domingo, 24 de marzo de 2024

Mañana será otro día. Capítulos 9 y 10: Dune y Dune parte 2.

DUNE

En 1965, Frank Herbert, no sin dificultades, logra publicar la novela Dune. El éxito fue rotundo. Esta obra de ciencia ficción, donde las luchas entre familias y los planetas imposibles son marca de la casa, logra los principales premios internacionales de este género literario, como son el Premio Nébula y el Premio Hugo.

Fran Herbert nos presentaba un futuro lejano, más de 10.000 años adelante en el tiempo. Un gran imperio galáctico conviviendo en el universo. Multitud de casas luchando entre ellas, continuamente, por alcanzar el poder. En una de ellas, vive el joven Paul, de la casa Atreides, Es heredero al trono familiar y junto a él recorreremos el viaje del héroe.

Alrededor de la historia de Dune, se encuentra una peculiar sustancia, llamada “la especia”. Esta droga, extraída de los gusanos gigantes que pueblan el planeta Arrakis (también llamado Dune por la tribu de los Fremen, que habitan el lugar), facilita el pliegue del espacio-tiempo en el universo, por lo que se antoja imprescindible para los viajes espaciales. A su vez, “la especia”, expande la conciencia a un nivel superior, tiene efectos psicotrópicos, facilita ver otras realidades y prolonga la vida de las personas que la consumen.

En la época en que Frank Herbert escribió esta primera parte de Dune, principios de los 60, el LSD todavía no había sido prohibido oficialmente. La sociedad todavía no albergaba una generación de jóvenes “tocados” por el consumo de lisérgicos y figuras como el psicólogo de Harvard Timothy Leary proclamaban a los cuatro vientos a los estudiantes americanos que “se engancharan, entrasen en la onda y se desconectaran”. Este mensaje, a los ya entraditos en años, nos suena, ¿verdad? “Rockeros, el que no esté colocado, que se coloque… y al loro”, dijo uno.

Una década antes, durante los años 50, antes de llegar a las calles americanas, las drogas psicodélicas habían sido experimentadas por científicos de alto orden que buscaban en ellas caminos alternativos para el cerebro humano. Son realmente interesantes los ensayos del escritor Aldous Huxley (Un mundo feliz, La isla, etc) sobre el tema. En Las puertas de la percepción y en Cielo e infierno, nos cuenta, en primera persona, sus experiencias con la mescalina y otros alucinógenos. En ellas se nos narra como Aldous consume los psicodélicos acompañado por científicos que irán anotando todos sus comportamientos y mensajes transmitidos por el eminente pensador. Otra curiosidad, el título de la obra The doors of perception, será adoptado por Jim Morrison para el nombre de su banda, aunque finalmente decidiese recortarlo y quedase el por todos conocido: The doors.

Este es el contexto en el que se mueve la obra Dune. Su éxito arrollador en el género, empujó a Frank Herbert a escribir en vida cinco novelas más sobre este universo (la última en 1985). Sus herederos continuaron el negocio familiar, ampliando la saga con algunos títulos.

Muchos de los caminos que aborda la novela, muchos de los temas tratados, los fuimos encontrando en diferentes películas a lo largo de los años. Nadie debería negar lo absorbido por Star Wars (bueno, la pregunta sería: ¿de qué no ha bebido la primera trilogía de La guerra de las galaxias?). La figura de Paul Atreides, sus dudas sobre si es o no el elegido, la tendremos muy presente en la saga de Matrix. Y en tantas otras…

Ahora que tenemos en nuestra cartelera (Cines Odeón y Cines Dúplex en nuestra comarca) la impresionante Dune parte 2 de Denis Villeneuve, debo pararme en las dos anteriores propuestas cinematográficas de la obra. Una inconclusa, otra imperfecta.

A finales de los años 70, el director chileno, psicomago, filósofo, guionista de cómics, Alejandro Jodorowsky se encontraba en lo más alto de su carrera. Había dirigido películas como El topo o La montaña sagrada y contaba con un prestigio que le impulsó a llevar el mastodóntico proyecto de Dune a la gran pantalla. Lo hace a lo grande, con una ambición desmedida, propia de él. “Quería hacer una película psicodélica. No quería que la gente tomase LSD, quería hacer una película que fuese puro LSD” (conectando con todo lo dicho anteriormente).

Alejandro compró los derechos de la obra a un precio ridículo, para el momento, en 1974. Tras esto, comienza el reclutamiento de sus llamados “guerreros espirituales” que lo acompañarían en el proyecto. Sin duda, Alejandro, estaba en el candelero, tenía grandes contactos y muy buenos amigos.

El grupo de música Pink Floid sería el encargado de la banda sonora. Está claro que con su música, la psicodelia estaría garantizada. Mick Jagger, sería el villano guerrero Feyd-Rautha; papel que interpretaría más tarde, en la versión de David Lynch, otra estrella del rock, Sting. Le costó más convencer a Salvador Dalí para que interpretase al malvado Emperador Padishah. Finalmente accedió con una condición: ser el actor mejor pagado del mundo. Le ofrecieron 100.000 dólares por minuto en pantalla. Orson Welles también aceptó interpretar al malvado barón Harkonnen. El gran dibujante Moebius, junto al artista gráfico H.R.Giger, diseñarían todo el entramado de mundos.

Como sabemos, el proyecto no llegó a salir a la luz. No hubo manera de completar el presupuesto. Alejandro se gastó 5 millones de euros en una preproducción que nunca llegó a término. El más triste de todos, su hijo Brontis Jodorowsky, que a la edad de 12 años, a orden de su padre, entrenó durante dos años, seis horas al día, para poder encarnar en la gran pantalla a Paul Atreides. En el documental Dune de Jodorowsky (2013), lo vemos llegar a las lágrimas cuando habla de ello.

Como ocurre con todos los proyectos que no llegan a ser, algo queda de su esencia y siempre se aprovecha más adelante.  Los diseños elaborados por H.R.Giger serían utilizados en Alien el octavo pasajero de Ridley Scott. Es decir, sin el trabajo de este en Dune, nunca podríamos conocer el universo de Alien tal como lo podemos disfrutar en la actualidad.

La próxima semana, hablaremos de la imperfecta obra de David Lynch y por supuesto de la gran propuesta de Villeneuve. Para acabar, otro dato curioso. Hace apenas tres años se subastó el Storyboard de Dune de Alejandro Jodorowsky. Se pagaron por él 2´66 millones de euros. Telita.

Continuará…



DUNE: Parte dos.

Principios de los años 80. El pobre Alejandro Jodorowky ha desistido de su proyecto. No podrá llevar Dune a la gran pantalla. Cinco años de su vida invertidos en una tarea que no pudo consumar. Aun así, esa historia que rondaba una y otra vez su cabeza, la plasmará, más adelante, junto a Moebius, en la novela gráfica El Incal.

Ante el fracaso del chileno, el productor Dino de Laurentis ha comprado los derechos de Dune. Contrata para dirigirla a un joven David Lynch. Este tenía en su haber solamente dos filmes: su extravagante (y maravillosa) ópera prima Cabeza borradora (1977) y una de las grandes obras maestras del director, nominada a 8 premios Óscar (pero que no se llevó ninguno): El hombre elefante (1980). El director acepta el titánico proyecto con la condición de que De Laurentis le produzca su siguiente filme, absolutamente personal: Terciopelo azul (1986).

Se presenta un primer borrador de guion. Este daría para una película de seis horas. Lo lee el escritor de la saga, Frank Herbert, y se queda entusiasmado. Quizás la posibilidad de separar la historia en dos films…No pudo ser.

El resultado final de Dune (1984) es una rareza tan llamativa como imperfecta. Con un metraje de 137 minutos se antoja imposible narrar correctamente la epopeya de Paul Atreides. Aparecen personajes que no tenemos nada claro quiénes son ni cual es el motivo de sus actos. Un ejemplo de esto es “El navegante”. Ese extraño monstruo del principio de la película, con forma de cerebro, que pide la muerte de Paul Atreides. En la película, una y otra vez, observamos a los personajes con gesto pensativo. Nosotros escuchamos sus pensamientos. Mal negocio para una adaptación literaria… Las escenas, en ocasiones, semejan un extraño corta y pega. Resulta casi imposible enterarse (sin haber leído la novela original o, en estos momentos, haber visto las películas de Villeneuve) de lo que está sucediendo. Aun así, el Dune de Lynch presentas momentos mágicos que nos plantea la duda de si es bueno, malo o magistral lo que encontramos en ella. Una auténtica curiosidad de película que, en muchos sentidos, bebía de la producción no ejecutada de Jodorowsky. Un ejemplo de esto es que si en la versión de Alejandro se apostaba en la banda sonora por Pink Floid…en esta la ejecutó la banda de rock TOTO junto a Brian Eno. En la de David Lynch no estaba Mick Jagger para hacer de malo malísimo, pero tenía a Sting.

La película fue un fracaso. Lynch, todavía a día de hoy, reniega de ella. A mí me gusta, a pesar de todas sus imperfecciones.  La novela de Dune, durante décadas, se quedó solamente en papel y nadie se atrevió, de nuevo, a intentar adaptarla para el cine.

Así aparece en escena el director canadiense Denis Villeneuve. Único autor vivo que es capaz de explorar todo tipo de géneros y salir dichoso de la tarea. Incendies, Prisioners, Sicario, La llegada… y tantos otros títulos que hicieron que los seguidores de esta saga literaria dieran palmas con las orejas al saber que él estaba involucrado en una nueva versión de la obra. Él avisó: No es un remake de la del 84, es otra visión de la novela.

Hoy tenemos en nuestras salas la segunda parte de DUNE de Villeneuve, pero realmente es la segunda parte de una misma película. Dune parte 1 fue una película sin final. Acabó justo a mitad de la obra. Parecía el capítulo de una serie. Después de visto el díptico al completo pienso que fue un acierto, pues el extenso metraje, juntadas las dos obras, ofrece una coherencia que no pudimos encontrar en la obra del 84. Denis Villeneuve también acierta al simplificar algunos pasajes de la historia. En Dune parte 1 se limitó a presentarnos las casas del imperio galáctico y mostrarnos la destrucción de la casa Atreides. En esta segunda parte se centra en la convivencia de Paul con el pueblo de los Fremen y su ascenso, casi a la divinidad, a líder de todos ellos.  Este pueblo (casi Tuareg) lo reconocen como al elegido que llevan tanto tiempo esperando.

Villeneuve crea un nuevo imaginario galáctico a la altura de la propuesta. Da gusto ver las diferentes castas, su arquitectura, los monstruos, las naves espaciales, la tecnología… La historia se entiende y se disfruta. La banda sonora, a cargo de Hans Zimmer, alejada de la psicodelia, nos sumerge en los inhóspitos parajes del planeta Arrakis.

Para completar el goce de la propuesta, tenemos a grandes actores y actrices de diferentes generaciones. Lo más mayores, Cristopher Walken y Charlotte Rampling. Los adultos, Javier Bardem, Stellan Skarsgard, Josh Brolin, Dave Bautista…Y los jóvenes, los más destacados, sin duda, Florence Pugh, Lea Seydoux y la pareja que marca el cine de hoy y que lo hará durante décadas: Timothée Chalamet y la maravillosa Zendaya, actriz que demuestra que su pasado Disney no dice nada. Desde que la adoramos en la serie Euphoria, cada una de sus apariciones en pantalla grande, son un regalo para nuestros ojos. En Dune parte dos, todavía más. Sus miradas, sus gestos, su presencia, te absorben. ¡Qué grande!

Vayan al cine a ver una de las mayores producciones de las últimas décadas. No se la pierdan en pantalla grande. Este tipo de películas es obligatorio disfrutarlas en salas de cine, pues solo en ellas se percibe lo que intentaron plasmar sus autores. Vayan a soñar con otros mundos, a cabalgar impresionantes gusanos de más de 400 metros…

Creo que Dune de Villeneuve va a asentarse como una de las grandes sagas fantásticas de la historia del cine. Quizás, solo hay un par de puntos que se echan en falta respecto a la primera trilogía de La guerra de las galaxias, o a la de El señor de los anillos de Peter Jackson, todas grandiosas de una u otra manera. El primero sería algo más de emoción (Villeneuve siempre es demasiado frío). Épica hay por un tubo, pero emoción… El segundo detalle que añoro es el humor. Menos mal que está por ahí Javier Bardem que, aunque no ofrezca ni risas, ni sonrisas, alivia el tono absolutamente solemne de la película. Aun así, maravillosa.

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