Jurado nº2
Asistir a la despedida de uno de los grandes, de los más grandes, era una cita obligada en mi agenda. A sus 94 años, Clint Eastwood, dice adiós al arte al que ha dedicado su vida, tanto como actor, como director. Un autor mayúsculo que ha sabido tratar todo tipo de géneros imprimiéndoles un toque único y propio, siempre cargando los personajes de sus películas de una humanidad, de una honestidad, que solo él sabe plasmar en pantalla.
Es unánime la visión de que su última obra maestra fue Gran Torino. En ella, muy cerca de los 80, nos presentaba también su último gran papel protagonista, Walt Kowalski; una especie de Harry el sucio llegado a viejo. A lo largo de su extensa filmografía podemos encontrar auténticas joyas: El jinete pálido, Sin perdón, Mistic River, Un mundo perfecto, Million Dólar Baby…. Los últimos años ha seguido trayéndonos películas casi al ritmo de Woody Allen. Algunos buenos filmes, como Sully, Mula o Richard Jewell y otros realmente flojos que no parecían propios de él, como 15:17 Tren a París o su anterior película, Cry Macho. En ella suspirábamos al verlo tan mayor, interpretando un personaje que no soportaba sus ya frágiles huesos. Aparte del detalle de su actuación, Cry Macho no pasaba de mal telefilme. No era una digna despedida para el grandísimo Clint Eastwood. Jurado nº 2, por suerte, sí que lo es. Sin duda, aunque pequeña, una buena película.
Justin Kemp (Nicholas Hoult, el seguidor de Inmortan Joe en Mad Max Fury Road) va a ser padre. Cuando su mujer se encuentra a punto de salir de cuentas, es citado para ejercer como jurado. Debe decidir la culpabilidad o no de un hombre acusado del asesinato de su novia. Aun sin ganas, debe de hacerse cargo de la situación e intentar ser justo en la tarea que le ha tocado. Escucha el relato de los hechos. El 25 de octubre del año anterior, la pareja se encontraba en un bar. Tuvieron una discusión y ella se marchó sola. Después, sobr un puente, el presunto asesinato. Justin abre los ojos alucinado. Aquella noche, él también se encontraba en aquel bar. No vio a aquella pareja. Justin Kemp tenía un día muy complicado. Cogió su coche. Llovía mucho. Apenas había luz. Pasó por un puente y percibió que había golpeado algo. Salió y no vio nada. Seguro un ciervo, pensó. Ahora, al escuchar en el juicio el relato de los hechos, una gota de sudor frío pasa por su frente. ¿Pudo haber sido él quien la mató? Comienza el juicio y la verdadera película. ¿Qué hará? ¿Contará la verdad poniendo en peligro su futuro y el de su familia? ¿Sentirá la llamada de la justicia? ¿Buscará una tercera vía? Sin duda, una gran premisa.
Clint Eastwood, con Jurado nº 2, nos presenta un filme judicial con varias líneas temáticas a recorrer durante sus dos horas de duración. Aun siendo una película sencilla, sin grandes vueltas, sin personajes complejos y profundos, la decisión que tomará o no, Justin Kemp, nos persigue durante todo el metraje. Ahí tenemos la intriga, un suave suspense que logra que nos pongamos en el lugar del protagonista. Por otro lado, Clint Eastwood también nos habla de la fragilidad del sistema judicial estadounidense. Basado en un jurado popular, la vida de muchas personas depende del día, de la época que estén pasando esas personas, de sus prejuicios, de su capacidad para no dejarse llevar por la mayoría…En el caso de España, evidentemente no estamos en manos de un jurado y sus circunstancias, pero sí del juez o jueza de turno. La justicia siempre es, de alguna manera, frágil y delicada. Hay una tercera idea que el nonagenario marca en esta, su última, cinta: la moral. Este es un asunto que ha sabido tratar muy bien durante su filmografía y aquí está, de nuevo, encima de la mesa. La moral planea sobre los miembros del jurado, también sobre la fiscal, … Sin duda, hay profesiones, labores, que exigen de una constante atención, de un compromiso que no permite despistes, pues de estas labores depende la vida y el futuro de muchas personas.
Al visionar Jurado nº 2 recordaremos la obra maestra de Sidney Lumet Doce hombres sin piedad (1957). También, el mismo director nos trajo otra joya del mundo de los juicios, llamada Veredicto final (1982), con un impresionante Paul Newman interpretando a un alcohólico abogado frente al juicio de su vida. El pasado año, la directora Justine Triet estrenó Anatomía de una caída, interesantísimo filme donde se pone a los espectadores en la tesitura de decidir si lo que se juzga ha sido un asesinato o un accidente.
Clint Eastwood se despide del cine, de su mundo, con una humilde pero notable película. Rodeado de fantásticos actores y actrices, con un buen guion, nos dice adiós uno de los grandes autores tanto del siglo XX como del XXI; un gigante. Quedará en nuestro recuerdo un actor con gesto imperturbable, con una mirada de las que dicen tantas cosas… y un director con una profunda humanidad y con una peculiar visión de la sociedad americana y del ser humano. Único. Gracias por tanto, Clint.