La habitación de al lado
El cineasta Pedro Almodóvar, de nuevo, me ha sorprendido. Para bien; para muy bien. La habitación de al lado está a la altura de las siempre recordadas Todo sobre mi madre, Hable con ella o Volver y lo cierto es, que el que escribe, ya no contaba que Almodóvar pudiese presentar, de nuevo, una obra de tal magnitud.
La carrera del cineasta manchego es extensa y su filmografía abarca ya más de 4 décadas. En sus últimos trabajos encontrábamos en su cine una narración, una puesta en escena más pausada, menos chillona, menos colorida, con resultados un tanto desiguales. La habitación de al lado, aun manteniendo esta nueva cadencia, posee un pulso, una fuerza que, en mi opinión, la acerca a la excelencia y, sin duda, se sitúa, ipso facto, como una de las mejores películas de Almodóvar. El cine de Pedro, su universo, te puede gustar más o menos, pero me parece imposible (como le ocurre a algún crítico) no ver la maestría del manchego en sus momentos de lucidez. Sus encuadres, el manejo de sus actores y sobre todo de sus actrices, los recursos emocionales que utiliza y cómo los pone en marcha… Qué grata sorpresa.
La habitación de al lado cuenta con dos partes muy marcadas. El film comienza con el reencuentro de Ingrid (Julianne Moore) y Martha (Tilda Swinton). Son viejas amigas, pero hace mucho tiempo que no se ven. Ingrid es una reconocida escritora. En su última novela aborda un tema para ella muy complicado: La muerte. Al encontrarse con Martha, choca de bruces con esta. Ella ha sido reportera de guerra y ahora se encuentra muy enferma de un cáncer que la está devorando. En este comienzo repasan, en conversaciones, lo que fue su juventud, sus amores, …No importa el tiempo que no se han visto, son amigas. Estas conversaciones, tan livianas como profundas, están mantenidas con poderosos encuadres, planos preciosos, nada cargados, acompañados por la música del grandísimo Alberto Iglesias, el cual nos ofrece uno de sus mejores trabajos. Entre medias, los dejes que tiene el director. Flashbacks interesantes, pero un tanto forzados. Remarca tanto las ideas, que acaban subrayadas ante nosotros. Aun así, lo que en otras ocasiones sería causa de rechazo, aquí se le perdona, pues lo que vemos y escuchamos es demasiado bueno como para pararse ante los “defectos del animal”. La habitación de al lado es la primera película del autor grabada íntegramente en inglés. Sus típicos parajes castellanos son cambiados por bellas imágenes de Nueva York, cual si fuese el mejor Woody Allen.
Segunda parte de la película: La despedida. Una casa de campo, hamacas, una piscina que nunca se usará y bellas vistas para decir adiós a una buena vida que, como todas, ha tenido un poco de todo: belleza, amor, dolor, errores, cariño, sufrimiento, amistad. Me viene a la cabeza Melancolía, de Lars von trier, pues las dos están separadas en dos bloques, siendo el segundo, su tramo final, de mucha mayor potencia y compromiso con lo que se cuenta. El segundo bloque de La habitación de al lado hace que se eleve con potencia hacia el sobresaliente. La imagen de Ingmar Bergman aparece ahora ante mí. Almodóvar, como él, sabe tratar un asunto tan complicado como la muerte, la identidad, el qué somos y para qué estamos, con una delicadeza que, a pesar de la dureza del tema, nos acaricia. Generalmente, un tema como la muerte se suele abordar de dos maneras. La primera es forzar lo trágico de esta. Esto es peligroso, pues el melodrama puede causar estragos a cualquier trabajo que pretenda algo más que la lágrima fácil. El segundo recurso, que generalmente funciona mejor, es hablar de la vida para acercarse a su fin. La habitación de al lado abre una tercera vía, no tantas veces abordada, que es tratarla con ligereza. Acercarse con delicadeza y cotidianeidad a la dama de la guadaña. El autor de esta maravilla, a sus 75 años, se revela sereno ante su llegada. Sin mayores dramas, con la inteligencia y el corazón puestos en el mismo plano. Magistral.
El preciso equilibrio de la película se sustenta gracias al impresionante trabajo de las dos actrices protagonistas. Julianne Moore y Tilda Swinton son maestras de la actuación. Seguro le estarán eternamente agradecidas a Almodóvar por los personajes que les ha regalado. El final de Martha llegará, como también lo hará, tarde o temprano, para nosotros; para todos. No pasa nada. El mundo seguirá girando y lloverá (en Ferrol llueve, no nieva) sobre vivos y sobre las tumbas de los muertos. El café de media mañana sigue teniendo el mismo gusto, aunque apenas queden horas para la eterna despedida. Antes de poner fin a la historia, escuchamos al autor, esta vez en boca de un monitor de gimnasia, reflexionando sobre esta época tan extraña donde ya no caben ni la confianza, ni los abrazos. Almodóvar sabe que ya no pertenece a este tiempo. Se siente un dinosaurio y nos lo dice sin que, esta vez, nada chirríe al hacerlo.
Cuando escribo esta crónica, han pasado cuatro días desde el visionado de La habitación de al lado. Cada día que pasa me gusta más.
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