lunes, 12 de febrero de 2024

Mañana será otro día. Capítulo 4: Pobres criaturas.

 

Sin duda, los amantes del cine estamos de suerte. En este inicio de año estamos recibiendo en nuestras salas un aluvión de muy buenas películas que nos hacen dichosos y nos alegran un poco la vida.

De la que os hablo hoy, en mi opinión, es la joya de la corona. La mejor película que he visto en los últimos doce meses, el mejor film de su director, Yorgos Lanthimos (Canino, Langosta, EL sacrificio de un ciervo sagrado…) y la mejor de las tres películas que pelearán, dentro de nada, por hincharse a premios Óscar. Competirá por ellos con Oppenheimer de Nolan y con Los asesinos de la luna de Scorsese. Antes de las 11 nominaciones que le han dado a Pobres criaturas, ya se había llevado unos cuantos Globos de oro y el León de oro de Venecia.

Todas las propuestas de este director griego me han resultado interesantes. Aquí, con Pobres criaturas, va más allá. Me agarra en cada una de las aristas de la obra (su estética, su humor, su pasión…) y logra emocionarme con esta (de alguna manera) revisión del Frankenstein de Mary Shelley, o de La novia de Frankenstein de James Whale.

Pobres criaturas (adaptación de la novela de Alasdair Gray, del mismo nombre) nos presenta al personaje de Godwin Baxter, increíblemente interpretado por Willem Dafoe. Él es un excéntrico científico que realiza imposibles experimentos con humanos y animales, al igual que hizo su padre, otra leyenda de la ciencia, con él mismo. La primera parte del film lo inunda un brillante blanco y negro, acompañado de un objetivo de ojo de pez, lo que hace que todo lo que vemos sea más claustrofóbico e incluso un tanto mareante.  Por su mansión se pasean multitud de sus creaciones. Monstruos imposibles: pato con cabeza de cerdo, perro con cabeza de pato…Yorgos nos enseña este mundo en el que viven, ubicándolo en lo que parece ser un alternativo final del siglo XIX. Allí, frente a todos estos extraños especímenes, conocemos a Bella, el gran experimento del científico loco.

Bella tiene el cerebro de un bebé y, según crece, avanza en su psicomotricidad, a la par que va ganando su lenguaje a ritmo de 15 palabras diarias. Los espectadores conoceremos antes que ella su increíble origen y la veremos pasar por las diferentes fases evolutivas del ser humano. Según abandona la infancia y conoce el placer corporal, todo cambiará. Necesitará más. Conocer más allá de la enorme mansión en la que vive con su “padre”. Abandonar, como hacemos todos, a nuestros padres y nuestro nido. Tras esta decisión de Bella ya no habrá vuelta atrás y esta mujer en crecimiento vital se adentrará por el luminoso color de la maravillosa creación de Yorgos Lanthimos.

Bella saldrá de su hogar, al igual que hizo en su momento el amigo Eduardo Manostijeras. Su “creador” fue el (por aquel entonces) genial Tim Burton, que en breves traerá a nuestras salas la segunda parte de Bitelchús (este hecho me provoca 50% curiosidad/ 50% pereza). Recordad, de todas formas, que Eduardo (Johnny Deep) salía hacia el exterior con timidez, con fragilidad…En cambio, Bella, de diez Emma Stone, lo hace con garra, con todo el afán aventurero que la historia ha negado al conjunto de las mujeres. Sabe de los peligros. No importa. El miedo no la frena. Quiere conocer, junto a su amante Duncan Wedderburn (divertidísimo Mark Ruffalo), un exterior que antes se le había negado. A la par, continúa conociendo su cuerpo y así misma (pues de eso trata la película). Irá sin cadenas. Ese hombre, ni ninguna otra persona, podrá frenar sus ansias libertarias.

Viajaremos por la cara b de Paris, de Londres, de Lisboa…Son ellas, pero no lo son. Veremos los ojos de Bella cuando escucha un fado en la eterna capital portuguesa mientras por encima de su cabeza pasa un tranvía volador. Nos reiremos mucho (la cinta posee un salvaje humor negrísimo) por las ocurrencias de esta “creación” que, al igual que su primo Frankenstein, nos hará plantearnos quién es el humano y quién es el monstruo.  

Bella decide sobre su cuerpo, decide sobre su yo. Se encuentra muy por encima de las personas de su época y de la nuestra… Bella no se ata a convenciones sociales, no se ata a lo impuesto, a ninguna de las normas que nos taladran desde la más tierna infancia. Desea aprender, conocer el amor, el sexo, la amistad, el arte …y también lo feo, la crueldad, la maldad, la injusticia…en absoluta libertad.

En definitiva, Bella aspira a ser, a vivir…a pesar de su origen, de lo que se pensaba para ella, de lo que supuestamente debería de ser. Se agarrará hasta el límite a su libre albedrío. No la mutilarán, no dejará que le saquen su pasión, que le impidan disfrutar de los placeres de la vida.

Maduraremos con ella a lo largo de las dos horas y media de metraje, las cuales pasan en un plis plas. Bella avanzará en el conocimiento humano. Aprenderá a empatizar y a entender a las personas que pueblan su mundo, que al igual que en el nuestro, son realmente complicadas. Magistral el momento que le dice a su amigo, el cínico, que por fin lo comprende. Que se ha dado cuenta de que solo es un niño que al crecer sigue enfadado con el mundo que le ha tocado.

Y como en todo buen viaje, Bella regresará a casa. Cambiada, diferente…Será ella y a la vez una nueva persona. Tan madura que hasta ha aprendido a perdonar…

Yorgos Lanthimos junto a un grupo de actores en estado de gracia y a una Emma Stone estratosférica, nos presenta un maravilloso film con mucho fondo, que nunca es aplacado por su increíble forma (por cierto, magnífica la banda sonora de Jerskin Fendrix).

En él sentiremos la necesidad de marcar el camino de nuestro barco y no dejarnos llevar continuamente por la corriente.

Al acabar el visionado, alegres, contentos de existir, pensaremos en esa increíble obra que es Bella, una bebé mujer que quiere ser algo más. Así nos daremos cuenta de que nosotros somos las pobres criaturas a las que remite el título de la película. Ella es un ser libre y nosotros estamos atados a tantas cosas…

 Y sí, los monstruos seguimos siendo nosotros.

Pobres criaturas la podemos encontrar en nuestra comarca en los Cines Dúplex de Ferrol y en los Cines Odeón de Narón.

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