El cazador (The deer hunter, 1978)
Clairton, pequeña ciudad de Pensilvania. Años 70. Michael (Robert de Niro), Nick (Cristopher Walken), Steven (John Savage) y Stan (John Cazale) trabajan, al igual que la mayor parte de las personas de esta pequeña ciudad, en la empresa siderúrgica local. Son amigos, son obreros. Michael y Nick, íntimos, desean a la misma mujer, Linda (Meril Streep), pero será Nick el que se comprometa con ella.
Les encanta la fiesta. Una noche celebrando la futura boda de Steven, a altas horas de la madrugada, en el bar donde se reúnen casi a diario, comienza a sonar el tema musical Can´t take my eyes off you. Unos juegan al billar, otros están en la barra tomando cerveza. El ritmillo de la canción les hace mover sus cuerpos poco a poco. Primero uno, luego todos. Al llegar al estribillo, ninguno de ellos puede callarse y lo cantan a viva voz; unidos. Son amigos. Nos sentimos junto a ellos. Nos identificamos en la situación.
Ya en la boda nos adentramos en la mejor celebración vista frente a una pantalla de cine. Más imponente que la que presenciamos en El padrino. ¿Por qué mejor? Porque es real. No vemos a actores y a actrices. Vemos personas como nosotros. Encima de las más de cien personas que bailan y cantan, tres enormes fotografías de Mike, Steven y Nick. Los tres se marchan a Vietnam. Stan se queda. Allí, bailando y bebiendo, aparece un veterano de esta guerra. Se le ve diferente. No hay nada en él tras un rostro impenetrable. El grupo de amigos, absolutamente borrachos, lo observan con jolgorio. Quieren hablar con él. Él los mira y le dan pena. Solo acierta a decir una palabra como respuesta: “mierda”. Luego vuelve a beber.
A la cuadrilla también le gusta cazar ciervos. En las escenas de caza asistiremos a algunas de las más bellas fotografías que nos ha regalado el séptimo arte. Dios, qué bueno era Michael Cimino. Qué pena de carrera truncada. Subiendo montañas nos sentimos acompañados de la naturaleza, así como percibimos el fondo solitario de Mike (Robert de Niro).
En EL cazador (The deer hunter) hay tres películas en una. Tras la presentación de la cuadrilla, aparecemos en plena guerra del Vietnam. Así, de repente, pasamos de ver a Mike con un lanzallamas, a asistir a la captura de los tres amigos por los vietnamitas. Están perdidos. No tienen nada que hacer. Van a morir. Sus captores les obligan a jugar a la ruleta rusa. Mike contra Nick. Uno contra uno, con un puñado de vietnamitas asistiendo a su muerte con un burdo juego del terror. No son actores, son personas sufriendo. Intentan salir de una situación límite, casi imposible. Cristopher Walken se llevaría el Óscar. Robert de Niro también lo merecía, como John Cazale, Meril Streep, John Savage... Robert de Niro, más duro que su Travis Bickle de Taxi Driver y su Vito Corleone de El padrino 2, logra matarlos a todos y escapar junto a sus compañeros. En la huida, Steven se cae de un helicóptero. Dice “no siento las piernas”. Esa cita es de esta película, no de Rambo.
Tercera parte de la película: el regreso. En el pueblo no ha pasado el tiempo. Casi todo sigue igual. Stan (Cazale) y los que se quedaron siguen bebiendo igual que como lo hacían. Linda (Meril Streep) continúa esperando a los dos hombres de su vida. Uno regresa, Mike; pero no es él, sino una sombra de lo que fue. Tiene la mirada perdida y hundida del sargento veterano que habían conocido en otra vida. Es otro y, lo peor, es que no sabe quién es. Steven, sin piernas, destrozado, sobrevive en una residencia, lejano a la mujer con la que se casó, lejano a cualquier ruido, intentando no dormir. No quiere más pesadillas. La ciudad ahora es gris. Todo es gris.
Hay uno que no ha vuelto, Nick. Se ha quedado en Vietnam, acercándose al suicidio por un dinero que ni quiere. Encerrado, oculto entre unas experiencias de las que no sabe salir. Mike regresa a por él. Se lo había prometido en una noche de borrachera. “Si me quedo allí, vuelve a por mí”. Así lo hace, pero ya solo regresa con su cuerpo, para así poder enterrarlo.
Michael Cimino nos dice en El cazador que lo opuesto a la guerra no es la paz, sino la amistad. La cuadrilla a la cual acompañamos, en las intensísimas tres horas que dura el film, se rompe a causa de una maldita guerra. Una de esas que vemos en la televisión, hasta que toca de cerca. Una de esas en las que siempre sufren los mismos. Michael Cimino tocaría el cielo con El cazador. Luego, dos años después, el infierno con el descalabro de su magnánima y magnífica (sin los recortes que le hizo el estudio) La puerta del cielo.
El rodaje de El cazador estuvo marcado por la amistad y las relaciones del grupo de protagonistas. John Cazale estaba prometido con Meril Streep. Se querían. Cuando la conoció (actuando ambos en la misma obra de teatro) le dijo a su gran amigo, Robert de Niro, “he conocido a la mejor actriz de la historia”. No se equivocaba. Cuando faltaban tres meses para comenzar a grabar la película, a John Cazale le diagnostican un cáncer de pulmón terminal. Tenía 42 años y todas las películas que había protagonizado eran obras maestras: La conversación, las dos partes de El padrino, Tarde perros…Pero a la productora no le importaba su currículum. En esas condiciones, no lo quería en la película. Sería un desastre si moría durante su rodaje. Lo quieren despedir. Meril Streep dice que si lo echan a él, ella también abandona el proyecto. A los productores no les importa, es una recién llegada a las pantallas. De repente, el mismo Robert de Niro, estrella absoluta de los años 70, dice que actuará en el fim con la condición de que John Cazale continúe en el proyecto. El estudio accede cuando De Niro costea el gasto de los costosísimos seguros por participar Cazale en estas condiciones. Un millón de dólares de la época. No le importaba, eran amigos. Grabaron de inicio, todas las partes de Cazale, para así no mostrar el evidente deterioro físico que avanzaba día a día. John Cazale murió cuando todavía no se había estrenado la película. Su prometida por aquel entonces, Meril Streep, contó lo que hizo Robert de Niro en la producción de El cazador muchísimos años después. De Niro nunca había dicho nada. Sin duda, un buen tipo.
Amigos.
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