del dios Sol, nacieron en esta isla. Su padre les encomendó la misión de fundar la capital del futuro imperio Inca en un lugar fértil. Los hermanos se dirigirían a la actual Perú, fundando Cusco y el famoso Machu Picchu.
Allí, en la Isla del Sol, a 3800 metros de altura, divisé, como nunca, mientras había luz, los Andes Bolivianos y ya cuando anocheció, la Cruz del Sur comandando la noche del Hemisferio Sur.
Después de unos días conociendo partes del país, nos desplazamos a Sorata, pequeña ciudad de apenas 4000 habitantes, cercana al lago y a El Perú, incrustada en un impresionante valle con el omnipresente Illampu de fondo, nevado andino de 6400 metros.
Nuestra misión en el lugar era conocer los proyectos que se estaban desenvolviendo en las pequeñas comunidades cercanas, poblaciones con dificultades debido a la impresionante orografía del terreno y que, a esas alturas, los terrenos son bastante áridos y hay problemas a la hora de sacar provecho de los cultivos.
Los trabajos que se realizan en la zona están muy relacionados con el agua pues su canalización es fundamental para estas poblaciones. Allí pude comprobar el verdadero valor de este recurso. El agua es vida y sin ella, no hay nada. Por cierto, el famoso cambio climático está afectando gravemente a la zona, pues los nevados andinos del país se están deshelando con el ascenso de temperatura. Sólo hace falta ver fotografías de hace veinte años de los diferentes picos y nos encontramos que el retroceso de la nieve está siendo abrumador, haciendo peligrar, en gran medida, los ya pocos manantiales y ríos que bajan de sus cordilleras.
En el altiplano boliviano, nos movíamos tres gallegos, con el impresionante fondo andino que, dada su magnitud y el espacio que ocupa, parecía un decorado de cartón piedra de alguna película de aventuras de los años treinta.
Desde Sorata, nos desplazábamos a diario a pequeñas comunidades. En ellas, sus habitantes, por poco que tuviesen, siempre disponían de algo que compartir con nosotros a la hora del almuerzo. Pueblos con grandes dificultades que, de todos modos, conservan algo que seguro les hará progresar: la solidaridad y trabajo comunal.
Cada comunidad elige sus líderes y éstos se encargan de lograr la estabilidad en el grupo, al igual que dirigir determinados trabajos que debe hacer todo el pueblo en caso de necesidad. El ser elegido por tu comunidad, es un hecho de gran importancia y, esa responsabilidad, no se puede rechazar.
Los habitantes del altiplano también destacan por su gran capacidad de lucha. Asistimos en El Cantón de Obispo Bosque a una reunión de diecisiete pequeñas comunidades cercanas. Se reunían para tratar con la empresa de transportes que trabajaba en la zona (y que apenas pasaba una vez diaria por los pueblos, ya que para llegar a éste hay que pasar por unos caminos y precipicios, de verdad, impresionantes) la ampliación del servicio de la empresa y la bajada de cuotas a los pasajeros. Incrédulo estaba yo, primero por el hecho de que la empresa se desplazase al pueblo a negociar sus tarifas, luego porque los transportistas tuvieron que presentar todas las cuentas a la población. Después de casi cinco horas de reunión (todas las decisiones de las comunidades deben ser tomadas en consenso) pudimos ver que el pueblo había conseguido lo que pretendía: bajar las tarifas y un mejorado servicio por parte de la empresa. Pero, sin duda, mi sorpresa fue mayor cuando, ya acabada la reunión, me dijeron miembros de las comunidades que tienen un “plan B” para mejorar sus comunicaciones terrestres; están ahorrando las diecisiete comunidades para comprar un pequeño bus y así ofrecerse ellas el servicio a sí mismas. Asombroso.
Por cierto, toda la reunión se realizó en aymara, una de las treinta y siete lenguas oficiales en el país y de las más habladas, junto al quechua y el castellano. En Bolivia, se está realizando un gran trabajo de normalización de las lenguas indígenas. Por primera vez, aparte de utilizarse en las zonas donde se hablan, aparecen registradas en documentos y actos oficiales.
Relativamente cerca del Cantón, se encuentra Quiabaya, comunidad donde conocí a Hortensia, ejemplo de mujer fuerte y trabajadora. Ella me contó que las mujeres aimaras siempre tuvieron mucho peso en las decisiones familiares y comunales, pero quien comunicaba las decisiones y ocupaba puestos de responsabilidad en la comunidad, siempre era el hombre. Pero con el paso del tiempo, esto ha ido cambiando y mujeres como Hortensia han sido elegidas por sus vecinos para ocupar cargos que exigen mucho compromiso. Ella es la responsable de vacunación de todos los animales de su pueblo. Combina este trabajo con el cultivo de dos parcelas de terreno (patatas y maíz son, sin duda, los cultivos predominantes en la zona, habiendo de estos, multitud de tipos), con el cuidado de sus dos hijos, el mantenimiento de su casa y el tueste de un tipo de haba llamado poroto (la cual se toma como si de un fruto seco se tratase) y la posterior comercialización en La Paz.
Con sus veinticuatro años, no sabe lo que son las vacaciones, pero sigue luchando para poder progresar. Sin perder nunca la sonrisa, me decía: “Yo, aunque no tenga días libres, siempre busco momentos de diversión en la vida”.
Para finalizar, aun quedando tantas cosas por contar, decir que nuestro último día en Sorata lo dedicamos a subir el Illampu. Tan sólo equipados con una mochila con comida y bebida y, eso sí, bien abrigados, ascendimos hasta la laguna glaciar, la cual se encuentra a 5200 metros de altura. Por un día, fuimos andinistas y, éste, no se me olvidará jamás, tanto por el inmenso esfuerzo que supone realizar ese tipo de actividades físicas a esas alturas (a partir de los 5000 metros la fatiga es inenarrable), como por el impresionante patrimonio que encontramos en el glaciar. Ni el Machu Picchu me causó tanta impresión como esa maravilla creada por la Naturaleza.
La única e inmensa pena es que en quizá menos de veinte años, si continúa al mismo ritmo el deshielo, nadie pueda disfrutar como nosotros de esas vistas, ni los habitantes del valle de Sorata de las aguas que les suministra.
Bolivia, país sin mar que, sin duda, ha removido algo muy profundo en mi interior.