lunes, 12 de septiembre de 2011

Roma: 2 Km. de historia.( Publicado en el Diario de Ferrol el 9 de Marzo del 2008)


El siglo XXI no para de darnos sorpresas. En tan sólo diez años, ciudadanos de a pie hemos recibido con gusto los cambios que ha supuesto para nuestras vidas la introducción en los hogares del mundo cibernético que es Internet. De repente, la curiosidad es lo único que se necesita para romper las barreras del Arte, Cultura y conocimientos. Lo tenemos todo frente a la pequeña pantalla. Con tiempo y un saber elegir, podemos completar el panorama.
Toda esta revolución ha producido un abaratamiento en el coste de algunos servicios.
Los vuelos baratos hacen que se haya democratizado la posibilidad del viajar. Buscando vuelo con un poco de paciencia, y no importándote el hecho de sentirte un cordero hacinado en uno de ellos, podemos movernos por Europa por precios, a veces,  realmente irrisorios.
Multitud de destinos se muestran apetecibles, pero Roma, sin duda, es especial.
Ella, caótica de primeras y encantadora el resto del tiempo, contiene zonas imperiales, renacentistas y modernas pegadas, casi, mano a mano.
Intentaremos ahora realizar un pequeño tránsito físico/mental  a lo largo de algunos de sus tesoros.
Tan sólo por hoy, vamos a omitir de nuestro recorrido lugares emblemáticos  como El Vaticano, el barrio de Trastevere o sus fabulosas plazas (Spagna, Fontana de Trevi, Navona, Capitolio…).
Miguel Ángel, Rafael y Bernini que me perdonen, pues es difícil dejar atrás  tanto Arte y artista, pero es día de mirar más allá en la Historia.
Marcamos como punto de partida la Plaza Venecia, situada en el mismo centro de la ciudad, lugar donde comenzaremos la ruta que nos llevará a través de mil años de grandeza y divinas locuras.
El espacio y el tiempo se entremezclan  mientras caminamos. Atrás, la columna de Trajano y ante nosotros el “Foro Romano”, punto clave para  comprender el surgimiento de una de las más grandes civilizaciones que ha conocido el hombre. En él se encuentran algunas de las ruinas más antiguas de la ciudad, propias de la república romana.
Ante el templo de Saturno, afinamos nuestra imaginación y podemos observar sus arcas llenas, pues durante largos años fue el lugar elegido por los romanos  para almacenar las reservas de oro y plata. El citado templo fue fundado en el año 497 a.C. y en él se realizaban sacrificios que daban  comienzo a la festividad de los esclavos, “la Saturnalia”.
Todos los años, durante tres o cuatro días, se celebraba en la ciudad esta curiosa fiesta. Las escuelas y tribunales cerraban sus puertas y todos los habitantes de la ciudad dejaban sus tareas para celebrar bulliciosos banquetes donde se intercambiaban sus roles sociales. Los esclavos, patrones de las casas y sus “señores”, humildes siervos. Por momentos, el mundo al revés.
Cerca del templo, está la Curia, sede del antiguo senado y lugar donde se celebraban las reuniones que decidían el futuro de la república.
El viaje continúa… y ante nosotros el templo de Vesta, diosa del fuego y el hogar. En él se custodiaba, siempre encendido, el fuego sagrado de Roma. Encargadas de mantenerlo  vivo estaban sus sacerdotisas. 
En número de seis  eran seleccionadas entre  familias patricias cuando  apenas contaban con siete u ocho años. Con dedicación absoluta pasaban treinta años de sus vidas, cuidando también que el fuego propio estuviese bien  templado, pues durante este tiempo  les era obligado conservar  intacta su virginidad.
Si era sabido que habían estado con un hombre, a él se le sacrificaba frente al templo, mientras  la sacerdotisa era enterraba viva, esperando  que la Diosa Vesta perdonase su falta y le sacase del ataúd. Eso sí, no se conoce   ningún caso en el que Vesta mostrase compasión.
 Subimos una pequeña colina y a la vez un pequeño escalón en la Historia. Llegamos al Palatino, lugar donde, según la leyenda, Rómulo y Remo fueron amamantados por una loba que les salvó de una muerte segura. Aquí se localizan las residencias de los primeros emperadores romanos. El final de la república da comienzo a la época imperial.
Conservado en excelente estado, tan sólo echamos de menos el mármol que recubría sus edificios.
Viendo el templo de Augusto,  podemos imaginar las opulentas vidas llevadas por los fundadores del Imperio. Los aposentos de Livia, hacen que nuestra vista nos juegue una mala pasada y podamos descubrirla maquinando   terribles “accidentes” para dar  continuidad a los suyos.
Pero… ¿Nerón?, ¿Calígula? Absolutamente nada sobre ellos. A los emperadores que llevaron desgracias a Roma, debido a su mal gobierno, se les intentaba borrar de la historia eliminando todas las obras realizadas por ellos en vida.
Con Nerón se hizo trampa. Durante su mandato hizo construir una inmensa estatua de bronce de 35 metros de altura, recreando su figura: el Coloso de Nerón. Se colocó frente al anfiteatro Flavio, pasando éste a conocerse  popularmente como “Coliseo”. A su muerte, no se atrevieron a destruir una obra de tal magnitud, y lo solucionaron de una forma práctica. Sustituyeron la cabeza del Coloso por la de dios del Sol, y así permaneció frente al Coliseo durante siglos, hasta que los bárbaros se ocuparon de su bronce.
Aquí, frente a la obra más conocida de Roma; entre gladiadores, fieras y charcos de sangre, finaliza este pequeño paseo.
Roma, ciudad  donde historia y leyenda quedan unidas para siempre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario