lunes, 8 de abril de 2024

Mañana será otro día. Capítulo 12: Pat Garret y Billy el niño.


 

Pat Garret y Billy el niño (1973)

Todo el mundo, digo todo, conoce la icónica canción Knockin´on Heaven´s door. Sino es por su creador, Bob Dylan, es por la eléctrica versión de los Guns and Roses. Un tema que lleva acompañándonos toda la vida, nos pone los pelos de punta y, de alguna manera, con ella, acariciamos las puertas del cielo.

Lo que no sabe la mayor parte de las personas que la escuchan es que este tema musical fue creado por Bob Dylan para la película Pat Garret y Billy el niño (1973), a petición de su director Sam Peckinpah, para una escena determinada de esta.

La letra de la canción describe el momento de la muerte de un ayudante de Sheriff (Slim Pickens), fatalmente herido por la banda de Billy el niño. En la película, mientras suenan los primeros acordes de la canción, podemos ver a su mujer, Katy Jurado, tras su esposo, herido de muerte. El ayudante del Sheriff avanza hasta no se sabe dónde. Hacia un final que todavía no llega. Se sienta, por fin, junto al río mientras se desangra. La única intención, esperar con calma a la muerte. Katy Jurado se acerca. Se arrodilla a apenas dos metros de distancia. Katy lo mira mientras sonríe y llora a la vez. Él tiene miedo y, aun así, con su silencio, logra decirle “gracias por estar aquí”. No se hablan porque no hace falta. Solamente se escucha la hipnótica música de Bob Dylan, mientras negros nubarrones avanzan sobre sus cabezas.

Sam Peckinpah nos enseña el adiós como nadie lo había hecho antes. Con un ocaso tan bello como triste, nos regala una de las escenas más terriblemente maravillosas de la historia del cine. Pura poesía.

Sam Peckinpah (1925-1984) es uno de los grandes directores del séptimo arte. Tristemente, en la actualidad, no es lo suficientemente recordado y gran parte de su filmografía no es conocida por el gran público. Quizás Perros de paja y Grupo salvaje son sus películas que todavía, a día de hoy, se siguen viendo. Su alcoholismo, su adicción a la cocaína, su maltrato a los personajes femeninos en casi todas sus películas y su terrible temperamento han marcado su paso. También la continua lucha contra los grandes estudios, que mutilaron casi todas sus obras.

Una de las obras maestras de Sam Peckinpah es la que hoy traigo a mi sección dominical: Pat Garret y Billy el niño (1973). Debo de empezar diciendo que la versión que podemos encontrar en plataformas es el montaje recortado por los productores, de poco más de hora y media de duración, y que fue la versión estrenada en su momento en las salas de cine. Escarbando un poco por internet, podéis encontrar la versión de 1988 o la de 2005, ambas de alrededor de dos horas de duración, montadas a partir de notas del propio Sam, mucho mejores que esta.

La película comienza con la llegada de Pat Garret (James Coburn) a la guarida de Billy el niño (Kris Kristofferson). Ellos han sido amigos y compañeros durante años pero ahora algo ha cambiado, a Pat lo van a hacer Sheriff.  Por ello decide ir a visitar a su amigo Billy y pedirle que se largue del condado. Hablan de los años vividos. En cinco días deberá ir a por él y no quiere hacerlo. “Eso me lo exigen o me lo ruegan” pregunta Bill. “Te lo pido yo”, contesta Garret. “¿Cómo te sientes?”, dice entonces Bill. “Es como si los tiempos hubiesen cambiado” responde Pat. Billy el niño, contundente, acaba la conversación: “Los tiempos tal vez…Yo no”. Entonces, Pat Garret se marcha de la cantina y uno de sus secuaces le pregunta a Billy: ¿“Por qué no lo matas?” Este responde pensativo: “¿Por qué? Es mi amigo”.

Esta conversación resumirá, de alguna manera, todo lo que alberga esta obra tan poco reconocida. A la vez, son los temas más recurrentes en la filmografía del director. La amistad como principio y final de absolutamente todo, los finos límites de la ley, la belleza intrínseca de los perdedores y el paso del tiempo como una pesada carga.

Asistiremos junto a Alias, personaje interpretado de manera muy inocente y divertida por Bob Dylan, a la persecución y matanza entre viejos amigos. Presenciaremos el final del viejo oeste y la llegada de algo distinto, que no se sabe muy bien lo que es ni lo que será. Billy el niño, en este contexto, se agarrará al pasado sea como sea. No le importa morir. Bob Dylan, aparte de actuar, compone al completo la extraordinaria banda sonora del film, duodécimo álbum de su carrera.

Junto a El hombre que mató Liberty Valance de John Ford, esta es la película que ha sabido reflejar el crepúsculo del viejo oeste como ninguna otra. Cada una, a su manera, nos muestra el adiós a una época salvaje, terrible, pero también libertaria, donde el mundo y los bandidos podían llegar a ser muy grandes.

Pat Garret, en la última escena, localiza a Billy el niño. Es de noche, y Billy está retozando con una mujer en el dormitorio de la casa de un viejo amigo común. Pat espera que acaben. Nunca debe haber prisa para la muerte. Aparece junto a él un hombre desconocido, para él y para nosotros, (es el mismo Sam Peckinpah quien lo interpreta) y le dice, como si fuese su conciencia: “Por fin lo has conseguido, ¿eh? Acaba de una vez”.

Billy se encuentra, de repente, a Pat Garret frente a él. Sabe a lo que ha venido. Aun así, le sonríe antes de recibir su disparo mortal. Pat volverá a disparar, pero esta vez a un espejo que muestra su reflejo. Así, también se asesina a sí mismo, al que era, así como a toda una época, a una forma de entender el mundo que, aun siendo cruel y perverso, era el suyo.

Pat, una vez cumplida la misión de matar a su amigo, se aleja, con tristeza, hacia un nuevo amanecer. Tras él, un niño le lanza piedras por matar a uno de los suyos. Con los créditos subiendo por la pantalla y Bob Dylan cantando la canción de Billy, se cierra esta joya del cine que merece ser recuperada.

Pat Garret y Billy el niño nos muestra el corazón de Sam Peckinpah, casi siempre, oculto entre sangre y disparos de bala.

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario