jueves, 1 de febrero de 2024

Mañana será otro día. Capítulo 2: Los que se quedan.

 

Los que se quedan, la nueva película del director Alexander Payne (Entre copas, A propósito de Smith, Los descendientes, Nebraska…), nos lleva de cabeza a un colegio pijo americano de principios de los años 70 donde imparte clases el extravagante profesor Paul Humann (Paul Giamatti).  

Aunque parezca que nos vamos a encontrar a una especie de Robin Williams en El club de los poetas muertos, nada más lejos de la realidad. Paul es un cascarrabias, un bebedor; vive sumergido en la historia clásica y parece no soportar a su alumnado ni, en realidad, a nadie en este mundo. Lo vemos repartir, con mucha sorna, suspensos al ritmo de La cabalgata de las valquirias. Su existencia parece no ir más allá de ese colegio mayor, en el cual ya había sido alumno. Es bizco, muy bizco y este hecho ha creado una pequeña mitología entre su alumnado y propiciará muchos de los momentos más divertidos de la película. Divertidos sí, porque, aunque la propuesta destila melancolía por todos los lados, tiene momentos que harán que sueltes una buena carcajada.

Paul deberá pasar las vacaciones de Navidad en el campus cuidando de Angus (Dominic Sessa), un alumno rebelde, inadaptado, inestable, expulsado de infinidad de colegios y el cual se nos presenta, también de primeras, casi tan insoportable como su profesor. Tenemos una tercera protagonista, la cocinera del centro que deberá soportar a los dos inesperados compañeros durante las vacaciones. Mary Lamb (Da’Vine Joy Randolph), mujer deprimida, cínica, desencantada de todo, ha perdido recientemente a su hijo en la guerra del Vietnam, único alumno de la escuela que se ha ido a batallar al país asiático. Su hijo, como ella, era negro y pobre.

Estos tres, en un principio, antipáticos protagonistas, con sus actos, con sus conversaciones, con sus gestos, irán sacando, una a una, las capas de la cebolla que se han ido creando, con el paso del tiempo, para poder sobrevivir a sus problemas, a su pasado y a sus inseguridades. Nosotros seremos testigos de ello. Esta imposible relación a tres irá fortaleciéndose según avanza el metraje. Con sutileza, con pequeñas líneas maestras de guion, iremos empatizando con su dolor y deseando que les vaya bien todo el futuro que les espera. Alexander Payne, su director, con estos tres personajes y sus virtudes y defectos, de alguna manera nos acaricia el alma y consigue que nos olvidemos del ruido externo del día a día en sus dos horas de metraje.

El filme también nos sorprende por sus refinadas formas. Como comenté anteriormente, la historia nos traslada a principios de los años 70 pero, lo más curioso, es que está grabada como si fuese una película de los años 70. Desde los títulos de crédito, el granulado, los tipos de planos elegidos, nos dice que estamos allí en una grabación entre las dos primeras partes de El padrino.

El trío protagonista, en estado de gracia. Paul Giamatti merece una mención especial. Hacía apenas unas semanas lo había visto “de paseo”, o quizás debería decir “de factureo”, por la segunda temporada de 30 monedas (HBO) y de repente lo veo aquí, dándolo todo, siendo uno de los mejores “tipos normales” que he visto en el cine. Magnífico. Por cierto, Los que se quedan huele a premios por todos los lados. Él a Óscar.

Según avanzaba en el visionado de Los que se quedan, tuve esa sensación, que no ocurre muy a menudo, de no querer que se acabe. Me encontraba tan a gusto junto a estos nuevos amigos… Necesitaba saber más de todos estos personajes… Y acabó, porque tenía que acabar, pero con qué buen cuerpo regresé a casa...

Alexander Payne lleva tiempo siendo el rey de la comedia amarga. Para mí, esta de la que hablamos y Entre copas, mis favoritas.   Tiene una filmografía llena de títulos que, aunque reflejen la dureza del vivir, las dificultades de las relaciones sociales, el sinsentido de la vida y el peso de nuestro pasado, siempre nos deja abierto el camino a la esperanza. Los protagonistas de sus filmes encuentran opciones a las que agarrarse, caminos a recorrer y aprenden que siempre es mejor enfrentarse a las dificultades acompañados. Si es posible, por seres que, de alguna manera, nos comprendan, nos acepten y nos quieran.

Muy buena película, realmente agradable. Podemos encontrarla tanto en los Cines Dúplex de Ferrol como en los Cines Odeón de Narón.

Por cierto, a la salida del cine, pensando en lo visto, me vino a la cabeza un director al que echo bastante de menos. ¿Qué habrá sido o dónde ha quedado Todd Solonz? Happiness, Palíndromos, Bienvenido a la casa de muñecas…. Sin duda, el rey de finales de los noventa de las comedias dramáticas más ácidas y controvertidas.

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